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Wednesday, August 16, 2017

Místicos, Gurus y Mentores

Místicos, Gurus y MentoresMaestros y Crayolas

Por Michael Dolan, B.V. Mahayogi
traducido por Teresa Loret de Mola (Tapanandini D.D.)
Sridhar Maharaja hace una clara diferencia de que el trabajo del maestro es distinto al del místico. Los místicos no enseñan.
Enseñar involucra muchas disciplinas.
Uno no sólo ha de ser un erudito en lo material, sino que también ha de tener la voluntad de exponerse a sí mismo a los recién llegados y principiantes quienes desafiarán todo.
El ensañar involucra el ego.
En Sánscrito hay una palabra especial para esto: es llamada “acharya-abhiman” significa “Ego de maestro”.
Los seres humanos son animales sociales. Tenemos una compasión natural. Cuando vemos perdido a alguien, queremos enseñarle el camino.
Pero si alguien está perdido y le señalamos la dirección correcta, estamos tomamos la posición de maestro. “Es por ese camino” decimos, pero ahí hay ego envuelto.
Aquí en México frecuentemente veo turistas en las esquinas consultando un mapa. Me siento tentado a intervenir y decir, “¿Está usted perdido?” Deje que le ayude. Es por ahí”. Pero he aprendido a no meterme. Con los años me he dado cuenta que esos turistas han pagado mucho dinero para estar perdidos. Han pasado por lo traumático de comprar boletos en línea, reservar hoteles, cruzar por los chequeos de seguridad y volar a un país extranjero sólo para saborear justo este momento: no tener idea de en dónde están. Para eso pagaron, por la sensación deliciosa de no saber exactamente en dónde estás. ¿Quién soy yo para destruirles el momento? ¿Por qué he de tratar de guiar a alguien que disfruta estando perdido?
Pero en ocasiones la situación es más drástica y la única solución compasiva es tomar el rol de maestro. Y en ese rol, a veces necesitamos insistir para que el estudiante acepte la guía.
He notado que hay una gran diferencia entre los cuatro y los cinco años de edad. El psicólogo del desarrollo, Jean Piaget se especializa en esas diferencias. La teoría del desarrollo cognitivo de Piaget sugiere que los niños se mueven a través de cuatro etapas distintas de desarrollo mental. Sus teorías se enfocan no sólo en el entendimiento de cómo el niño adquiere el conocimiento, sino también en el entendimiento de la naturaleza de la inteligencia.
Hay una gran distinción en lo que él llama desarrollo “sensorio-motor” que ocupa a niños mayormente entre 2 y 4 años, y lo que él llama el desarrollo “pre-operacional” que empieza entre los 3 y los 7 años.
No es que los niños más grandes nada más piensen más rápido, sugiere. En cambio, hay diferencias cualitativas y cuantitativas entre el pensamiento de un niño versus un niño mayor. Piaget divide esto en etapas y grados.
Durante la etapa que llama, “sensorial-motora”, la cual es la etapa  más temprana de desarrollo cognitivo, los infantes y niños pequeños adquieren conocimiento a través de sus experiencias sensoriales y la manipulación de los objetos. Los niños atraviesan un dramático período de crecimiento y aprendizaje. Conforme los niños interactúan con su medio ambiente, constantemente hacen descubrimientos acerca de cómo opera el mundo.
Están aprendiendo cosas importantes como madre y padre y rojo y azul y la lluvia. Aprenden la diferencia entre el arroz, la avena y el cemento de goma. Están aprendiendo que papá ama a mamá pero que a veces se enojan. Aprenden que el Tío Roger no es Darth Vader y la Tía Molly huele a cebolla y a vino tinto. En esta etapa de vida, no están preocupados con los sistemas simbólicos. Los símbolos no tienen significado.  No pueden entender el valor del alfabeto o los números escritos. Recordemos que la mayoría de los adultos son iletrados hasta la edad media y en muchas sociedades aún hoy leer está prohibido. Así que las letras no tienen ningún significado para los niños. A lo que quiero llegar es a que los niños de 4 años siempre se comen las crayolas. He visto a incontables madres que llevaban a sus hijos al kínder en donde solía trabajar. Tras dos semanas solían preguntar si el pequeño Orlando ya podía leer. Ellas sabían que el pequeño Orlando era un genio a nivel de Einstein o Mozart. Cuando aconsejaba paciencia, ellas se enojaban. ¿Cuánto tardaría?
Recuerden que como una civilización, colectivamente, tomó miles de años llegar al punto en donde la mayoría  pudiera leer. Pero haciendo eso a un lado. Los niños de cuatro años como regla no tienen interés en la lectura. No están muy ocupados en aprender acerca de la realidad en el nivel sensorial-motor como para preocuparse de las operaciones simbólicas.
Pero como maestro era mi deber aceptar niños de 4 años junto con los de 5, 6 y 7 los cuales ya manejaban bien las operaciones. Ellos sabían los números y los colores en inglés y les gustaba cantar, bailar el Hikey Pokey, jugar a las etiquetas y dibujar imágenes con las crayolas. Los niños de 4 años, sin embargo, siempre intentaban comerse las crayolas.
Entonces, como maestro, era mi deber decirles, “No se coman las crayoas”. Por supuesto, se supone que tú no debes hacer eso, pues se usa un lenguaje negativo. Se supone que debes decir, “Las crayolas son para colorear”, lo cual es lenguaje positivo. Pero en la práctica, opera algo así como “Sácate eso de la boca, ahora. Pero tan pronto como sacas la crayola roja de su boca, continúan con la verde. Están convencidos de que la crayola verde tendrá un sabor distinto a la roja. No lo tiene. Ambas saben a barro salado. Yo lo sé. Mi punto es que cualquier maestro ha de enfrentar el problema de cómo y cuándo dar instrucción. Ahora, yo no sé si alguna vez han enseñado en el kínder, pero los niños se resisten a que se les quiten las crayolas de la boca. Les gusta morder. Pero en realidad lo que están diciendo es. “¿Quién eres tú para enseñarme?” Acharya-abhiman es cuando el maestro dice, “Soy el maestro. Sé lo que es bueno para ti. Las crayolas no son buenas para ti. Deja que las saque de tu boca”. Pero todo acto de enseñanza involucra una cierta presunción de que el “Maestro sabe mejor”. Los místicos elevados, los maestros últimos, los uttama-adhikaris no hacen tal presunción. Ellos ven el mundo en perfecto balance ya que viven en samādhi, balance perfecto. Dhi significa inteligencia, sobriedad, sabiduría, samā significa, ecuanimidad, balance. Samādhi es vista de forma distinta por los distintos grupos de yoga, pero en el sentido clínico significa balance perfecto. Ver el mundo en balance perfecto. Un místico genuino ya se halla ahí. Un maestro sabe lo que es el balance y se interesa en mostrarte cómo opera. Un místico ve que aún tu falta de balance es una parte de la armonía general y no siente necesidad de enseñar. Cuando veo a un turista perdido sé que está disfrutando experimentar el estar perdido, lo que lo conduce al gozo del descubrimiento. Si le muestro en dónde está perderá para siempre el momento cuando se gire y se dé cuenta en dónde está exactamente. Destruiré su momento de descubrir. Este es un acto de violencia innecesaria. También, debido a que soy un gringo, un americano “blanco”, cualquier información que yo les provea humillará al gringo perdido. Preferirá por mucho practicar su quebrado español con un nativo quien le dirá, “Dé la vuelta, es justo ahí”, lo cual conducirá a una hermosa amistad. En ocasiones el “ego de maestro” es innecesario. Podemos dejar que la gente encuentre por sí mismo su camino. Pero un guía espiritual es quien conoce el camino hacia la verdad más elevada. En un mundo de ciegos, su visión, aunque sea imperfecta, se destaca. Puede guiar a los ciegos. Puede guiar a quien está perdido. Y una vez que se convierte en guía, no puede abdicar. Ciegos y perdidos lo buscarán. Así es que en ocasiones grandes místicos que no tienen interés en enseñar se convierten en maestros. Algunos místicos tienen suficiente compasión para decir. “No comas las crayolas” y pronto quedan atrapados en la posición de maestros. Otros maestros están en una misión: “Ven conmigo te prometo tierras”, dicen. “Es por ahí. Deja todo y sígueme”. Siempre hay un riesgo en seguir a un maestro. Tal vez nos conduzcan hacia la senda equivocada. Pero tras una cierta cantidad de experiencia, uno ha de ser capaz de reconocer, a qué se parece la senda correcta. Y si uno anda demasiado en la senda incorrecta, uno ha de darse vuelta. Yo le pregunté a Sridhara Maharaj acerca de esto y me dijo que era como montar un tren. A veces sucede que cuando tenemos prisa no  o no conocemos el camino podemos subirnos al tren equivocado. Pero si contamos las paradas y prestamos atención, entenderemos que estamos yendo en la dirección equivocada. En ese momento, necesitamos bajar del tren y cambiar el curso. Necesitamos ir en busca del tren que nos lleve de vuelta a la dirección correcta. Aquí en México, hay un libro popular llamado “Inglés sin Maestro” el cual enseña a la gente a hablar inglés sin maestro. Nunca he sabido de un método que tenga éxito. Pero entonces de nuevo es difícil progresar sin escuchar al maestro. Lo sé de hecho, porque soy particularmente obstinado y resistente a cualquier consejo. Estoy decidido a hacer las cosas de la manera más difícil. El otro día convertí un problema menor de cañería de la cocina y lo convertí en una catástrofe de plomería mayor. Armado solamente con un desatornillador y un par de alicates, convertí la cocina en una zona inundada que haría que las víctimas del huracán Katrina sacudieran la cabeza y lloraran. “Hágalo usted mismo” es a menudo un boleto de ida hacia el desastre. Los maestros pueden mostrarte una forma más fácil. Al fontanero le tomó 20 minutos y una pieza de 20 pesos de plástico arreglar el problema. Pero es tan difícil escuchar a los expertos. Por lo cual seguimos comiendo crayolas. La azul es mi favorita. Pero no se las coman.



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