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Thursday, April 16, 2015

Que Mueran los Tiranos!

Muerte a los Tiranos
La Historia de Paraśurāma, continúa…
“Cuando la ola de soldados se dieron cuenta del peligro y fueron hacia él,  disparó lluvias de flechas desde el arco invencible de Shiva, segándolos como al trigo en época de siega. Los cadáveres de los jóvenes príncipes fueron sembrados en la senda del río. Los buitres sobrevolaban las cabezas. El tigre acechaba en las sombras en espera del festín que tendría cuando llegara la noche. Sin embargo el poderoso Paraśurāma continuaba dando rienda suelta a su ira, inmisericorde en contra de los soldados diabólicos quienes embistieron contra su padre.
Que Mueran los Tiranos!
“Finalmente, el propio Kartavirya Arjuna, el rey vicioso que regía la ciudad de Mahashamati a orillas de Narmada en Madha Pradesh, montó su carroza dorada y voló hacia Paraśurāma. Con un arma en cada uno de sus mil brazos, o armado con mil armas, persiguió al joven Paraśurāma en su carroza de feroces caballos.”
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Bhishma continuaba...
Bhiṣma hizo una pausa. Levantó la cabeza para beber de nuevo del refrescante arroyo del río Ganges que fluía desde el sitio en el suelo al cual el poderoso Arjuna había lanzado una flecha.
“La rabia de Paraśurāma era mucho mayor al poder del corrupto dictador Kartavirya. Había oprimido por mucho tiempo a la gente humilde del Narmada, violado mujeres, saqueado sus aldeas, y había acaparado tesoros con el botín. Había contaminado ríos, destruido granjas, extorsionado impuestos a la gente, empobreciéndoles mientras él vivía lujosamente. Robó también la vaca Kamadhenu del bosque del sabio, Jamadagni, por codicia. Ahora era el momento de pagar por sus crímenes y por el asesinato de Jamadagni. Era el momento de humedecer la tierra con su sangre.”
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Asi Mueran los tiranos!
“En el combate mano a mano, Kartavirya era superior. La leyenda cuenta que tenía mil brazos, aunque puede haberse referido a que tenía mil armas. De cualquier modo, Paraśurāma cercenó sus brazos, uno a uno hasta que el orgullos Kartavirya  quedó con solo muñones a la vista.
Algunos dicen que corto los brazos de Kartavirya usando sólo flechas que Paraśurāma produjo por miles, que creó una tormenta de dardos. Otros creen que fue el singular manejo de su hacha lo que causó la matanza. Cuando Kartavirya quedó indefenso y suplicaba por misericordia, Paraśurāma le decapitó con su poderosa hacha de batalla, otorgada a él por el Señor Shiva, el destructor de planetas.
Bhiṣma dijo, “Y cuando el duelo concluyó, Paraśurāma continuaba sediento de sangre de los déspotas. Extendería su rabia hacia los reyes diabólicos y los príncipes por el resto de su vida, hasta que hubiera aniquilado a la generación entera de Kshatriyas y a los despóticos tiranos.
Cuando terminó, codujo el sacrificio Ashvamedha, un gran sacrificio de caballos realizado únicamente por los más grandes reyes.”
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La Ira de Parashurama
Su gran discípulo Bhiṣma, uno de los mayores guerreros que alguna vez han guiado una carroza, continuó: “Siendo niño aprendí a llevar hacha y espada, y a estirar el arco y darle al blanco. Conocí los diversos tipos de flechas y el cómo controlar varias armas con mantra. Poco a poco me convertí en un hombre joven y era fuerte, así que ayudé con las tareas sencillas de la vida del ashram.
“El me enseñó las artes marciales y cómo disciplinar la mente y el cuerpo. Del gran Vasiṣṭha a quien había ofendido en mi vida pasada, aprendí los ocho brazos de la senda de Asthanga-yoga, el análisis de la materia y la energía que se encuentra en la filosofía Sankhya y los distintos chakras de Kundalini yoga.
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La furia en contra de los despotas
Con la ayuda de Paraśurāma me hice experto con la espada, el arco, el hacha y la jabalina. Aprendí  a empuñar la vara de hierro y el mazo; cómo lanzar dardos con una honda y a disparar cientos de flechas veloces como el viento. Aprendí a preparar diferentes tipos de flechas, con puntas de cobre, con veneno, con bronce y otros metales. Y el uso de flechas ardientes.”
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Armas antiguas de la India
     Practiqué con la lanza y la jabalina, y a lanzar otras armas, barras de hierro y dardos.  Aprendí la importancia de proteger la mano de la fricción de la cuerda del arco llamada hastaghna. A tocar la Dundubhi y la Bakura, que son los instrumentos musicales para la guerra los cuales siembran el temor en los corazones de los hombres.
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Elefantes de Guerra
Aprendí a montar a caballo en las faldas de las colinas de los Himalayas y cómo cuidar al caballo. A usar armadura y cota de malla. Se me enseñó a hacer una trinchera, poner redes y trampas, a usar la cuerda encendida como arma de humo. Nos aventuramos hacia las planicies abandonadas de Kurukṣetra, estas mismas planicies que ves ahora, en estos días, este era un sitio verde y cabalgábamos a caballo a través de la planicie, el mentor competía con el discípulo.
Montando Caballo en las Himalayas
Mi Señor, Paraśurāma encontró en mí a un estudiante ávido. Dominé cada una de las artes en su momento mientras servía a mi guru fervientemente, le llevaba agua y atendía el ashram. Aprendí  a entrenarme y la disciplina a los pies del maestro. Practiqué a  luchar con otros estudiantes. Me hice experto en el arte del mazo, cómo saltar y girar y zigzaguear en el aire. Cuando dominé la equitación se me permitió practicar con la cuadriga, armada con todos los elementos militares, incluía espadas, escudos, arco y flechas, mazo, honda y dardos y jabalinas.

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Parashurama, guru de Bhishma
Después, aprendí a controlar a los elefantes de guerra, a subyugarlos con mantras y palabras amables, a pelear con arco y flecha mientras los elefantes arrasaban a través de las planicies de Kurukṣetra. Muchos hombres llegaron a aprender la ciencia de las armas de mi maestro y muchos fueron desechados. Paraśurāma se adhería a las leyes del dharma y sólo formaba a aquellos que juraban utilizar sus poderes para defender la verdad y la justicia. Por último, cuando estuve listo, me inició al uso de armas secretas conocidas únicamente por los místicos más elevados. Me otorgó armas que el propio Shiva le diera cuando arrasaba a los viejos saqueadores Haihaya Ksatriyas.
Me hice experto en el uso de todas esas armas, y dominé el arte de la guerra. Recibí la mejor educación para cualquier príncipe que está listo para asumir el mando de todas las Indias y regir a la muy grande Bharata.
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Monedas antiguas de la India
“Y cuando estuve listo me hice un hombre, fui enviado lejos del ashram de mi Señor Paraśurāma, el asesino terrible de kshatriyas. Descendí  hacia el valle del río Ganges, mi madre, y regresé a mi hogar al reino de mi padre Shantanu.

El anciano empalado en una cama de flechas hizo una pausa. Un niño pequeño vestido como un brahmán tomó agua del manantial cerca de su cabeza  se la ofreció al guerrero agonizante al que atravesaban miles de flechas. Enjugó el sudor de la frente de Bhisma mientras el sol se dirigía hacia la dirección norte, acercando al gran guerrero a la muerte.