Muerte a los Tiranos
La Historia de Paraśurāma, continúa…
“Cuando la ola de soldados se dieron cuenta
del peligro y fueron hacia él, disparó
lluvias de flechas desde el arco invencible de Shiva, segándolos como al trigo
en época de siega. Los cadáveres de los jóvenes príncipes fueron sembrados en
la senda del río. Los buitres sobrevolaban las cabezas. El tigre acechaba en
las sombras en espera del festín que tendría cuando llegara la noche. Sin
embargo el poderoso Paraśurāma continuaba dando rienda suelta a su ira,
inmisericorde en contra de los soldados diabólicos quienes embistieron contra
su padre.
Que Mueran los Tiranos! |
“Finalmente, el propio Kartavirya Arjuna,
el rey vicioso que regía la ciudad de Mahashamati a orillas de Narmada en Madha
Pradesh, montó su carroza dorada y voló hacia Paraśurāma. Con un arma en cada
uno de sus mil brazos, o armado con mil armas, persiguió al joven Paraśurāma en
su carroza de feroces caballos.”
Bhishma continuaba... |
Bhiṣma hizo una pausa. Levantó la cabeza
para beber de nuevo del refrescante arroyo del río Ganges que fluía desde el
sitio en el suelo al cual el poderoso Arjuna había lanzado una flecha.
“La rabia de Paraśurāma era mucho mayor al
poder del corrupto dictador Kartavirya. Había oprimido por mucho tiempo a la
gente humilde del Narmada, violado mujeres, saqueado sus aldeas, y había
acaparado tesoros con el botín. Había contaminado ríos, destruido granjas, extorsionado
impuestos a la gente, empobreciéndoles mientras él vivía lujosamente. Robó
también la vaca Kamadhenu del bosque del sabio, Jamadagni, por codicia. Ahora
era el momento de pagar por sus crímenes y por el asesinato de Jamadagni. Era
el momento de humedecer la tierra con su sangre.”
Asi Mueran los tiranos! |
“En el combate mano a mano, Kartavirya era
superior. La leyenda cuenta que tenía mil brazos, aunque puede haberse referido
a que tenía mil armas. De cualquier modo, Paraśurāma cercenó sus brazos, uno a
uno hasta que el orgullos Kartavirya
quedó con solo muñones a la vista.
Algunos dicen que corto los brazos de
Kartavirya usando sólo flechas que Paraśurāma produjo por miles, que creó una
tormenta de dardos. Otros creen que fue el singular manejo de su hacha lo que
causó la matanza. Cuando Kartavirya quedó indefenso y suplicaba por
misericordia, Paraśurāma le decapitó con su poderosa hacha de batalla, otorgada
a él por el Señor Shiva, el destructor de planetas.
Bhiṣma dijo, “Y cuando el duelo concluyó, Paraśurāma
continuaba sediento de sangre de los déspotas. Extendería su rabia hacia los
reyes diabólicos y los príncipes por el resto de su vida, hasta que hubiera
aniquilado a la generación entera de Kshatriyas y a los despóticos tiranos.
Cuando terminó, codujo el sacrificio
Ashvamedha, un gran sacrificio de caballos realizado únicamente por los más
grandes reyes.”
La Ira de Parashurama |
Su gran discípulo Bhiṣma, uno de los
mayores guerreros que alguna vez han guiado una carroza, continuó: “Siendo niño
aprendí a llevar hacha y espada, y a estirar el arco y darle al blanco. Conocí
los diversos tipos de flechas y el cómo controlar varias armas con mantra. Poco
a poco me convertí en un hombre joven y era fuerte, así que ayudé con las
tareas sencillas de la vida del ashram.
“El me enseñó las artes marciales y cómo
disciplinar la mente y el cuerpo. Del gran Vasiṣṭha a quien había ofendido en
mi vida pasada, aprendí los ocho brazos de la senda de Asthanga-yoga, el
análisis de la materia y la energía que se encuentra en la filosofía Sankhya y
los distintos chakras de Kundalini yoga.
La furia en contra de los despotas |
Con la ayuda de Paraśurāma me hice experto
con la espada, el arco, el hacha y la jabalina. Aprendí a empuñar la vara de hierro y el mazo; cómo
lanzar dardos con una honda y a disparar cientos de flechas veloces como el
viento. Aprendí a preparar diferentes tipos de flechas, con puntas de cobre,
con veneno, con bronce y otros metales. Y el uso de flechas ardientes.”
Armas antiguas de la India |
Practiqué con la lanza y la jabalina, y a lanzar otras armas, barras de
hierro y dardos. Aprendí la importancia
de proteger la mano de la fricción de la cuerda del arco llamada hastaghna. A
tocar la Dundubhi y la Bakura, que son los instrumentos musicales para la
guerra los cuales siembran el temor en los corazones de los hombres.
Elefantes de Guerra |
Aprendí a montar a caballo en las faldas de
las colinas de los Himalayas y cómo cuidar al caballo. A usar armadura y cota
de malla. Se me enseñó a hacer una trinchera, poner redes y trampas, a usar la
cuerda encendida como arma de humo. Nos aventuramos hacia las planicies
abandonadas de Kurukṣetra, estas mismas planicies que ves ahora, en estos días,
este era un sitio verde y cabalgábamos a caballo a través de la planicie, el
mentor competía con el discípulo.
Montando Caballo en las Himalayas |
Mi Señor, Paraśurāma encontró en mí a un
estudiante ávido. Dominé cada una de las artes en su momento mientras servía a
mi guru fervientemente, le llevaba agua y atendía el ashram. Aprendí a entrenarme y la disciplina a los pies del
maestro. Practiqué a luchar con otros
estudiantes. Me hice experto en el arte del mazo, cómo saltar y girar y
zigzaguear en el aire. Cuando dominé la equitación se me permitió practicar con
la cuadriga, armada con todos los elementos militares, incluía espadas,
escudos, arco y flechas, mazo, honda y dardos y jabalinas.
Parashurama, guru de Bhishma |
Después, aprendí a controlar a los
elefantes de guerra, a subyugarlos con mantras y palabras amables, a pelear con
arco y flecha mientras los elefantes arrasaban a través de las planicies de Kurukṣetra.
Muchos hombres llegaron a aprender la ciencia de las armas de mi maestro y
muchos fueron desechados. Paraśurāma se adhería a las leyes del dharma y sólo
formaba a aquellos que juraban utilizar sus poderes para defender la verdad y
la justicia. Por último, cuando estuve listo, me inició al uso de armas
secretas conocidas únicamente por los místicos más elevados. Me otorgó armas
que el propio Shiva le diera cuando arrasaba a los viejos saqueadores Haihaya
Ksatriyas.
Me hice experto en el uso de todas esas
armas, y dominé el arte de la guerra. Recibí la mejor educación para cualquier
príncipe que está listo para asumir el mando de todas las Indias y regir a la
muy grande Bharata.
Monedas antiguas de la India |
“Y cuando estuve listo me hice un hombre,
fui enviado lejos del ashram de mi Señor Paraśurāma, el asesino terrible de
kshatriyas. Descendí hacia el valle del
río Ganges, mi madre, y regresé a mi hogar al reino de mi padre Shantanu.
El anciano empalado en una cama de flechas
hizo una pausa. Un niño pequeño vestido como un brahmán tomó agua del manantial
cerca de su cabeza se la ofreció al
guerrero agonizante al que atravesaban miles de flechas. Enjugó el sudor de la
frente de Bhisma mientras el sol se dirigía hacia la dirección norte, acercando
al gran guerrero a la muerte.