नारायणं नमस्कृत्य नरं चैव नरोत्तमम्
महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
La Historia Verdadera
de
Nala y Damayanti
Un Romance Hindu
de Mahābhārata
Tras haber dado un breve resumen del
significado y contenido del Bhagavad-Gītā, ahora regresaré amables lectores a
la historia del Mahābharata. Mucho de la historia, por supuesto, es muy
conocido, especialmente las partes del conflicto entre los Kurus y los Pāṇḍavas.
Ampliaré en su momento el tema del conflicto, pero me pareció oportuno dejar
atrás la violencia y el conflicto de la guerra y divagar hacia las historias
más encantadoras del Mahābharata, la de Nala y Damayanti.
La historia desde antaño ha sido contada
muchas veces por los grandes poetas Kalidasa, también por muchos otros poetas
en Sánscrito y en las lenguas nativas de India. La historia de Nala y Damayanti
paralela la historia de Yudhiṣthira y la pérdida de su reino a través del juego
de dados, es por ello que pide escucharla. Nos reunimos con los Pāṇḍavas en su
exilio del bosque.
Los Hermanos en Exilio
Arjuna, el de los brazos poderosos, había
dejado a sus hermanos para ir en busca de las armas de los dioses. Y ahí en el
bosque ellos vagaban: el Príncipe Yudhiṣthira, el fuerte Bhīma, los gemelos y
la hermosa Draupadī. El exilio era cruel. Ellos se lamentaban por la pérdida de
su hermano, cuyo afilado ingenio y flechas veloces les habían salvado la vida
tantas veces. El error de Yudhiṣthira era su vicio por el juego. Si sólo no
hubiera lanzado los dados con el astuto Shakuni, no se habrían visto obligados
a abandonar su reino.
El Juego de Yudhisthira |
Y ahí, en la oscuridad del bosque, las
austeridades amargas desgarraban su corazón y orgullo.
Por momentos su sufrimiento era difícil de
soportar. Comer raíces y bayas en el bosque era difícil para un hombre como
Bhīma; más aún lo era el tragarse el orgullo. Quería pelear. Aún ahora podían
cabalgar hacia Hastinapura y desafiar a los simpatizantes de Duryodhana y a sus
aliados a una pelea justa. ¿Por qué esconderse como bandidos en el bosque? Con
el poderoso brazo derecho de Arjuna podían tomar la ciudad de los elefantes y
llevar a la tumba a sus primos perversos. Pero habían perdido todo ante la
decepcionante astucia de Shakuni y el vicio por el juego de Yudhiṣthira.
Pandavas en Exilio |
LA VISITA DE VRIHADASWA
Una noche, en las profundidades de la selva sentados frente al fuego bajo la luna,
mientras veían arder las brasas tenues, Bhīma confrontó a su hermano Yudhiṣthira,
“Siempre hablas del dharma, o reglas. ¿Qué pasa al seguir tus reglas? Fueron
duras las condiciones de tu juego perdido, hermano. Doce años de exilio, y un
año más en la clandestinidad sin ser descubiertos por nuestros enemigos. ¿Qué
pasa si seguimos los términos de acuerdo a la ley? ¿Y si lo hacemos todo a la
perfección? Estos hombres son tramposos. ¿Qué pasa si después de salir del
bosque, tras seguir los términos del exilio, viene de nuevo Shakuni y te reta.
Y qué si dice. ’No seas cobarde, ¡juguemos a los dados!’ No podrás negarte al
desafío. Conociendo las leyes de los reyes, aceptarás.
“Tú y tu honor. Jugarás de nuevo para
proteger tu honor y seremos timados una vez más. Ya tuve suficiente de estos
juegos. Cabalguemos ahora y hagamos la guerra a nuestros enemigos. Lavaré el
cabello de Draupadī en la sangre de los hombres que la insultaron y pongamos
punto final a esto."
Bhima con el corazón de su enemigo en la mano
|
Pandavas y Draupadi, Bas Relieve, India |
Y Yudhiṣthira dijo, “No podemos romper
ahora nuestros votos. Ya casi cumplimos la sentencia. Si rompo ahora mi voto,
los hombres dirán, durante años, a partir de ahora, que soy un mentiroso. He
dado mi palabra como rey de seguir los términos del exilio. Pero escucha esto:
He consultado a hombres más sabios que yo, sabios que pueden predecir el
futuro. Puedo asegurarte que sin duda alguna tú y Arjuna matarán a los
príncipes envidiosos de Hastinapura al final de nuestro exilio. No habrá más
juegos, pero tenemos que ser pacientes.”
“Como soy honesto, esto sucederá.
Y aunque caí víctima de hombres pecadores
que me vencieron con trampas en los dados, esto nunca sucederá de nuevo. No
seré nunca presa de nuevo de los trucos del astuto Shakuni. Anota mis
palabras”.
Pero Bhīma rió. Sacudió la cabeza y lanzó
su taza al fuego, disgustado. “Una vez jugador, siempre jugador”, dijo. “Los
hombres honestos no son engañados a través del vicio de jugar. Triste el día en
que aprendiste a lanzar los dados. Lo llamas el juego de los reyes. Yo lo llamo
el juego de los tontos”. Miró a su hermano, listo para pelear.
Justo entonces, escucharon crujir una rama
a unos pasos de ahí. Callaron. Grandes osos se habían abierto paso hasta este
bosque en ocasiones. Bhīma mató una vez a un gran Rakshasa come-hombres, Hidimba
en una noche como esta. Los gemelos prepararon sus arcos, alertas ante el
intruso.
“No despierten a Draupadī”, dijo Bhīma en
un susurro. Se dio la vuelta y se movió en silencio hacia el sonido con su maza
en mano.
“Tal vez es sólo el viento”, dijo Yudhiṣthira.
Escucharon de nuevo el sonido, más cerca.
Lo llamaban Brihad Asva, lo que significa
“gran árbol”. Tal vez debido al “gran árbol” en el que su guru tenía su ashram,
o tal vez porque era un hombre grande para ser un sabio del bosque. Era un
vidente de la verdad, un tattva-darshibhi.
Conocía el pasado y podía ver el futuro.
Había pasado largo tiempo en el bosque Khandava.
Brihad Asva sabía dónde encontrar agua pura
del bosque y cómo llamar al fuego sagrado de una varita. Podía comer si cazar
pues conocía los árboles que tenían flores y las hierbas y estaba bendecido por
los dioses. Conocía los Vedas y las historias llamadas Puranas. Sabía que los
Pāṇḍavas descansaban en la cercanía. Era un hombre grande y mientras vagaba
atravesando el bosque las creaturas de la noche huían ante él.
A través de las ramas de un árbol de
tamarindo pudo ver la luz tenue de la fogata que ardía, a los hombres que se
estiraban y relajaban antes de tomar su descanso nocturno.
Brihad Aswa había caminado largamente a
través de la jungla para llegar a este lugar. Podía ver que los Pāṇḍavas habían
tomado el mejor sitio para hacer su campamento. Estaban cerca del río Saraswati
y ahí había muchos árboles frutales. El claro que escogieron estaba bien
protegido por espinos. Podía ver a Bhīma, y al rey Yudhiṣthira. Discutían
mientras Nakula y Sahadeva hacían guardia, con los arcos preparados. Dio un
paso hacia adelanta y pisó una ramita.
Bhīma entró en acción. Al instante tomó
su mazo y atravesó el bosque con su mirada oscura.
“Tal vez es sólo el viento”, dijo Yudhiṣthira.
“¿Quién anda ahí?” dijo Bhīma.
“¡Yudhiṣthira Mahārāja, Ki Jai!” dijo la
voz en la noche.
“Vengo en paz”.
Espada en mano, Yudhiṣthira se había unido
a su hermano. Miraron hacia la noche sin luna, a través de las zarzas,
ajustaron sus ojos. Una forma se acercó a través del alto bambú que estaba
cerca del río. Yudhiṣthira tocó el brazo de su hermano: “Espera”, dijo.
“Vengo en paz”, dijo de nuevo la voz.
Vieron entonces al hombre robusto, grande como un árbol, vestido con una piel
de venado, una cuerda por cinturón. Su cabello recogido en la cabeza y
enmarañado. A través de una barba negra y rebelde y unos claros ojos azules y
un el despliegue de una sonrisa les dijo
que era un amigo. “Shanti, Om”.
Yudhiṣthira envainó su filosa espada. Bhīma
descanso su mazo en el árbol de tamarindo. Pudieron ver que el hombre era un
peregrino, un santo, un vidente de la verdad de la vieja escuela de los sabios
del bosque. Se miraron uno al otro y rieron.
“Bienvenido a nuestro humilde campamento”,
dijo Bhīma. “Perdone nuestros modales, pero hay osos en este bosque”.
“Larga vida al rey”, dijo el sabio.
“Y gloria a los santos”, dijo Yudhiṣthira.
Bendícenos, señor con tu presencia. Los sitios sagrados son llamados “thirtas”
o sitios de peregrinación no a causa de sus monumentos, sino a causa de los
grandes hombres que los bendicen de vez en cuando con sus pisadas. ¿Qué le trae
al río sagrado?”
“Escuché de un brahmán que pasaba que los
hijos de Paṇḍu estaban aquí cerca y tenía que verlo por mí mismo. No vine aquí
a bendecir el sitio sagrado sino a tomar tus bendiciones, porque tú mi querido
rey eres muy querido por el mismísimo Dios, Kṛṣṇa, y por todos los santos.
Todo el mundo espera que gobiernes lo que
ocurrirá dentro de unas cuantas estaciones del sol.”
Yudhiṣthira dijo, “Hemos escuchado tu
nombre, Brihad Aswa, eres de hecho como un gran árbol.
Un árbol es al mismo
tiempo tolerante y humilde, da sombra, refugio y fruta a tantos, sin pedir nada
a cambio. Como tú has tomado refugio en el gran árbol del conocimiento que fue
tu guru predecesor, puedes dar refugio a otros. Perdona nuestra condición caída
y acepta mis reverencias humildemente”.
Y tras decir esto, Yudhiṣthira y Bhīma,
movidos por la humildad de este hombre como árbol, quien llegó desde tan lejos
sólo para servir al rey, cayeron a los pies de Brihad Aswa con las manos unidas
en oración.
Brihad Aswa hizo una profunda reverencia,
tomó al rey suavemente del hombro y lo puso de pie, “Me perjudicas, Oh Rey al
honrarme de este modo. Por favor, levántate. Dime, ¿cómo llegaste hasta aquí?
¿Cómo están tus hermanos? ¿Y la amable Draupadī? ¿Cómo la pasa ella en este
bosque oscuro?”
Y entonces, tras haberse encontrado con el
sabio de dimensiones arbóreas en la noche sin luna junto al río sagrado, Yudhiṣthira
y Bhīma lo llevaron de regreso al campo e hicieron lo que pudieron para
mantenerlo cómodo y le ofrecieron toda la hospitalidad que había en sus manos.
A la mañana siguiente, Brihad Aswa se
levantó temprano. Y tras bañarse en el agua sagrada del río y habiendo hecho su
meditación matutina, se encontró de nuevo con los Pāṇḍavas quienes le
atendieron con agua fresca y comida caliente. Draupadī había bendecido su
vasija de cobre que produce cantidad ilimitada de arroz fresco cocido y otras
viandas. Brihad Aswa preguntó a los Pāṇḍavas acerca de sus recorridos por el
bosque y ellos le contaron sus aventuras.
“¿Cómo puede un guerrero fiel y honesto
atado en lealtad, discutir con su hermano mayor y rey?” dijo el sabio.
Yudhiṣthira dijo, “Es mi culpa. Oh santo,
escucha mis dudas y equilibra mi mente. Estoy en una gran crisis”.
“He puesto a mis hermanos y mi reino en
riesgo. Aposté mi riqueza, mi reino y a mi esposa”.
Bhīma interrumpió, “¡Pero podemos pelear!
Podemos castigar a Duryodhana y a sus primos”, dijo, flexionando los brazos.
“Deja que te escuchemos”. Dijo Brihad Aswa,
cambiando la posición de su asiento. “Continúa”.
Yudhiṣthira recogió una hoja de mango y la
escudriñó mientras hablaba. “Soy un rey. Tenemos un código. Cuando cambia,
tenemos que responder el llamado, ya sea en batalla o cualquier otro conflicto.
Retorció la hoja entre sus dedos.
“Convocado por jugadores astutos hábiles
con los dados, fui forzado a responder a su llamado. Haber rehusado hubiera
sido una cobardía. Si mis aliados sabían que había rehusado el reto me hubieran
considerado débil y se hubieran unido a la oposición”.
Aplastó la hoja entre sus dedos, Yudhiṣthira
miró a su hermano cuyos ojos seguían hinchados de rabia.
“Difícilmente se podía rechazar un reto de
mis primos. Y sin embargo utilizaron a su tío, un truquero astuto llamado
Shakuni, experto en dados, para destruirme. Se dice que se jugó a los dados los
huesos de su padre. Se dice que cuando habla a los dados ellos ejecutan su
venganza. Mientras que yo, tomo el reto y no soy un experto en juegos de azar y
poco sé de hacer trampas”.
Yudhiṣthira dejó caer la hoja y fijó la
mirada en Brihad Aswa. El sabio escuchó con cuidado, sorbió agua de un cuenco
de hojas. Yudhiṣthira dijo, “Soy un hombre honesto. Pero estos pecadores me
timaron. Timaron a mi esposa y a mis hermanos. Me hicieron jurar el exilio y he
de guardar mi promesa pues he puesto mi palabra en garantía”.
“Pero ahora no tengo nada. Vago por aquí
como me ves, en harapos y piel de venado, duermo bajo un árbol. He perdido a
mis hermanos, al veloz e inquieto Arjuna. Mi esposa está vestida en harapos y
sólo tiene desprecio por mi cobardía. Mi hermano el poderoso Bhīma quiere
provocarme a pelear. Estoy atado por mis promesas, condenado por mi vicio,
empobrecido y engañado. Si me decido por la guerra, seremos asesinados. Somos
inferiores en número y en hombres. Nuestros aliados están dispersos. Estamos si
hogar y sin ayuda, abandonados por nuestros amigos. Y sin embargo si atacamos
prematuramente seguro que enfrentaremos la destrucción. ¿Cómo pudo pasar esto?
Un rey no debe desesperar. Soy un hombre, un guerrero. ¿Cuánto tiempo he de
permanecer aquí en el bosque como un criminal escondido? No creo poder seguir
así”.
El sabio miró el horizonte. Pudo ver el río
sagrado Saraswati en la distancia, su cauce plateado parecía desvanecerse en el
infinito. Reflexionó en las palabras del rey y recordó las enseñanzas de los
antiguos Puranas. Clavo la mirada en Yudhiṣthira. El rey estaba desconsolado:
“¿Ha alguien sufrido antes así como yo? Míranos”.
“Hemos sido descastados, ridiculizados,
empobrecidos, despojados del reino y hogar y vestidos en harapos… ¿Ha habido
alguna vez un príncipe tan desgraciado como yo? Dime si puedes de alguien que
haya caído tan bajo como yo, que sea más miserable que yo”.
“Siento el peso del exilio. Mis hermanos y
seguidores cuentan conmigo para regresar y gobernar el reino de Hastinapura.
Pero la senda es larga. No siento la fuerza de continuar este áspero camino. A
riesgo de ser asesinado como una oveja estoy tentado a romper mi voto y buscar
venganza contra esos malhechores. Tal vez Bhīma tiene razón después de todo. Es
hora de sembrar violencia y destrucción en los hijos de Dhritarasthra. Pero
estoy confundido con mi senda, ¿Cómo ves las cosas?”
El sabio de dimensiones arbóreas se sentó
en una posición de loto. Su meditación le llevó hacia otro tiempo. Recordó las
historias que le enseñaron. Brihad Aswa conocía la importancia de la promesa de
Yudhiṣthira y lo profundo de su desesperación. Con gravedad empezó a contar su
historia.
“Oh gran rey”, dijo Brihad Aswa, “no eres
el único que has estado en esta situación”.
“Dime, oh sabio”.