नारायणं नमस्कृत्य नरं चैव नरोत्तमम्
महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
La Historia Verdadera
de
Nala y Damayanti
Un Romance Hindu
de Mahābhārata
traducido por
Teresa Loret de Mola Tapanandini D.D.
“Los pájaros volaron por encima de los
muros del palacio hasta que encontraron un jardín de árboles altos y fuentes de
mármol en los patios interiores del Rey. Ahí chapotearon en el agua del pequeño
estanque, cercano a donde Damayanti caminaba con sus cien doncellas en la
incipiente mañana iluminada. Y la joven Damayanti estaba encantada de ver a los
graciosos cisnes de alas doradas jugando en las cristalinas aguas del estanque.
Ella les lanzaba agua desde la orilla y los cisnes juguetones corrían de aquí
para allá.
“Damayanti retozaba en la orilla del agua,
persiguiendo a los cisnes. Sus ágiles doncellas corrían y reían como una
bandada de cisnes dispersa. Todas las jóvenes se sumaron al juego y
persiguieron a un cisne, ya que todos iban en diferentes direcciones. La propia
Damayanti corrió tras el pájaro dorado más grande, el mensajero del príncipe
Nala. Y ese cisne mensajero llevó a la princesa virginal lejos de sus doncellas
hacia un bosquecillo aislado de árboles de ashoka.
“Y justo cuando estaba a punto de atraparlo
y tomarlo con sus delgados brazos, el cisne se volvió hacia ella. Sacudió el
agua de su plumaje y levantó su pico y habló en el lenguaje humano, dijo: “Oh
doncella preciosa, princesa Damayanti de Vidarbha , escúchame.”
La princesa Damayanti estaba sorprendida de
escuchar a un cisne con alas doradas dirigirse a ella en lenguaje humano. Ella
escuchó, sorprendida, con los vellos erizados.
“Escúchame”, dijo el cisne. “He venido
desde la corte de un gran príncipe lejano. Este príncipe es el señor de los
Nishadhas. Su nombre es Nala. Este alto y noble monarca es igual en belleza a
los dioses. Es como el mismísimo cupido, atractivo y fuerte, envidiado por los
dioses, Gandharvas, y hombres.
“Oh doncella de talle delicado”, continuó
el cisne, “aunque es un gran rey, un hombre de carácter, está triste y
melancólico. De hecho sólo piensa en ti. No está casado pero desea tomarte, oh
princesa como su esposa y hacerte su reina.
“Si tomas a Nala como tu esposo, los dos
unirán sus reinos y gobernarán extensamente.
“Nosotros los cisnes de alas doradas hemos
visto dioses y hombres, e incluso seres celestiales como Gandharvas y Nagas. Pero nunca hemos
visto a alguien semejante a Nala. Es una joya entre los hombres, un dios entre
los reyes.
“Tú eres una perla entre las damas
hermosas. Di la palabra y regresaré ahora con el Rey Nala, junto con esta
bandada de cisnes dorados. Llevaré tu mensaje de asentimiento y aseguraré los
preparativos de la boda.
“De sobra está decir que si accedes, tú y
Nala vivirán en paz por muchos años, gobernando los reinos de Nishadha y de
Vidarbha desde sus palacios rodeados de amorosos hijos en gran felicidad. Nala
es el orgullo de los hombres y tú eres la perla de las doncellas. El
incomparable don del amor será suyo. Y cuando la inigualable Damayanti se case
con el sin rival Nala todos se regocijarán. Su unión será bendecida por todos
los dioses”.
La poesía de las palabras del cisne
atravesó el corazón de Damayanti y le dieron mareos. Se desmayó. Pero cuando
despertó el cisne estaba ahí aún, asoleándose en el jardín con sus alas doradas
radiantes a la luz de la mañana.
Ella se sonrojó. “Pensé que había sido un
sueño”, dijo.
“No fue un sueño”, dijo el cisne. ¡Sólo da
tu palabra e iré en busca de tu esposo Nala hasta su jardín y le daré las
buenas noticias! El compromiso se habrá formalizado”.
La tez blanca de Damayanti se sonrojó
rosada. Sonrió. “Sea”, dijo. “Si es mi destino estar unida a ese gran príncipe,
entonces he de seguir mi corazón. Dile a Nala que seré suya”.
“Sin duda lo haré, hermosa Damayanti”, dijo
el dorado cisne mensajero.
El cisne dorado, satisfecho con su tarea,
de nuevo surcó los cielos. Se dispararon sobre Vidarbha y regresaron a la
tierra de los Nishadhas por el mismo camino por el que llegaron. Y regresaron
de nuevo al jardín de Nala se presentaron ante el noble príncipe y le contaron
todo.
“Ella te ha aceptado, oh Nala. No necesitas
dudar de ella. Ella corresponde tu amor y unirá su mano a ti en matrimonio”.
Brihad Aswa continuó, “A medida que los
cisnes de oro se disiparon por encima de Damayanti ella apenas podía creer lo
que acababa de suceder. Y a medida que pasaron los días se embriagó con su
enamoramiento. Cuando recordaba de nuevo las dulces palabras del cisne, su amor
ardía en su corazón y no podía encontrar paz.
Incapaz de confiar en sus doncellas o
incluso en su madre la reina, se hizo melancólica. Sus mejillas perdieron el
rubor y se puso pálida y demacrada. Perdida en su propio mundo. Damayanti
vagaba distraída como una mujer enloquecida.
En los banquetes que hacía su real padre,
perdió todo interés. Y en noche no podía dormir. “Oh, ¿qué haré?” gemía.
Poco a poco sus doncellas fueron hacia la
reina y le contaron de la angustia de Damayanti. La reina supo que la princesa
tenía que estar enamorada y fue a ver al rey.
El Rey Bhīma dijo, “¿Por qué está tan
distraída nuestra hija? No se interesa ni por la comida ni por la bebida. Se ve
pálida. ¿Está enferma?
“Damayanti está enamorada”, dijo la reina.
“No estoy segura de cuándo y cómo ha concebido esta pasión, pero estoy segura
de que se ha enamorado del Príncipe Nala de la tierra de Nishadha. Tienes que
meter la mano en esto.
Al fin el rey pudo entender cuál era el
problema de su hija. Supo por todas las indicaciones que la princesa estaba ya
en edad de casarse. Y era su deber de padre el buscar una pareja adecuada y
casarla antes de que muriera de amor.
En aquellos días como hasta hoy, era
costumbre que el rey organizara una svayamvara, en donde campeones podrían
competir con armas por la mano de la joven princesa.
“Organicemos un concurso por su mano”, dijo
el Rey. “Declararé su svayamvara. Dejemos que este Nala venga y desafíe a los
otros jóvenes galantes. Y si ella lo acepta, los dejaremos gobernar como Rey y
Reina”.
Y fue así que el rey Bhīma convocó a
distintos reyes y príncipes, envió a sus mensajeros y heraldos por todo el territorio
a anunciar la inminente competencia swayaṃvara por la mano de su hija, la
hermosa Damayanti.
La fecha para la ceremonia de la
competencia quedó establecida. Todos los reyes y príncipes importantes
empezaron a llegar a la corte de Vidarbha para competir por la hermosa
Damayanti quien ya para entonces estaba consumiéndose, muriendo de amor,
suspirando por el día en que Nala llegara a rescatarla.
Estos nobles señores sacudieron la tierra
con el estruendo de sus carros y el rugido de sus elefantes mientras se
encausaban hacia Vidarbha. Muchos jóvenes excelentes cabalgaban fuerte sobre
sus sementales encabezando a sus soldados hacia la tierra del Rey Bhīma.
Llegaron con sus batallones de soldados en cota de malla, con sus escudos
redondos y sus flechas en ristre.
El poderoso rey Bhīma saludó a los jóvenes
pretendientes con guirnaldas de flores y ornamentos y les proveyó de estancias
hermosas en el palacio en donde podían descansar hasta el día señalado. Y así
miles de hombres armados, kshatriyas todos, llegaron al gran palacio del rey de
Vidarbha.
Y a medida que los poderosos reyes y
príncipes se reunieron para competir por la mano de la hermosa Damayanti, el
rey de los cielos se dio cuenta.
de Mahābhārata
traducido por
Teresa Loret de Mola Tapanandini D.D.
“Los pájaros volaron por encima de los
muros del palacio hasta que encontraron un jardín de árboles altos y fuentes de
mármol en los patios interiores del Rey. Ahí chapotearon en el agua del pequeño
estanque, cercano a donde Damayanti caminaba con sus cien doncellas en la
incipiente mañana iluminada. Y la joven Damayanti estaba encantada de ver a los
graciosos cisnes de alas doradas jugando en las cristalinas aguas del estanque.
Ella les lanzaba agua desde la orilla y los cisnes juguetones corrían de aquí
para allá.
“Damayanti retozaba en la orilla del agua,
persiguiendo a los cisnes. Sus ágiles doncellas corrían y reían como una
bandada de cisnes dispersa. Todas las jóvenes se sumaron al juego y
persiguieron a un cisne, ya que todos iban en diferentes direcciones. La propia
Damayanti corrió tras el pájaro dorado más grande, el mensajero del príncipe
Nala. Y ese cisne mensajero llevó a la princesa virginal lejos de sus doncellas
hacia un bosquecillo aislado de árboles de ashoka.
“Y justo cuando estaba a punto de atraparlo
y tomarlo con sus delgados brazos, el cisne se volvió hacia ella. Sacudió el
agua de su plumaje y levantó su pico y habló en el lenguaje humano, dijo: “Oh
doncella preciosa, princesa Damayanti de Vidarbha , escúchame.”
La princesa Damayanti estaba sorprendida de
escuchar a un cisne con alas doradas dirigirse a ella en lenguaje humano. Ella
escuchó, sorprendida, con los vellos erizados.
“Escúchame”, dijo el cisne. “He venido
desde la corte de un gran príncipe lejano. Este príncipe es el señor de los
Nishadhas. Su nombre es Nala. Este alto y noble monarca es igual en belleza a
los dioses. Es como el mismísimo cupido, atractivo y fuerte, envidiado por los
dioses, Gandharvas, y hombres.
“Oh doncella de talle delicado”, continuó
el cisne, “aunque es un gran rey, un hombre de carácter, está triste y
melancólico. De hecho sólo piensa en ti. No está casado pero desea tomarte, oh
princesa como su esposa y hacerte su reina.
“Si tomas a Nala como tu esposo, los dos
unirán sus reinos y gobernarán extensamente.
“Nosotros los cisnes de alas doradas hemos
visto dioses y hombres, e incluso seres celestiales como Gandharvas y Nagas. Pero nunca hemos
visto a alguien semejante a Nala. Es una joya entre los hombres, un dios entre
los reyes.
“Tú eres una perla entre las damas
hermosas. Di la palabra y regresaré ahora con el Rey Nala, junto con esta
bandada de cisnes dorados. Llevaré tu mensaje de asentimiento y aseguraré los
preparativos de la boda.
“De sobra está decir que si accedes, tú y
Nala vivirán en paz por muchos años, gobernando los reinos de Nishadha y de
Vidarbha desde sus palacios rodeados de amorosos hijos en gran felicidad. Nala
es el orgullo de los hombres y tú eres la perla de las doncellas. El
incomparable don del amor será suyo. Y cuando la inigualable Damayanti se case
con el sin rival Nala todos se regocijarán. Su unión será bendecida por todos
los dioses”.
La poesía de las palabras del cisne
atravesó el corazón de Damayanti y le dieron mareos. Se desmayó. Pero cuando
despertó el cisne estaba ahí aún, asoleándose en el jardín con sus alas doradas
radiantes a la luz de la mañana.
Ella se sonrojó. “Pensé que había sido un
sueño”, dijo.
“No fue un sueño”, dijo el cisne. ¡Sólo da
tu palabra e iré en busca de tu esposo Nala hasta su jardín y le daré las
buenas noticias! El compromiso se habrá formalizado”.
La tez blanca de Damayanti se sonrojó
rosada. Sonrió. “Sea”, dijo. “Si es mi destino estar unida a ese gran príncipe,
entonces he de seguir mi corazón. Dile a Nala que seré suya”.
“Sin duda lo haré, hermosa Damayanti”, dijo
el dorado cisne mensajero.
El cisne dorado, satisfecho con su tarea,
de nuevo surcó los cielos. Se dispararon sobre Vidarbha y regresaron a la
tierra de los Nishadhas por el mismo camino por el que llegaron. Y regresaron
de nuevo al jardín de Nala se presentaron ante el noble príncipe y le contaron
todo.
“Ella te ha aceptado, oh Nala. No necesitas
dudar de ella. Ella corresponde tu amor y unirá su mano a ti en matrimonio”.
Brihad Aswa continuó, “A medida que los
cisnes de oro se disiparon por encima de Damayanti ella apenas podía creer lo
que acababa de suceder. Y a medida que pasaron los días se embriagó con su
enamoramiento. Cuando recordaba de nuevo las dulces palabras del cisne, su amor
ardía en su corazón y no podía encontrar paz.
Incapaz de confiar en sus doncellas o
incluso en su madre la reina, se hizo melancólica. Sus mejillas perdieron el
rubor y se puso pálida y demacrada. Perdida en su propio mundo. Damayanti
vagaba distraída como una mujer enloquecida.
En los banquetes que hacía su real padre,
perdió todo interés. Y en noche no podía dormir. “Oh, ¿qué haré?” gemía.
Poco a poco sus doncellas fueron hacia la
reina y le contaron de la angustia de Damayanti. La reina supo que la princesa
tenía que estar enamorada y fue a ver al rey.
El Rey Bhīma dijo, “¿Por qué está tan
distraída nuestra hija? No se interesa ni por la comida ni por la bebida. Se ve
pálida. ¿Está enferma?
“Damayanti está enamorada”, dijo la reina.
“No estoy segura de cuándo y cómo ha concebido esta pasión, pero estoy segura
de que se ha enamorado del Príncipe Nala de la tierra de Nishadha. Tienes que
meter la mano en esto.
Al fin el rey pudo entender cuál era el
problema de su hija. Supo por todas las indicaciones que la princesa estaba ya
en edad de casarse. Y era su deber de padre el buscar una pareja adecuada y
casarla antes de que muriera de amor.
En aquellos días como hasta hoy, era
costumbre que el rey organizara una svayamvara, en donde campeones podrían
competir con armas por la mano de la joven princesa.
“Organicemos un concurso por su mano”, dijo
el Rey. “Declararé su svayamvara. Dejemos que este Nala venga y desafíe a los
otros jóvenes galantes. Y si ella lo acepta, los dejaremos gobernar como Rey y
Reina”.
Y fue así que el rey Bhīma convocó a
distintos reyes y príncipes, envió a sus mensajeros y heraldos por todo el territorio
a anunciar la inminente competencia swayaṃvara por la mano de su hija, la
hermosa Damayanti.
La fecha para la ceremonia de la
competencia quedó establecida. Todos los reyes y príncipes importantes
empezaron a llegar a la corte de Vidarbha para competir por la hermosa
Damayanti quien ya para entonces estaba consumiéndose, muriendo de amor,
suspirando por el día en que Nala llegara a rescatarla.
Estos nobles señores sacudieron la tierra
con el estruendo de sus carros y el rugido de sus elefantes mientras se
encausaban hacia Vidarbha. Muchos jóvenes excelentes cabalgaban fuerte sobre
sus sementales encabezando a sus soldados hacia la tierra del Rey Bhīma.
Llegaron con sus batallones de soldados en cota de malla, con sus escudos
redondos y sus flechas en ristre.
El poderoso rey Bhīma saludó a los jóvenes
pretendientes con guirnaldas de flores y ornamentos y les proveyó de estancias
hermosas en el palacio en donde podían descansar hasta el día señalado. Y así
miles de hombres armados, kshatriyas todos, llegaron al gran palacio del rey de
Vidarbha.
Y a medida que los poderosos reyes y
príncipes se reunieron para competir por la mano de la hermosa Damayanti, el
rey de los cielos se dio cuenta.