Errar es Humano
La Venganza vs.
Perdón, Tolerancia y Humildad
por Michael Dolan, B.V.Mahayogi,
traducida por Tapanandini DD, Teresa Loret de Mola
Se ha dicho que La venganza es un plato que
se sirve mejor si está frío” La venganza persigue la idea de justicia. La ley
del viejo Testamento, del “ojo por ojo y diente por diente”, que significa que
cuando un daño se ha hecho, la justicia dicta que se amerita un castigo igual.
La justicia es servida cuando el castigo se ajusta al crimen.
La
venganza es una proposición atractiva. Nuestra sociedad moderna se nutre de la
idea de venganza y justicia. La mayoría de las películas de acción giran en
torno a la idea de justicia y venganza. La versión cómic de la Liga de la
Justicia recientemente ha sido convertida en una superproducción
cinematográfica. Pero esto no es nada nuevo para la sociedad Occidental,
nuestro drama al menos desde los tiempos del Hamlet de Shakespeare giran
alrededor de la idea de justicia y venganza.
Vivimos en una cultura de venganza y odio
en donde por todas partes los ciudadanos exigen venganza. Los votantes enojados
quieren venganza en contra de los “liberales idiotas” y apoyan al hombre
verdaderamente corrupto quien promete cárcel a sus opositores. Los votantes
opositores quieren venganza en contra del “maniacos del ala derecha” quienes
eligen al nuevo tirano. Los mexicanos quieren venganza contra los gringos que
robaron Texas y California. Los gringos quieren venganza contra los mexicanos
que roban sus trabajos mal pagados.
Las guerras y los conflictos estallan
alrededor del mundo en donde se practica el genocidio masivo en nombre de la
venganza. La violencia es epidemia, propagada por el virus de la ira y la
intolerancia. En un día promedio en México, los periodistas son asesinados en
la calle a plena luz del cía. Un doctor en un avión que se niega a dejar su
lugar es arrastrado por un policía armado quien le rompe los dientes. Los eventos
simples de cada día, pues nos hemos acostumbrado a la brutalidad.
En todas partes la cultura del odio y la
rabia nutren el miedo, la intolerancia, e incluso la guerra y el caos. El miedo
y el odio copulan con la impaciencia y la intolerancia conducen hacia la senda
de la rabia, los disturbios civiles, los tiroteos y el terrorismo. Y si nos
volvemos hacia la cultura popular para aliviarnos hallamos el mismo mensaje
repetido una y otra vez desde el superhéroe de las películas hasta los
espectáculos basura de la Tv. “La violencia es buena; la Violencia es hermosa,
la Violencia nos liberará. No te enojes, participa. La venganza es un plato que
se sirve mejor frío, pero también es delicioso refrito o pasado por
microondas.”
Al buscar constantemente soluciones más y
más violentas a cada problema cotidiano contribuimos a que prevalezca la
atmósfera de violencia y venganza. La tolerancia y el respeto ya no son
valorados por la sociedad. El que muestra respeto a otros es un tonto, un
bufón, un “hippy”, un ingenuo idiota. Adoramos al astuto, al “ganador”. La
tolerancia y respeto es para los “perdedores”. Vivimos en un mundo de
explotación. Engaña o sé engañado. Comes o eres devorado. La ley de la jungla
es la ley de la tierra. En el mundo actual valoramos la tranza, el ángulo
agudo, el “arte de las transacciones”. La tolerancia y el respeto son para
tontos e idiotas. En la jungla sólo sobrevive el fuerte.
Qué extraño es entonces que no es siempre
el fuerte quien sobrevive, si no el astuto y engañoso. La ley de la jungla no
siempre es cierta. Eclesiastés dice: “He visto además bajo el sol que los
veloces no ganan siempre la carrera, ni los valientes la guerra, ni los sabios
tienen sustento, ni los inteligentes riqueza, ni los instruidos estima, pues en
todo interviene el tiempo y el azar.”
E incluso si el fuerte sobrevive a causa de
la ley de la jungla, también está la ley de la acción y reacción. Normalmente
pensamos del karma de forma abstracta: “Algo de lo que hago podrá afectarme
después”. Pero también hay el karma instantáneo. Lo que haces afecta quien
eres. Por seguir nuestras tendencias animalistas de venganza y gratificación
instantánea, nos transformamos gradualmente. Nos convertimos en lo que odiamos.
La venganza nos infecta a un nivel existencial. El virus se contagia de un alma
enfurecida a otra.
El enojo contamina el alma y el virus de la
venganza pasa de un alma a otra en una epidemia furiosa. Todos hemos visto el
meme de un jefe enojado que reprende a su empleado y quien va a su casa y le
grita entonces a su esposa. La esposa luego castiga al hijo quien le pega al
perro con un palo. El perro huye hacia la calle y muerde al enojado jefe quien
vuelve a casa del trabajo. ¿Qué es redondo y extremadamente peligroso? Un
círculo vicioso. El enojo no resuelve nada, sólo provoca la continuidad de la
cadena de acción y reacción, promoviendo la propagación del virus de la ira y
la contaminación de las almas en una epidemia de odio y miedo.
El perdón por otro lado, rompe la cadena de
la acción y reacción. Se dice “Erar es humano, perdonar es divino” El perdón es
divino porque existe fuera del círculo del crimen y castigo, la acción y
reacción. No hay razón para perdonar. La misericordia no tiene causa. El
apóstol Santiago nos enseña: “Y tengan en cuenta que será juzgado sin compasión
quien no practicó la compasión. La compasión, en cambio, saldrá triunfante del
juicio.” Santiago 2:13
Cuando el enfurecido Paraśurāma se vengó de
los reyes y príncipes militares llamados kshatriyas que aterrorizaban a la
tierra su padre Jamadagni le aconsejó el perdón recordando a su hijo: (S.B
9.15.40)
brāhmī saurī yathā prabhā
El deber de un brāhmaṇa es cultivar la
cualidad del perdón, el cual es iluminante como el sol. La Suprema Personalidad
de Dios, Hari, se complace con aquellos que están perdonando”.
Cuando Śrīdhara Maharaja nos indicó en el
verano de 1981 que la misericordia estaba por encima de la justicia, no
hablaban simplemente acerca de la misericordia divina. Nos pedía ser compasivos
con nuestros amigos, con nuestros hermanos con nuestros hermanos espirituales.
Nos instruía a perdonar a nuestros hermanos y hermanas sus transgresiones
contra nosotros.
Es gracioso, pero cuando escuchamos acerca
de la misericordia como atributo divino, naturalmente pensamos que se debe aplicar
a nosotros. La misericordia está bien si nosotros somos quien finalmente la
recibimos. Intuitivamente entiendo por qué Dios ha de perdonar mis pecados
igual de fácil a como entiendo por qué el banco ha de perdonar la deuda de mi
tarjeta de crédito y por qué el gobierno ha de liberarme de impuestos.
Lo difícil es cuando se me dice que aplique
a otros la misericordia. ¿Por qué he de perdonar? ¿Por qué he de ser
misericordioso hacia otros?
El perdón es divino puesto que se establece
fuera del balance del paradigma del crimen y el castigo, la acción y la
reacción. En el orden natural de las cosas, si alguien me insulta, los insulto.
Si me abofetean en la mejilla, les devuelvo la cachetada.
En la teología cristiana, en el libro de
Mateo, Cristo dice: “Tú has oído que el castigo ha de ser equivalente a la
lesión: ‘Ojo por ojo, y diente por diente’ ¡Yo les digo que no se resistan a la
persona perversa! Si alguien les pega en la mejilla derecha, ofrézcanle la otra
mejilla también. Si alguien los demanda en la corte y les arrebatan la camisa,
denle también la capa. Si un soldado les exige que carguen sus pertenencias una
milla, cárguenlas dos. Da a todo aquél que pida y no se aparten de quien les
pide prestado.
Esto es muy difícil de seguir y fácil de
olvidar. Se puede pensar que este tipo de sentimentalismo es rechazado por los
seguidores del Vedānta y de las antiguas tradiciones de la sabiduría de India.
Pero Caitanya Mahāprabhu va incluso más allá. Él afirma que para honrar
correctamente el Santo Nombre de Kṛṣṇa uno ha de ser más humilde que una hoja
de hierba y más tolerante que un árbol.
En su libro de canciones llamado Śaraṇāgati,
en el poema llamado vijñāpti, Bhaktivinod Ṭhākura ve el perdón, el respeto, la
humildad y la tolerancia como metas valiosas por alcanzar:
তৃনাধিক হীন, কবে নিজে মানি’,
সহিষ্নুতা-গুন হৃদোযেতে আনি’সকলে মানদ,
আপনি অমানী,হোযে আস্বাদিব নাম-রস-সার্
tṛnādhika hīna, kabe nije māni’,
sahiṣnutā-guna hṛdoyete āni’sakale
mānada,
āpani amānī, hoye āswādibo nāma-rasa-sār
“ Más bajo que una brizna de
hierba, más tolerante que un árbol. ¿Cuándo alcanzará mi mente esas cualidades?
Respeto hacia todo, sin esperar ser honrado, ¿Podré entonces saborear en néctar
del nombre sublime? ¿Cuándo, oh cuándo será ese mi día?”
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