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Wednesday, March 30, 2016

Romance Hindu XVIII La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:

Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi

Romance Hindu XVIII
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti





Aterrorizada y avergonzada Damayanti huyó a la sombra del bosque. Allí encontró una senda que serpenteaba hasta el otro lado del lago, en donde no había flores, sino únicamente zarzas y espinas. Sus pies descalzos sangraban al pisar la senda rocosa.
“¿Por qué estoy tan maldita? ¿Estarán los dioses tan enojados conmigo? ¿Cuál es mi pecado? Recién conozco a estos hombres cuando son masacrados por elefantes enloquecidos. Pero mi maldita vida fue salvada para que pase más tiempo en sufrimiento. Nadie muere antes de tiempo, dicen. Y sin embargo, ni siendo niña hice algo tan pecaminoso que pudiera causar esta terrible reacción. He de haber ofendido a los dioses en mi swayambvara. Los rechacé por Nala. Tal vez si hubiera escogido a un dios por esposo, no me hallaría en este bosque terrible. Pero cómo podría haber escogido de otro modo. Nala es mi destino”.
Y así, lamentándose de su destino, Damayanti siguió caminando hasta el atardecer. Y conforme avanzaba llegó hasta donde el camino se elevaba un poco, pudo ver, brillando a la distancia las torres de piedra de la ciudad de Suvahu el rey buscador de la verdad de los Chedis. Al fin.
“¿A dónde ha ido ella?”  El enano mágico
Brihadaswa dijo, “Tarde en la noche, Jivala pasaba por los establos, pudo ver que la luz parpadeante de una vela a través de la ventana. Se aproximó y escuchó el sonido quejos de un laúd, acompañado de una voz baja y ronca. El enano cantaba.
Curioso, Jivala se aproximó a la ventana. Pudo ver que el enano tocaba un curioso instrumento musical. Cuando escuchaba, pudo oír la canción de Vahuka que cantaba una balada triste y original acerca de un rey que perdió su imperio. “Qué canción tan extraña,” pensó el rey.  Atravesó las puertas de los establos y entró calladamente, pero cuando se acercaba, el enano dejó de cantar y bajó su laúd.
“Vahuka” dijo Jivala. “No te detengas. Sólo he venido a barrer los establos. Debo confesar, que nos has sorprendido a todos. Nunca pensé que pudieras ganar la carrera al rey de Aydhya. Y todos los invitados de la corte están satisfechos. Los brahmanes ahí  reunidos nunca habían probado comida tan sabrosa. Tu festín fue un éxito. Y todos hablan acerca de la carrera de caballos, te has hecho de una gran reputación aquí en Ayodhya, mi pequeño enano querido. Y ahora resulta que tocas el laúd. Siento interrumpirte, señor. Por favor continúa tu canción”.

Y Vahuka el enano miró a su amigo Jivala. Tomó de nuevo su laúd. Dijo, “Muy bien, mi señor. No soy un gran cantante. Pero mi canción cuenta una historia antigua. Tal vez la has escuchado antes. Y cantó a Jivala la extraña balada de un reino lejano, en donde gobernaba un rey grande y noble. Que estaba casado con una hermosa princesa, que lo había elegido de entre los dioses.
Reinó pacíficamente durante doce años, pero un día, el rey rompió un ekadasi, y cayó bajo la influencia de un demonio, Kali. Poseído por el demonio jugó a los dados y perdió su reino. Exiliado en el bosque, abandonó a su mujer, fue mordido por el príncipe serpiente, y se convirtió en un enano feo, destinado a entrenar caballos.
Cuando terminó Jivala estaba asombrado. “¿Qué significaría?” pensó. “¿Estaba Vahuka contando su vida en una canción? ¿Estaba maldito o poseído por algún demonio extraño?”
“Es una canción extraña”, dijo. “Y tan triste, ¿tú la compusiste?”.
Vahuka sonrió. “Como todas las baladas tristes, esta cuenta una historia increíble, y sin embargo me recuerda a alguien y la melodía no tiene mérito”.
“Pero tú has viajado por muchos sitios”, dijo Jivala, sospechando que Vahuka no estaba contando toda la historia. “¿Has conocido alguna vez a alguien como este rey que apostó su imperio a los dados?”
“Esas cosas sólo ocurren en las baladas, amigo mío”, dijo el misterioso enano. Sonrió ampliamente, mostrando sus dientes rotos entre su barba negra como el carbón y deslizó el plectro de marfil entre las cuerdas y puso a un lado su laúd. “Me da gusto que la gente disfrutara del festín. ¿Qué desea su señoría para el desayuno?
“Es una balada tan triste. Ha de haber algo de verdad en ella”, dijo Jivala quien estaba parado en la puerta del establo, apoyado en su escoba.
“Bueno, de acuerdo a los poetas, las canciones más dulces cantan las cosas más tristes”.
“Sí, pero la canción parece personal para ti. ¿Qué sucede con el enano?”
“Oh las viejas baladas están llenas de enanos y dragones, Nagas, yakshas y rakshasas. No debes tomártelo muy en serio. Seguramente fue compuesta por poetas para asustar a los niños para que vayan temprano a la cama. Hay muchas canciones así”.
“¿Conoces alguna otra?” dijo Jivala.
“Oh, está bien. Si quieres”. Dijo el enano. Levantó su laúd y tomó el plectro de entre las cuerdas. Una vez más empezó a tocar y cantar:
क्व नु सा क्षुत्पिपासार्ता श्रान्ता शेते तपस्विनी
स्मरन्ती तस्य मन्दस्य कं वा साद्योपतिष्ठति

kva nu sā kṣutpipāsārtā śrāntā śete tapasvinī |
smarantī tasya mandasya kaṃ vā sādyopatiṣṭhati ||

“¿En dónde está ella, desgastada y cansada?  En dónde está, hambrienta y sedienta y desgarrada por la penitencia. ¿En dónde descansa?
¿Recuerda al tonto que la abandonó? ¿A quién sirve ahora? ¿A dónde ha ido?
Y Jivala dijo, “¿Tal vez tú eres el esposo de la señora?”
La canción habla de un hombre que perdió el sentido. La mujer es impecable. Pero el tonto la deja, poseído por un fantasma. Y vaga, atormentado por el sufrimiento.
El desgraciado hizo falsas promesas. No puede descansar ni de día ni de noche. Y entonces por las noches, la recuerda, cantando esta canción, ‘Oh ¿a dónde ha ido?’ ¿quieres escucharla toda?”
Tócala” dijo Jivala-
Y retomando el tema, Vahuka cantó,
Tras vagar por todo el mundo, el miserable no podía dormir en la noche.
Poseído por Kali, su mente se consume de miedo.
Meditar y cantar este verso con pena, le da un poco de alivio.
Oh a dónde, oh a dónde se ha ido mi señora; la dejó como un ladrón.
Abandonada en el bosque oscuro, en el bosque solitario y aterrador.
¿Oh a dónde, oh a dónde ha ido mi señora? ¿Vive? ¿O ha muerto?
Muerta al amor que alguna vez nos tuvimos, ¿perdida como presa de las bestias?
Oh a dónde ha ido. ¿Por dónde vaga?


Su señor se ha ido.



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