En mi última publicación, mencioné la
historia de los Pāṇḍavas y los Kurus y de cómo conocieron a los guerreros
Gandharvas. Recuerdo la historia tal como me la contó mi guru Maharaja, B.R Śrīdhara.
Tal como me la contó, debemos superar diferencias sectarias para hallar la
unidad entre hermanos, incluso cuando las diferencias en la familia son
fuertes. He adoptado esta sección de mis recuerdos de su relato y consultando la excelente
traducción de K.M Ganguli, que es de dominio público. Espero les satisfaga.
Kṛṣṇa se encuentra con los Pāṇḍavas en el
Exilio del bosque.
Y fue así que Markandeya pasó mucho tiempo
en el bosque con Kṛṣṇa y con Satyabhama, los Pāṇḍavas y todos los santos
reunidos y habló largamente acerca del propósito de la vida citando muchos
ejemplos y cuentos de antiguas historias y Puranas. Discutió la importancia de
los brahmanes y las reglas para los reyes al igual que la conducta adecuada
para las mujeres. Y cuando llego el momento de irse, se fue hacia lo profundo
del bosque.
Y Kṛṣṇa también, el asesino de madhu,
también llamado Janardana, habiendo conversado durante mucho tiempo con los
hijos de Paṇḍu y con los brahmanes encabezados por Markandeya, montó su
carruaje de oro y llamó a Satyabhama. Quien se entristeció al decir adiós a
Draupadī y le dijo. “Oh, la de los ojos negros, se ha predicho que un día
gobernarás Hastinapura en paz con tus maridos. Así sea”. Despidiéndose de este
modo, montó el carro de Kṛṣṇa. Y Kṛṣṇa, se desvaneció entre los bosques como un
relámpago que aparece brevemente en el cielo y después desaparece. Con el final
de la visita de Kṛṣṇa, los hijos de Paṇḍu de nuevo atravesaron la selva hasta
llegar al lago y al bosque conocido como Dwaita.
Entonces sucedió que un brahmán que había
seguido en compañía de los Pāṇḍavas por algún tiempo.
Un Brāhmaṇa en Hastinapura
Y sucedió un día que el brahmán dejó el
bosque y a los Pāṇḍavas atrás, y vagando llegó a Hastinapura. Ahí fue recibido
por el viejo rey ciego, Dhritarasthra. Y cuando el rey preguntó acerca de sus
aventuras, buscando la verdad en el universo, el brahmán contestó que había
pasado tiempo en el bosque con el exiliado Yudhiṣthira.
Ante esto el Rey ciego se interesó
grandemente y entonces el brahmán quien era un excelente cuentacuentos,
describió a los hijos de Paṇḍu. Le dijo al rey que estaban débiles y demacrados por el ayuno y por las
austeridades y penitencias en el bosque. Las sombras de su antiguo ser se
habían reducido a causa de la exposición al viento y al sol. Y al oír esto, el
viejo y ciego rey se apiadó de ellos, y estaba afligido con gran pena pensando
que los príncipes reales nadaban en un río sufrimiento.
Preguntó “¿Y cómo está Yudhiṣthira?”
El brahmán describió lo que había visto. Le
dijo cómo había regresado Arjuna de los planetas celestiales armado de armas
divinas: cómo estaba más listo que nunca para marchar contra los Kurus en
batalla mortal. Cómo Bhīma había mandado a muchos guerreros fantasmales y a
muchos monstruos del bosque a la corte
de la muerte. Mencionó que los gemelos pasaban horas preparándose para la guerra.
Le dijo cómo Yudhiṣthira había hablado con Kṛṣṇa y que los Pāṇḍavas ahora tenían muchos aliados:
Los Vrishnis, los Madhus, e incluso los Yakshas y los Rakshasas, amigos del
hizo de Bhīma Ghatotkacha. Habló de la alianza de Bhīma con Hanumāna y las
armas celestiales otorgadas por Śiva, Vayu
e Indra. Le explicó que aunque los hijos de Paṇḍu habían sufrido varias clases
de dificultades, estaban ahora endurecidos por la experiencia y preparados más
que nunca para la guerra.
Y agradeciendo al brahmán, dándole armas y
enviándolo a su camino, el Rey ciego fue hacia su hijo Duryodhana y le contó
todo. Duryodhana fue a su vez en busca de consejo con Shakuni y Karna Y de esta
manera discutieron el empezar a conspirar.
Y Shakuni argumentó que lo mejor sería
atacar a los Pāṇḍavas en el bosque mientras estaban débiles. Dijo, “Tus rivales
los Pāṇḍavas han estado exiliados en el bosque por largos años. Así que has
gobernado el reino de Hastinapura solo. Yudhiṣthira y sus hermanos han sido
olvidados y no son sino material de leyendas, mientras que la gente te ama y
los reyes del norte y el sur te ofrecen sus tesoros en tributo. Ahora es tiempo
de consolidar tu poder. Deja que cabalguemos hacia el bosque con un séquito de
seguidores. Tú puedes cabalgar con tus reinas vestidas en seda fino y con hilos
de oro. Y cuando la hambrienta y miserable Draupadī, vestida con harapos y
pieles de ciervo, contemple la opulencia de nuestro séquito estará humillada y
desgarrará sus cabellos desesperada. Debemos humillar a los Pāṇḍavas con
nuestras riquezas. Y al hacerlo se descorazonarán y renunciarán a la idea de la
guerra, o en febriles atacaran no estando preparados. Cuando ataquen nos
desharemos de ellos y los cortaremos como hojuelas de trigo seco después de la siega”.
Y escuchando estas palabras del inteligente
Shakuni. El cruel Duryodhana se envalentonó y dijo, “Me gusta esto. Es un buen
plan. Pero qué con mi padre el rey. Siempre melancólico y lamentando el día que
exiliamos a los Pāṇḍavas. Él siente simpatía por Yudhiṣthira y sus hermanos. No
creo que nos permita penetrar el bosque en donde están exiliados. Y tiene el
respaldo de Droṇa nuestro guru militar y el de Bhiṣma el gran abuelo nuestro.
Oh inteligente Shakuni necesitamos un pretexto para ir hacia el bosque”.
Karna dijo, “Nuestros rebaños de ganado
están pasando por ese mismo bosque. ¿Y si pasamos bajo el pretexto de cuidar
nuestras vacas y toros que vagan por ahí?”
“¡Brillante!” dijo Shakuni. “La idea que
buscaba. El rey seguramente nos dará permiso para cuidar de nuestro ganado.”
Y entonces fueron a ver al rey, Dhritarasthra.
Se sentaron en el salón del trono, preguntaron por s salud cuando el pastor,
Samanga, entró. Con una señal de Duryodhana Samanga dirigió la conversación
hacia las vacas y sus necesidades y empezó a hablar de cómo el rebaño estaba en
el bosque de Dwaita. Karna se unió a la charla. Teniendo cuidado de no
mencionar a los Pāṇḍavas, habló de la importancia de proteger a las vacas. Se
volvió hacia su amigo Duryodhana y dijo, “Oh Kaurava, nuestro ganado se halla
en los establos que están en un sitio encantador del bosque de Dwaita. Algunas
vacas están pariendo. Es un momento propicio para visitarlos, ahora que estamos
en el sagrado mes de Kartikka. La cacería es muy buena ahora mismo después de
la estación de lluvias y muchos ciervos corren ahí libremente”.
Y Dhritarasthra dijo, “Sí, es un tiempo
excelente para la protección de las vacas y para cazar jabalíes y ciervos que
corren ahí libremente. Pero hemos escuchado que esas grandes almas, los Pāṇḍavas,
han hecho su hogar ahí. Después de que fueron timados con su reino por medios
engañosos. Sería una vergüenza el ofenderlos. No creo que sea una buena idea el
molestarlos u ofenderlos”.
Shakuni dijo, “El Rey Yudhiṣthira es el
emblema mismo de la justicia. ¿Por qué se molestaría si nos ocupamos de la
protección de nuestras vacas? Y sus hermanos le siguen. Sabiendo que su
decisión es verdadera. No pienso que se molestarán con nosotros. Y de cualquier
modo, estamos interesados en una buena cacería, pero no iremos por ahí,
Evitaremos cualquier choque con los Pāṇḍavas y nos mantendremos lejos de su
campamento”.
Y tras escuchar los argumentos expertos del
astuto Shakuni, Dhritarasthra dio su permiso para realizar una cacería con
almuerzo que se llevaría a cabo en el bosque Dwaita, cerca de donde los Pāṇḍavas
acampaban, recomendando que Yudhiṣthira y sus hermanos no fueran molestados. De
este modo, Duryodhana el hijo de Gandhari se dirigió hacia el bosque dwaita
acompañado con Karna y rodeado de un gran séquito. Shakuni y Dushasana fueron
con él al igual que muchos otros príncipes armados. La comitiva incluía muchas
damas de la corte vestidas finamente. Partieron con muchos elefantes y
caballos, soldados de infantería y guardaespaldas, al igual que tiendas y
pabellones y comerciantes ansiosos de hacer negocios en el gran almuerzo
campestre en los bosques de Dwaita. Lentamente dejaron Hastinapura y se
dirigieron hacia el bosque de Kamyaka. Poco a poco la compañía de Duryodhana se
acercó a los bosques y dejó atrás el camino pavimentado del rey y el polvo y el
bullicio de la ciudad, entraron al rústico paraíso de bosques verdes y valles
florecientes. Y yendo de un bosque a otro, el Rey Duryodhana junto con sus
seguidores y vehículos penetraron la selva Kamayaka y entraron a los bosques de
Dwaita. El largo contingente de seguidores era un sorprendente espectáculo con
su cantidad de caballos y elefantes, soldados listos para la batalla y las
brillantes cuadrigas. Duryodhana cabalgó a la cabeza junto con Karna y
Dushashana y su tío, Shakuni. El pastor Samanga era su guía y les enseñó en
dónde paraba el ganado y donde estaban los establos y donde pastaban las vacas.
Llegaron hasta una deliciosa zona de sombra con árboles y agua y empezaron a
levantar las tiendas y los pabellones con todas las comodidades de un palacio.
Pasaron la noche ahí y al día siguiente el Rey Duryodhana, junto con sus
hermanos, fueron a inspeccionar las vacas y toros que pastaban en esa parte del
bosque. Y marcaron con signos especiales a sus toros y terneros, contaron a
todos los terneros de tres años. Y por la tarde los príncipes junto con los
pastores hicieron deporte y almorzaron ahí. Los pastores tomaron sus pipas y
tambores y bailaron y cantaron. Comíeron ricamente, y después, cuando se
elevaba la luna, vírgenes campiranas decoradas en joyas jugaron con el hijo de Dhritarasthra.
Asegurándole toda diversión principesca. Y al día siguiente el rey rodeado de
damas de la corte dio riquezas en caridad y prodigó comida y bebida a todos.
El cruel Duryodhana amaba cazar y asesinar
animales de todo tipo y se divertía matando hienas y búfalos y venados y
jabalíes que habitaban esas colinas. De este modo Duryodhana y sus seguidores
despojaban al bosque, talaron árboles para disfrutar de las colmenas cuya fina
miel embriagó a sus acompañantes y a sus señoras. Atravesaron muchos animales
con las veloces flechas de sus arcos. Persiguieron a los arrendajos de cuello azul de los
árboles y corrieron y se divertían por todas partes. Finalmente vieron el
maravilloso lago Dwaitayana, cerca del sitio en donde los Pāṇḍavas y Draupadī
hicieron su campamento. Y cuando sus espías confirmaron que de hecho los Pāṇḍavas
estaban cerca, Duryodhana ordenó a sus hombres diciendo, “Que se instalen aquí
los pabellones y las casas de recreo aquí cerca de la orilla del lago con gran
esplendor y opulencia y no pierdan oportunidad de humillar a los Pāṇḍavas”.
Los Gandharvas no están contentos.
Pero cuando los hombres de Duryodhana
empezaron a entrar a los bosques cercanos a la orilla del lago con el propósito
de recolectar madera para construir fueron rechazados por numerosos Gandharvas
quienes les impidieron la entrada, diciendo, “Estimados señores, el Rey de los
Gandharvas se halla ahora en estos bosques disfrutando con las apsaras
celestiales, las jóvenes bailarinas de la corte celestial. No es un momento
propicio para entrar”.
Ahora los Gandharvas son seres celestiales
con poderes místicos y es mejor evitar el ofenderlos. Pero Duryodhana no hizo
caso de las advertencias de sus hombres y ordenó a sus soldados diciendo,
“Castiguen a esos miserables que se oponen a mi voluntad”.
Al escuchar esas palabras de Duryodhana sus
oficiales y sus hijos, dotados de gran fuerza y armados para la batalla se
precipitaron hacia los Gandharvas que estaban vigilando las puertas de los
bosques cercanos al lago.
Los Gandharvas, al ver a los guerreros,
amablemente les impidieron el paso. Pero los soldados Kuru los despreciaron y
comenzaron a avanzar hacia el bosque, listos para cortar árboles, cortar leña,
cazar jabalíes y ciervos ahí y hacer la voluntad de su amo, el cruel rey
Duryodhana. Entonces cuando los Gandharvas se dieron cuenta de que los
guerreros de Duryodhana no podían ser detenidos con palabras fueron hacia su
rey, Chitrasena. Quien tras escuchar del loco orgullo de Duryodhana, se
enfureció, diciendo, “Castiguen a esos malditos miserables. Avancen y presenten
batalla”.
Gandharvas Vs Duryodhana
Con esto los Gandharvas tomaron las armas
en contra del séquito de Duryodhana y alistaron sus filas. Los soldados huyeron
y volvieron corriendo a Duryodhana. Le dijeron a Duryodhana todo lo que los
feroces Gandharvas habían dicho. Y Duryodhana se enfureció. Dijo “Castíguenos,
avancen y mátenlos”. Y fue así como el ejército de los hijos de Dhṛtaraṣṭra tomó sus carros para destruir a los
Gandharvas. Los Gandharvas se apresuraron hacia los seguidores de Duryodhana
con las armas levantadas vibrando mantras divinos. Y la visión de esos
guerreros celestiales era tal que los soldados Kurus se volvieron y huyeron del
campo de batalla. Sólo el heroico Karna se mantuvo firme. Y viendo al poderoso
ejército de Gandharvas corriendo hacia él sediento de sangre. Karna despachó a
muchos de ellos a la tierra de los muertos. Con gran destreza y una mano veloz
golpeó a cientos de soldados usando distintos tipos de flechas y armas hechas
de hueso y acero. El gran guerrero hizo rodar muchas cabezas Gandharvas
causando pánico entre sus filas.
Y cuando las tropas de Chistrasena eran
asesinadas en batalla, ese Rey Gandharva se enfureció y condujo a sus guerreros
a destruir el ejército de los Kurus. Chistrasena estaba determinado a
exterminar a los Kurus. Y seres celestiales, creaturas nacidas de los dioses los
Gandharvas, emplearon sus poderes místicos y sus armas de ilusión. Con esto los
guerreros Kurus fueron despojados de sus sentidos. Estaban confundidos y veían
Gandharvas en todos los flancos presionándolos con filosas armas.
Aterrorizados por el ataque de Chitrasena,
los soldados que habían apoyado valientemente a Karna en su ataque huyeron. El propio Karna luchó valiente, pero
pronto los guerreros Gandharva volaron sobre él en combate cercano con espada y
hachas de batalla y espíritus. Rompieron el eje de su carro y mataron sus
caballos Cortaron la sombrilla de su carruaje y la destruyeron rompiendo por la
mitad el carro. Karna saltó de su carro con la espada y el escudo en la mano.
Corrió hacia el carro de su amigo Vikarna y para su vergüenza huyó de la batalla.
Y como él corrió de la batalla el propio
Rey Duryodhana entró a la pelea acelerado a través de sus filas y carruajes y
lanzando una cortina de flechas feroces. Pero los Gandharvas ignoraron sus
flechas de hierro, lo cercaron despedazando su carro. Mataron a su conductor y
caballos con sus hachas de batalla. En un instante el gran Rey de los
Gandharvas, el propio Chistrasena tomó a Duryodhana del cabello. Lo sacudió con
tanta fuerza que parecía que su alma había abandonado su cuerpo. Del mismo modo
el Gandharva arrestó a Dushasana y al inteligente Shakuni y los llevó a su
campamento.
La Reacción de los Pāṇḍavas
Y esto sucedía en el campo de batalla, los
soldados que habían huido del ataque llegaron hasta el ashram de Yudhiṣthira. Y
ante el orgulloso Bhīma y Arjuna cayeron de rodillas y suplicaron por la
protección de los Pāṇḍavas. Sus ojos aterrorizados sobresalían de sus caras y
sudaban sus frentes mientras contaban los eventos en el campo de batalla.
“El poderoso hijo armado de Dhritarasthra
ha sido tomado cautivo por los guerreros Gandharvas. Y ahora ese rey,, sus
hermanos encabezados por Dushasana, junto con sus reinas y sus damas de a corte
real están siendo arrastrados en cadenas. ¡Ayúdenos hermanos! Sólo ustedes
pueden salvarnos”.
Y así los seguidores de Duryodhana,
enloquecidos de dolor, cayeron a los pies de los Pāṇḍavas y suplicaron por
ayuda. El poderoso Bhīma sacudía de risa sus costados. Dijo “Lo que podríamos
haber hecho con gran esfuerzo el Gandharva lo ha hecho por nosotros. Me parece
que un rey despiadado y engañosos ha sido atrapado en las reacciones de su
propio Karma.”
Pero el justo Yudhiṣthira se volvió a su
hermano y dijo. “Detén tu lengua. Después de todo Duryodhana es familia. Es
verdad que ha habido desacuerdo entre nosotros, y que somos cinco contra cien.
Pero, cuando somos atacados desde fuera, somos 105. Cabalguemos en los carros
que quedaron atrás. Veamos cómo enfrentan el poderoso brazo de Arjuna”.
Incluso entonces Arjuna dijo, “Si los
Gandharvas no se entregan y liberan al hijo de Dhirtarastra, entonces juraré
por mi brazo derecho que este día la tierra beberá la sangre de su Rey”.
Los pabellones de placer y las tiendas de
campaña con bienes y riquezas fueron rodeadas para protección de los Pāṇḍavas
al igual que los caballos y elefantes, la infantería, los carruajes, arcos y
flechas y todas las armas del séquito real de Duryodhana. Los Pāṇḍavas se
prepararon para la guerra cubriéndose de mallas de guerra decoradas con oro y
se armaron con armas celestiales de todo tipo. Y animados por las palabras de Yudhiṣthira,
Bhīma condujo a los guerreros hacia la batalla. El ejército de los Kurus
reformado con el de los poderosos hombros, Bhīma y Arjuna a la cabeza.
Cabalgaron hacia la batalla contra los Gandharvas
quienes estaban embriagados de victoria. Yudhiṣthira había instruido a los Pāṇḍavas
a involucrarse en la escaramuza únicamente par amostrar la fuerza de sus armas,
pero los Gandharvas estaban orgullosos y empezaron la carga asesina. Arjuna
apeló a su buen sentido, recordándoles que era amigo de Chitrasena, pero los
cabeza dura y despiadados Gandharvas corrieron hacia él. Así que Arjuna hizo
llover sus flechas afiladas contra ellos y atravesó a muchos Gandharvas, y
mientras que los Pāṇḍavas era sólo cuatro y los Gandharvas miles, la batalla
fue terrible. Los Gandharvas intentaron y fallaron en romper los carruajes de
los Pāṇḍavas. Y Arjuna se enfureció e hizo caer sus armas celestiales sobre los
Gandharvas, usando sus armas de fuego para quemar sus filas. Bhīma mató a
muchos con su poderoso arco y Nakula y Sahadeva enviaron a muchos Gandharvas a
la corte de Yamaraja.
Finalmente el propio Chitrasena se adelantó
y dijo. “¡Mirad! Mi viejo amigo Arjuna está peleando contra mi”.
Y colocando su carro entre los ejércitos,
dijo, “¡Esperen! Paren las armas. Hablaré con Arjuna”.
Con esto los soldados detuvieron sus armas
y miraron mientras Arjuna se acercaba a Chitrasena en el campo de batalla.
Conforme se acercaban entre sí bajaron las armas y se saludaron amistosamente,
recordaron sus aventuras entre los celestiales y el aventura de Urvasi.
Chitrasena se sentó en su carro y habló a Arjuna y le preguntó por la salud de
sus hermanos.
Y Arjuna dijo, “¿Qué tienes amigo mío, en
contra de los Kurus? ¿Cuál es la causa de este derramamiento de sangre?”
Y Chistrasena sonriendo, dijo. “El por qué
es que escuché de mis espías el plan de Duryodhana para venir aquí y
humillarte. El propio Indra, señor de la lluvia, tu padre vino a mi y dijo,
‘Captura a Duryodhana y sus secuaces. Protege a mi hijo.’ Con ese propósito he
venido al lago de Dwaipayana y he puesto mi campamento. Este príncipe malvado
aún está encadenado. Lo entregaré a la corte de los dioses para que sea
juzgado. No hay duda de que será ejecutado por sus crímenes. Lamento mucho si
he causado algún problema a ti y a tus hermanos. Ha de haber algún
malentendido. Pero ¿por qué has peleado con mis soldados Gandharva? Somos tus
amigos”.
“Libéralo” dijo Arjuna
“Pero este desgraciado vano les ha engañado
y maltratado tanto a ti como a tu señor Yudhiṣthira.”
Yudhiṣthira apareció ante ellos en su
carruaje dorado. “Libéralo” dijo el rey. “Nos has hecho un gran acto de bondad
al humillar a nuestros enemigos. Pero esta no es tu batalla. En el momento
propicio tomaremos Hastinapura por la fuerza de las armas, pero el tiempo
todavía no está maduro. Te agradecemos el defender el honor de nuestra familia
y el de Draupadī. El rey envidioso que quiso humillarnos ha sido humillado”.
“Sea” dijo el Gandharva Chitrasena. Ordenó
a sus hombres retirarse del campo de batalla. Envió a otros a liberar a
Duryodhana, Dushana y a las damas de la corte. Los Pāṇḍavas estaban complacidos
al ver a sus hermanas, y primos liberados de los guerreros Gandharvas. Al final
Duryodhana se adelantó ardiendo de envidia y vergüenza. Yudhiṣthira se dirigió
hacia él, diciendo. “Mi niño, debes evitar esa clase de actos precipitados en
el futuro. Llegará el tiempo en que serás juzgado por tu engaño, pero ese
tiempo no es ahora. Vuelva a tu capital y toma a tus hombres. Nos veremos
pronto en Hastinapura. Ahora vete” Y Duryodhana estaba sobrecogido de vergüenza
y angustia. Inclinó la cabeza con tristeza y melancolía y reuniendo a sus
tropas y su séquito, abandonó el lago de Dwaitayana y desapareció a través del
bosque por el camino que llegó. Procedió hacia su ciudad pensando en su derrota
y ardiendo de envidia. En el camino se encontró con Karna quien también sintió
vergüenza de la cobardía de huir del enemigo. Y Karna lo saludó diciendo,
“¡Duryodhana! Estas vivo. Has conquistado al enemigo en donde yo he fallado. Yo
me volví y huí como un cobarde, pero tú te mantuviste firme y prevaleciste.
Eres un verdadero guerrero, en donde yo he sido avergonzado por el enemigo.” Duryodhana humillado replicó, “No Karna, no ha
sido así. Es verdad que luchamos duramente con los Gandharvas, pero debo mi
vida a nuestros enemigos los Pāṇḍavas. Ellos me han humillado nuevamente al
rescatarme de los Gandharvas que nos conquistaron a todos. Fue Arjuna quien me
rescató haciendo la paz con Chitrasena el señor de los Gandharvas. Es con un
corazón apesadumbrado que regreso a Hastinapura, sabiendo nuevamente que he
sido superado por Arjuna y su compañía”. Y con esto, Duryodhana bajó la cabeza
y lloró.