Help Support the Blog

Monday, November 16, 2015

La Historia Continua: La edad de Kali...

La Edad de Kali

नारायणं नमस्कृत्य नरं चैव नरोत्तमम्
 देवीं सरस्वतीं चैव ततो जयम् उदीरयेत्

465_001.jpg

Con el tiempo Damayanti tuvo dos hijos: una hija, Indrasena, y un hijo, Indrasen. Nala gobernó su reino con justicia y practicaba los sacrificios Védicos. Había abundancia en la tierra.
Pero Kali recorría el reino de los Nishadha esperando una oportunidad. Ahora, este Kali era una especie de Gandharva, de mal carácter, oscuro y siniestro en todos sentidos. Este diablo cara de perro era negro como el carbón con una lengua enorme. Hedor pestilente  a carne podrida impregnaba su carne. Kali tenía el poder de poseer el alma de los hombres. Entraba en ellos y les provocaba hacia actos pecaminosos. Cada día la influencia de Kali se siente, esta es su era, Kali-yuga. Está presente en todo lugar en donde se come carne, hay intoxicación, se practica el sexo ilícito y donde se juegan juegos de azar. Se opone a todos los principios religiosos, especialmente la austeridad, la limpieza, la misericordia, la veracidad. El envidioso Kali disfruta promover la guerra, la envidia, el odio y las mentiras. Nació en una larga línea de monstruos de la lujuria y el incesto. Era el hijo de Krodha, Ira, y de su hermana, Violencia. Y conforme su influencia se hace más y más profunda, la propia humanidad se precipita hacia los abismos de la ira, la violencia y el pecado. Mataderos, niños llevando armas, y la destrucción del planeta son los aspectos de la influencia de Kali. ¡Ay de Nala!, el satánico Kali traza su ruina. Ha entrado en la tierra de Nishadha y observa al Rey Nala, espera su oportunidad de entrar en él, puesto que Kali era un ser sobrenatural que podía entrar en el cuerpo de un hombre que hubiera pecado y controlar su espíritu y posteriormente corromperlo.
Pero Nala no tenía pecados. Kali le observaba y esperaba su oportunidad, se escondía y se hacía invisible. Esperaba su hora, rondaba el palacio que Nala gobernaba. Y como un fantasma seguía a Nala, día y noche durante 12 años. Algunos dicen que Kali-yuga dura 12 mil años, y que los 12 años que los Pāṇḍavas pasaron en el bosque es un reflejo de ese tiempo.
Finalmente, llegó su hora. Un día Nala fue a realizar su adoración sin haberse lavado los pies. No estaba completamente limpio, y sin embargo, así de contaminado, llevó a cabo su adoración. Kali vio su oportunidad. Aprovechó el momento. Entró al cuerpo de Nala, infectando con el espíritu de Kali a ese gran rey con su influencia.
Ahora que el Rey Nala estaba infectado con el espíritu de Kali sufría bajo su poder. No era ya más él mismo. Empezó a perder las oraciones de la mañana. Se olvidaba de sus actividades piadosas. Ya no invitaba a los santos a discutir con él, acerca del significado profundo de las escrituras. Gradualmente se hundió en la ignorancia.
Y ahora que Nala estaba bajo su influencia, Kali lo dejó por un tiempo. Para satisfacer su plan de venganza, Kali lo ató a un hechizo de discordia, y como Nala estaba bajo su hechizo, el propio demonio Kali dejó el cuerpo físico de Nala por un tiempo.
Con el fin de desarrollar sus planes de venganza contra Nala, Kali fue hacia otro rey, Pushkara, que era hermano de Nala y gobernaba en otro sitio de Nishadha. Atrajo a Pushkara bajo su influencia jugando con su avaricia y envidia. Le prometió a Pushkara una victoria fácil en apostar contra Nala, Le dijo, “Invita a Nala a jugar contigo a los dados. No temas, pues mi poder entrará en los dados y determinará el resultado. Apuesta lo que quieras. Haré que el juego parezca un deporte, pero al final con seguridad le vencerás. De este modo, podrás ganar su reino y toda su fortuna. Gobernarás tanto en Nishadha como en Vidarbha como el rey indiscutible de todo el reino”.
Con la adulación, mentiras y dulces palabras Kali atrajo a Pushkara bajo su influencia. Kali lo dejó y regresó a Vishadha en donde habitaba Nala, quien gradualmente caía bajo el hechizo. Kali lo poseyó por entero y lo sometió a su control.
Pushkara pasaba las noches sin dormir pensando en la vasta fortuna que le aguardaba. Todo lo que necesitaba hacer era arrojar los dados con su hermano. Espero un tiempo y luego hizo los arreglos para visitar a Nala.
Al llegar a Vishadha, Pushkara fue bienvenido por Nala con toda la hospitalidad a su disposición.
“Mi hermano”, dijo, “Me da tanto placer que hayas venido a visitarme después de tanto tiempo. Quédate aquí conmigo en mi Palacio y gobernemos juntos”.
“No estoy calificado para tal honor”, dijo Pushkara, “pero pasemos un tiempo juntos!.
Y al atardecer tumbados mientras admiraban la puesta del sol, Pushkara hablo a Nala de la siguiente manera:
“Eres experto de tantas formas, mi hemrnao: Caballos, mujeres, comida incluso en el juego de dados. Pero esta tarde veo a mi estrella de la fuerte aún ahora en los cielos. Me siento afortunado. Juguemos a los dados. Tú, por supuesto, eres mucho más experto. Pero creo que hoy es mi día de suerte”.
Nala dijo, “Mis días de apostar se han terminado. Ahora que estoy casado tengo muchas responsabilidades. No es una buena idea. Entretengámonos con otra cosa”.
Con estyo, Damayanti entró acompañada de sus siervas llevando bebidas refrescantes.
“Qué maravilloso que tu hermano haya venido de visita”, dijo. “Si quieres traeré a los músicos de la corte”.
Y Pushkara dijo, “Estábamos a punto de jugar a los dados”.
Nala sonrió. “Si insistes en perder, juguemos apuestas amistosas”, dijo. Dio una palmada. Un sirviente apareció. “Trae la mesa de juego de dados”. Dijo.
Se colocó la mesa del juego de dados, hermosas alfombras y almohadas se acomodaron. Se trajeron bebidas. Los dos hermanos se instalaron a jugar. Mientras jugaban, el ministro del rey se les unió, interesado en el juego. Hasta los residentes de palacio y la gente del pueblo llegó a ver el juego. Se sentaron tranquilos mientras los dos hermanos hacían rodar los dados.
“Tú vas primero”, dijo Nala, galantemente, aunque ahora estaba completamente poseído por Kali.
“¿Qué apostaremos? Dijo Pushkara.
“Juguemos apuestas amistosas. Apuesto un cuenco de arroz”.
“Hecho”, dijo Pushkara.
Y lanzó los dados y Pushkara perdió.
“Ya ves”, dijo Nala. “No es tu noche de suerte después de todo. Qué vengan entonces los músicos”.
“Debes permitirme la revancha”, dijo Pushkara. “Apostemos un saco de arroz”.
“Muy bien”, dijo Nala.
Tiraron de nuevo los dados. De nuevo perdió Pushkara.
“¿Dónde está tu suerte ahora?” dijo Nala, disfrutando de sí mismo.
“Bueno, tal vez la estrella necesita una apuesta más grande. En lugar de arroz, Apostemos plata en la próxima ronda”.
“Como quieras, hermano”, dijo Nala.
En este punto Nala estaba ya completamente bajo la influencia de Kali. Kali ya no necesitaba poseerlo por completo. El demoniaco Kali dejó a Nala y entró en los dados. Tiraron de nuevo los dados.
“Gané° Dijo Pushkara. “Tal vez sí es mi noche de suerte”.
“La habilidad vencerá a la suerte”. Dijo Nala, “Tiremos de nuevo”.
“Mi carro contra el tuyo”. Dijo Pushkara.
Y así Nala empezó a apostar y a perder. Perdió su carruaje, su plata y después apostó oro puro y refinado, vagones, elefantes, manadas de caballos, y ropas de seda. Nala se enloqueció con la emoción de los dados. La gente contemplaba horrorizada como empezaba a perderlo todo. No podía parar. Perdió su fortuna tiro tras tiro. Pero seguía y seguía jugando, hasta que Nala lo había perdido todo.
Jugaron hasta entrada la noche, y Nala en ocasiones ganaba lo suficiente de su propia fortuna con lo que recuperaba esperanzas y hacía apuestas más extravagantes en un intento enloquecido de recuperar todo. Y entonces perdía de nuevo.
El juego continúo.
Jugaron día tras día. La gente del pueblo estaba asombrada. Los consejeros del rey llegaron y le aconsejaron al rey que era momento de detener esta locura, pero bajo la influencia de Kali, Nala no pudo detenerse.
Los ministros le dijeron al rey que tenían negocios importantes: el juego debía suspenderse. La gente estaba impaciente con la corrupción del rey. Y Damayanti, además de estar preocupada, le dijo a Nala que era hora de detener su vicio.
Pero Nala, inflamado con la locura del juego lo había perdido todo. Estaba sorprendido de su derrota constante. No escuchaba ningún consejo sino que continuaba y continuaba con el juego. Damayanti, entendió que la locura de Nala lo llevaba hacia su ruina, mandó a sus hijos con una cuadriga de confianza hacia el reino de Vidarbha y su padre, Bhima.
Después de que Pushkara había ganado todo de Nala. Jugaron por su reino y sus tierras. De nuevo perdió. Y cuando Nala ya no tuvo nada que perder, Pushkara dijo, “¿Cuál será la apuesta ahora? Todo lo que te queda es la bella Damayanti. Muy bien. Juguemos por ella. Seamos justos. Me juego todo lo que has perdido contra la hermosa Damayanti. Si ganas, ganas todo de vuelta. Si yo gano, tomo a Damayanti”.
Pero Nala había tenido suficiente. Miró a Pushkar a los ojos mientras se quitaba sus vestimentas de seda y finos adornos hasta que estuvo vestido en taparrabos. Dejó caer toda su ropa en un montón delante del rey codicioso, le dijo “Toma tus ganancias, y abandonó la corte.
Caminó hacia las puertas de palacio y continúo caminado. Salió de la ciudad, se dirigió al bosque. Ahí pasó tres noches con su esposa. Pero el cruel Pushkar lanzó un decreto real. “Nala está exiliado. Todo aquél que tenga atenciones hacia él o le ayude será condenado a muerte, con efecto inmediato”.
Y fue así, Oh Yudhiṣthira, que Nala fue exiliado al bosque. Los ciudadanos lo abandonaron. Tampoco le dieron refugio ni hospitalidad, sino que le cerraron las puertas al rey. Fue dejado a morirse de hambre en el bosque con solo un taparrabos para protegerse del frío.



No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.