“Primero tenemos que enviar por el más discreto de
los brahmanes, Sudeva, quien ha descubierto en el reino de Chedi. Sólo en él se
puede confiar mi propósito. Quiero que se le envíe a Ayodhya”.
“Como quieres, querida mía” dijo la Reina y envió
por Sudeva.
Y cuando llegó Sudeva, Damayanti dijo, “Oh mejor
de entre los dos veces nacido, sólo tú puedes realizar mi encomienda pues fuste
tú quien me encontró en Chedi cuando estaba perdida para el mundo”.
Sudeva se inclinó. La consoló con palabras dulces
y mantras propicios y escuchó su plan.
“Sudeva, quiero que vayas a Ayodhya y le des este
mensaje al rey que gobierna ahí, Rituparna. Dile exactamente estas palabras:
Bhīma, el Rey de Vidarbha ha emitido un decreto real. Como el esposo de la
Princesa Damayanti ha desaparecido, se proclama su fallecimiento. La princesa,
habiendo pasado un largo tiempo de duelo y dolor ofrecerá su mano en matrimonio
al campeón que la reclame. Que llegue este decreto a todos los rivales que la
hija de Bhīma celebrará un nuevo swayamvara.
“Todos los grandes reyes y príncipes se reunirán
en Vidarbha para la ocasión. La ceremonia se llevará a cabo mañana. Oh Rey de
Ayodhya, si le es posible, vaya de inmediato a Vidarbha. Después del amanecer
de mañana, ella escogerá un segundo esposo, tras dar por muerto a Nala”.
Sudeva quedó perplejo tras escuchar estas
palabras, pero no dijo nada pues sabía que Damayanti habría de tener un
propósito profundo.
Brihad Aswa dijo, “y fue así, mi querido Rey
Yudhisthira, que el viejo y sabio brahmán, Sudeva emprendió camino hacia
Ayodhya”.
Nuevo Svayamvara
Bridhad Aswa dijo, “Y sucedió tal como Damayanti
había ordenado. El viejo sabio Sudeva fue a Ayodhya y transmitió las nuevas al
rey Rituparna.
Rituparna lo recompensó y pensó, “He escuchado de
la belleza de Damayanti. Competiré por su mano. Pero debo apresurarme. No hay
tiempo ya. Su ceremonia será mañana y Vidarbha se halla a varias leguas de
aquí. Necesitaré caballos muy veloces”.
Y entonces el Rey de inmediato fue a ver a Vahuka
y le dijo, “¡Prepara los caballos! Es momento de poner a prueba tus
habilidades.
El enano sacó los caballos del rey y dijo “¿Hacia
dónde, amo?”
Y cuando se subía al carruaje, el Re Rituparna
dijo, “Necesitamos apresurarnos. La hermosa princesa Damayanti ha anunciado un
nuevo svayamvara. Todos los grandes reyes y príncipes asistirán. Elegirá un
pretendiente entre todos ellos. Quien gane su mano será el próximo rey de
Vidarbha. Tengo la intención de hacer el viaje a Vidarbha en un día. Está
bastante lejos, pero con tu habilidad con los caballos lo lograremos”.
Brihad Ashwa dijo: “Imagina cómo se sintió Nala,
mi querido hijo de Kunti”.
“Mientras el rey Nala había abandonado a
Damayanti, de algún modo esperaba que se mantuviera fiel. Nunca se le ocurrió
que podría encontrar a otro. Incluso mientras continuaba bajo la influencia de
Kali, su corazón ardía en sufrimiento. ‘¿Cómo puede Damayanti escoger a otro?’
pensó. ‘¿Me habrá dado por muerto?’ pensaba. ‘¿Ya no soy nada para ella?’
Y así, Nala estaba determinado a llegar a Vidarbha
y ver a Damayanti. ¿Podía ser cierto que ella escogería a otro príncipe? ¿O era
un engaño? Y Vahuka eligió cuatro sementales esbeltos y musculosos. Estaban
frescos y listos para correr con sus amplias narices y mejillas hinchadas.
Pero cuando el rey los vio, dijo, “Estos caballos
están delgados y flacos. ¿Estás seguro de que pueden correr hasta Vidarbha en
un día?”
“¿Ves el rizo en su frente? Estos caballos
nacieron en Sindy y son veloces como el viento. Confía en mí. Pero si ves a
otros que sean mejores, escógelos y los llevaremos en su lugar”.
“Tú eres el que sabe” dijo el rey.
Vahuka unció los caballos a la carroza, el enano
se volvió hacia Rituparna el rey y le dijo, “Estamos listos. Es un reto el
cabalgar a Vidarbha en un solo día. Pero cabalgaremos como el viento”. Y al
decirlo, sostuvo las riendas para que el rey pudiera montarse.
Cuando el rey se montaba a la carroza, dijo.
“Ah pobre Nala que murió en el bosque. O hubiera
sido imposible que abandonara a su esposa. No, Nala ha de haber muerto. Y por
ello Damayanti ha anunciado un nuevo svayamvara. Todos los reyes y príncipes
asistirán. Quién sabe”, dijo Rituparna, sonriendo. “Incluso alguien como tú
puede competir. Movámonos”. Y juntos alistaron los caballos y el carruaje.
El conductor personal del rey, Varshneya manejó la
carroza, pero Nala tranquilizaba y guiaba a los caballos, usando los mantras
divinos que aprendiera hace mucho tiempo. Cuando volaban atravesando las
planicies, las ruedas apenas y tocaban el suelo. Los cascos de los caballos
flotaban y corrían como nunca antes lo habían hecho. El rey, Rituparna, estaba
complacido.
Pero Varshneya había conocido a Nala. Frecuentemente
trabajaron juntos los caballos. Y al ver al enano dotado de tales habilidades
con los caballos, Varshneya lo admiraba maravillado.
‘¿Quién es ese hombre?’ pensó. ‘Conduce a los
caballos cual si fuera Matali, el auriga del mismísimo Indra. Este tosco enano
es el mejor jinete que haya visto, a excepción del Rey Nala de Vishadha. Sólo
el gran Nala tenía esas habilidades con los caballos. Pero Nala murió en el
bosque y su viuda incluso busca ahora a un nuevo príncipe. ¿Podría este ser
Nala? Y si no es Nala ¿quién es? A veces los dioses, disfrazados, vagan entre
nosotros. La deformidad de su cuerpo confunde mi juicio. Pero son de la misma
edad. ¿Cómo puede Vahuka conocer la misma ciencia que Nala? Tal vez Nala ha
sido maldecido a tomar esta forma. Este Vahuka tiene todas las virtudes de
Nala, excepto la apariencia. Pero las apariencias engañan. Él ha de ser Nala,”
concluyó Vsrhneya quien algún día fue el conductor de Nala.
El propio rey admiraba la grandeza de Vahuka quien
esforzadamente guiaba a los caballos sobre las montañas y ríos, bosques y
lagos. Volaban como un pájaro a la velocidad del viento: las ruedas de la
carroza apenas y tocaban la tierra. Y mientras cabalgaban el viento se llevó la
banda real del rey. Él dijo, “Oh Vahuka, se me ha caído algo hace un momento.
Regresemos a buscarlo”. Pero Nala en la forma de Vahuka sonrió y dijo, “Señor,
su banda se haya lejos de nosotros ya, hemos andando una legua desde entonces.
No podemos regresar”.
Y el rey de nuevo se maravilló ante las
habilidades del caballerango y pensó para sí. “Tal vez puede enseñarme lo que
sabe”.
Ahora, el rey tenía grandes habilidades en
matemáticas. Pensó: ‘Cada quién tiene su propio conocimiento; el suyo son los
caballos, el mío son los números.’ Él podía calcular el número de hojas de un
árbol contando sus ramas. Así que para impresionar a Nala, le dijo cuántas
hojas y frutos había en el árbol de tamarindo que acababan de pasar.
Nala detuvo a los caballos, él había perdido su
reino cuando su hermano Pushkar lo engañó con los dados. Su ignorancia en
matemáticas le había salido muy cara, y ahora pudo ver su redención. Regresó al
árbol y cuidadosamente contó las hojas. “¿Cómo es posible que hayas dominado
tan bien la ciencia de los números?”
Y el rey le enseñó el truco, diciendo., “Yo sé
muchas cosas. Si quieres puedo enseñarte. Pero a cambio he de aprender cómo es
que dominas a los caballos”.
Vahuka el enano dijo, “Puede ser fácil si sabes
cómo hacerlo. Pero esta habilidad realmente me elude. Me gustaría aprender la
ley de las probabilidades y la forma de poder calcularlas en el juego de dados.
Yo no soy experto en los dados. De hecho, como consecuencia a las malas
apuestas que hice, estoy en la condición en la que ahora me ves, empobrecido.
Enséñame matemáticas, dados y la ley de probabilidades, y yo te enseñaré todo
lo que se acerca de los caballos”.
Se detuvieron junto al camino y acamparon para
pasar la noche, pues Vahuka estaba seguro de que podrían llegar a Vidarbha al
amanecer. Y toda la noche, Nala le enseñó al rey los distintos mantras para
controlar caballos y el rey le enseñó a Nala todo lo que necesitaba saber para
ganar a los dados”.
Temprano por la mañana, Nala ya dominaba las
matemáticas y el arte de tirar los dados.
Con esto, Kali supo al fin que estaba derrotado.
Había sufrido mucho con el veneno del príncipe Naga, pero ahora había perdido
por completo el control sobre Nala. Salió de su cuerpo, poniendo fin a la
posesión sobre el miserable rey, y vomitando el veneno del bípedo Karkotaka. Y
cuando Kali abandonó el cuerpo de Nala, lo hizo también la maldición que
causara su infortunio. Y Nala, veía como su demonio torturador era la maldición
de Kali, quien ahora se encogía ante él.
Pero Kali, sólo era visible a Nala, “Oh Rey de los
hombres, ten misericordia por este pobre diablo. Cuando por mi causa
abandonaste a Damayanti, ella me maldijo. Desde entonces sólo conozco el dolor,
provocado por el veneno del rey serpiente. Libérame y te otorgaré una
bendición. Dondequiera que los hombres recuerden tu nombre se liberarán de la
influencia de Kali. Yo soy el demonio de la era de hierro. Inspirados por mí,
los hombres harán cosas terribles. Harán llover fuego del cielo y quemarán la
tierra. Pero aquellos que recuerden cómo el rey Nala sufrió a manos de Kali
escaparán de mi hechizo. Tu nombre será su refugio si dejas que me vaya. No
maldigas a quien suplica refugio ante tus pies”. Y al decir esto, Kali partió
un árbol Vibhitak y entro en él, haciéndose invisible.
Entonces Nala, liberado por fin de Kali, estaba
dichoso. Montó en la carroza en donde esperaba el Rey Rituparna. Urgió a sus
caballos a flotar recitando mantras, y ellos volaron sobre la tierra. Con el
alma encantada, corrieron hacia Vidarbha. El Rey Rituparna se asombraba al ver
al enano tan inspirado, pues Nala aún no asumía su forma real. Eso tendría que
esperar hasta que Damayanti lo aprobara, pues él todavía guardaba entre los
pliegues de su ropa el paño especial que le diera Karkotaka el rey serpiente.
Y fue así como corrieron una vez más hacia la
ciudad de Vidarbha en donde se llevaría a cabo la ceremonia de svayamvara de
Damayanti.