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Tuesday, March 31, 2015

La Maldicion de Ashvattahma



Los hijos de Draupadī

Los guerreros buscaron en la oscuridad al vengativo malhechor. Tras Aśvatthāmā fueron los grandes guerreros Panchalas que aún quedaban, encabezados por Yudhamanyu. Bajo la noche cabalgaba el hijo de Droa, enfurecido, mataba todo a su paso. Los Panchalas dieron batalla en un combate cerrado. Pero Aśvatthāmā movía su maso y espada a diestra y siniestra, mató a tantos. Por último desenfundó la terrible arma Rudraksha que Shiva le había entregado. Con ella mató a miles.
Aśvatthāmā rabioso en medio de la noche llegó hasta el campamento de los Pāṇḍavas. Apeándose de su caballo y bien armado con espadas filosas, se deslizó hasta las habitaciones en donde dormían los hijos de Draupadī.
Los Pandava con Draupadi
Al ver a los cinco hijos de Draupadī dormidos, ese demonio enceguecido por la ira los mató despiadadamente, sus enemigos jurados, los cinco Pāṇḍavas: Yudhithira, Arjuna, Bhīma, Nakula y Sahadeva.
En su furia confundió a los hijos de Draupadī con sus enemigos y los mató. Y así ocurrió tras el final de la más grande de todas las batallas, mientras Duryodhana agonizaba, el hijo de Droa decapitó a los hijos de Draupadī que dormían.
En la mañana, las noticias llegaron hasta los Pāṇḍavas. Después de que Dristradyumna, el hijo de Draupada fuera asesinado por Aśvatthāmā, los propios hijos de Draupadī cayeron mientras dormían. Sus hijos, aniquilados por el perverso Asvatthama cayeron muertos junto con sus tíos y abuelos.
Con esto, Draupadi nacida del fuego sollozaba. Arjuna lanzó un juramento, “O mujer justa, enjuga tus lágrimas. Yo te traeré la cabeza de Aśvatthāmā. Y cuando enterremos a nuestros hijos podrás bañarte parada sobre su cabeza.”

Arjuna y sus hermanos se lanzaron tras Aśvatthāmā. Hubo un tremendo duelo entre los Pāṇḍavas y Aśvatthāmā. Dirigido con fuerza suprema, mientras Aśvatthāmā corría como un perro del campo de batalla relamía sus heridas y planeaba la venganza contra los Pāṇḍavas.
Los aliados de los Kauravas estaban muertos, algunos habían huido del campo. Aśvatthāmā solo pudo vengar la muerte de su padre, el gran Droacharya. Se escondió por un tiempo y planeó su ataque final mientras las mujeres se lamentaban por sus muertos.
Los Pāṇḍavas regresaron al campamento. Las mujeres con los ojos tristes acarreaban agua del sagrado Ganges hacia las cenizas de los héroes caídos. Ellas dieron inicio a las ceremonias de los funerales y sollozaban.
Mientras las cenizas de los muertos se arremolinaban hacia los vientos del tiempo, las almas de los grandes héroe de la guerra abandonaron este mundo  yendo hacia los planetas celestiales y más allá. La guerra había devastado las filas de los grandes ejércitos que habían sobrecargado al mundo con su poderío militar. Al costo de mucha sangre, la paz estaba a la mano. Con el reinado de Pariksit nieto de Arjuna, el mundo, por generaciones, conocería la paz.
La sangre de la batalla fue limpiada con el agua del río sagrado. El cielo se limpió del humo. Las viudas secaron sus lágrimas y se prepararon para una nueva vida con sus hijos con esperanza de paz.
En ese momento, con las fogatas de la guerra extinguiéndose, cuando la paz estaba a la mano, un pequeño grupo de amigos se reunieron entre los que estaba Kṛṣṇa el de los ojos de loto, quien montaba su cuadriga y preparaba a sus caballos para viajar rumbo a su hogar en Dwarka.
El ató firmemente a los caballos a su yugo, alistó su carroza y se despidió de sus amigos y aliados –los Pāṇḍavas. Dijo adiós a todas las reinas y damas presentes, especialmente a Draupadī, la reina de piel oscura de Yudhisthira. De nuevo los nobles Pāṇḍavas derramaban lágrimas ante la partida de su amigo, aliado y adorado Señor Kṛṣṇa.
La Última Arma de Aśvatthāmā
अश्वत्तामा अस्त्र
Justo cuando la paz caía sobre la tierra, desde su escondite en el bosque en donde había adorado a su dios Shiva durante quince días, el desolado Aśvatthāmā, caballos exhaustos, con ojos flameantes de envidia, decidió lanzar su última arma.
Tomó una pajilla de pasto sagrado kusha del suelo. Y entonces, concentró su poder yóguico, éste hijo de Brahmanes recitó los mantras ancestrales que había aprendido de Droa, el guru militar de los ejércitos de los Kauravas. Y repitió estos mantras con fuerte intención, lanzó un hechizo y maldijo esa brizna de hierba, imbuyéndola de poder místico. Basándose en la ciencia del sonido ancestral Védico, Aśvatthāmā conjuró el poder dentro de los átomos de la pajilla de kusha. Y una vez concluido esto, su arma brahmastra estuvo lista.
Colocó la hierba maldita en la filosa punta de un asta, Aśvatthāmā colocó la flecha en su arco, apuntó hacia el cielo y con todo el poder brahmánico que le quedaba apuntó hacia el vientre de Uttara, la esposa del hijo de Arjuna, Abhīmanyu.   

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La nuera de Arjuna llevaba en su vientre el futuro de la dinastía Pāṇḍava, al gran Maharaj Parikit, el padre de Janamejaya. Y era precisamente contra Parikit que el arma de Aśvatthāmā había sido lanzada, para destruir la herencia de Yudhithira, y frustrar así la paz de India.
Ahora, cuando Kṛṣṇa se montaba en su cuadriga dispuesto a regresa a Dwaraka, la mujer corrió buscando Su protección. Y al caer ante las ruedas de su carroza, Uttara suplicó por su vida y por la vida de su hijo nonato, dijo, “¡Oh Krsna protégeme! Tú quién eres la esperanza de los desesperados y el protector de los pobres, de los brahmanes sencillos y de la propia Tierra. Protege a mi hijo que aún no nace y quien es la esperanza de nuestra dinastía!”






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