La historia de los Nagas: dioses y demonios
नारायणं नमस्कृत्य नरं चैव नरोत्तमम्
देवीं सरस्वतीं चैव ततो जयम् उदीरयेत्
महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
LA HISTORIA DE LOS NAGAS
“Porque me lo has preguntado, hijo mío, te contaré
el origen de nuestra especie, y de cómo llegamos a ser serpientes. Hace mucho
tiempo, antes de que existieran las serpientes, hubo una batalla entre los
Suras y los Asuras es decir los dioses y los demonios.”
“Lo que me dices mistifica mi mente. ¿En
dónde se llevó a cabo esta lucha y cuál fue su causa?” dijo Astika.
El Monte Meru es la montaña más poderosa en
la cúspide del mundo. Es el hogar de dioses y Gandharvas. Insuperable y es
imposible de alcanzar para los impíos.
Este monte Meru está custodiado por bestias
terribles y sus serranías están cubiertas de valiosas hierbas medicinales y
flores. Sus cumbres besan el cielo. El hombre común nunca piensa en escalar
esas alturas. Hermosos bosques adornan el Monte Meru cuyos arroyos y
riachuelos, proporcionan suficiente agua a donde cantan los ángeles
celestiales. Ahí se reúnen los dioses. Y un día se acercaron a Narayana y le
pidieron que les otorgara el néctar de la inmortalidad llamado amrita. Y
Narayana le dijo a Brahma, “Si baten el océano de leche podrán tener todo el
néctar que quieran.”
“Y entonces los dioses descendieron de Meru
para buscar cómo batir el océano de leche. En su búsqueda de un instrumento
para batir el océano de leche llegaron a otra montaña, Mandara. Mandara estaba
cubierta con picos de nieve y nubes, en lo alto de los Himalayas. Ésta, la
mejor de las montañas, estaba bendecida con hierbas dadoras de vida. Osos y
monos vagaban libremente en paz unos con otros. Grandes tigres protegían la
montaña de intrusos. Era conocida a los apsaras celestiales y a los kinnaras
como un lugar para pasatiempos placenteros. Sus picos majestuosos se elevan
miles de pies. Y con la ayuda de Viṣṇu y Brahma, los dioses, encabezados por
Indra alistaron al poderoso Ananta, el príncipe de las serpientes para desprender
la montaña desde su pico más elevado hasta sus raíces para usarla como batidor.
“Y fue así como Ananta se enroscó alrededor
de la montaña arrancándola de raíz y siguió a los dioses hasta la orilla del
poderoso océano de leche. Y el océano declaró, “Sea, Permitiré que se agiten
mis aguas para el propósito de producir el néctar llamado amrita.”
“Y los dioses fueron también con el rey de
las tortugas, Kurma, y dijeron, “Oh Rey Tortuga, tú haz de sostener la montaña
en tu espalda para darle estabilidad a nuestro batidor de montaña”. Y Kurma
dijo: “Así sea.” Y fue así como los dioses y los demonios formaron un batidor
de la Montaña Mandara, sujeto a la espalda de la tortuga gigante Kurma. Usando
también al príncipe de las serpientes Vasuki como cordón.
Con los dioses a un lado y los demonios por
el otro empezaron a batir el océano de leche. Los demonios sostenían a Vasuki
por su capucha de cobra y los dioses tomaron a la gran serpiente, tu tío, por
la cola. Y Ananta quien estaba del lado de los dioses, a intervalos elevaba la
capucha de la cobra y luego la bajaba. Con los giros y vueltas que el rey
dragón Vasuki recibía a manos de los dioses y demonios su nariz de serpiente
emitía mucho humo negro y eructaba por la boca llamas, quemando así a los demonios
que la sostenían.
Y mientras que los demonios gruñían y
sudaban cansados de cargar a la gran serpiente, atormentados por sus humos
venenos, esos mismos vapores formaron lluvias cargadas de rayos que produjeron
lluvias de agua fresca que refrescaban a los dioses que sostenían su cola. Al
ver esto, los celestiales derramaron flores desde arriba cuando cabalgaban por
los cielos en sus aeronaves.
En ese momento, Oh brahmán, un temible
eructo rugió desde lo profundo, como el sonido del cataclismo al momento de la
disolución universal. Toda clase de monstruos marinos y dragones acuáticos
bramaron desde las profundidades aplastados por el peso de la enorme montaña.
Peces con forma de dinosaurios fueron devastados con el batido.
Enormes árboles con gigantescos pájaros
cayeron hacia el líquido del océano de leche. Los árboles fueron arrancados con
tal violencia desde la raíz y su fricción produjo llamas que incendiaron los
bosques.
El batidor de montaña se cubrió de humo
negro y relámpagos que cargaron las nubes y produjeron rayos feroces. El fuego
se esparció por toda la montaña encendiendo árboles y consumiendo a leones
y elefantes con sus flamas. Indra, el
rey de la lluvia, extinguió el fuego produciendo una fuerte lluvia y huracanes
sobre la montaña.
En medio del batido y la quema, la salvia
de los árboles místicos se mezcló con las hierbas aromáticas y las flores
mágicas del monte Mandara y se vertió hacia las aguas del océano de leche,
produciendo gradualmente el elixir conocido por esos dioses como amrita.
Los dioses celestiales alcanzaron entonces
la inmortalidad al beber ese elixir mezclado con hierbas y oro líquido. Poco a
poco los líquidos lechosos de las profundidades se concentraron en una rica
mantequilla con la ayuda de las hierbas, las especias y la savia de los árboles
del Himalaya.
“Con esto los dioses pidieron permiso de
parar al sentir que habían alcanzado su meta. Se acercaron a Brahma, el
creador, y dijeron, ‘Descansemos.’
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