Help Support the Blog

Wednesday, June 22, 2016

Romance Hindu XX La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses: Nala y Damayanti

Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi

Romance Hindu XX
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti







Maldecida por los dioses por su belleza.

“Tal vez fui maldecida por los dioses por mi belleza”. Dijo. “Cuando no tomé a alguno por esposo, se enojaron y me maldijeron. Usted es amable, pero será peligroso para usted darme refutio. La maldición de los dioses me seguirá a donde vaya”.
Pero la Reina Madre era buena y dijo, “Quédate aquí conmigo, hija. Lo que dices es interesante, pero no puedo creer que alguien tan hermoso como tú, pueda ser maldecido por los dioses. Mis hombres hallarán a tu esposo. No creo que alguien tan lindo como tú haya sido maldecido por los dioses. Quédate un tiempo aquí. Anunciaremos al mundo que has llegado y tu esposo con seguridad vendrá a encontrarte”.
“Usted es amable”, dijo Damayanti. “Si insiste me quedaré. Pero tengo unas cuantas condiciones. No comeré las sobras de ningún plato ni lavaré los pies de nadie. No hablaré con ningún hombre, y nadie me solicitará como esposa. A cualquier hombre que insista e insista en hacerme su esposa  se le dará muerte. Este es mi voto. También necesito hablar con los sabios del bosque que me prometieron que me reuniré con mi esposo”.
Y la Reina Madre accedió, diciendo, “Sea”, y llamó a su hija Sunanda.
Sunanda era la Princesa heredera, hermana del propio rey Chedi. Y la Reina Madre dijo, “Sunanda, por favor acepta a esta señora con aspecto de diosa como tu compañera personal. Ella viene de la tierra de la propia Sita-devi y nos está haciendo una visita real”.
Y la hija de la Reina, Sunanda le dio la bienvenida a Damayanti en sus aposentos junto con sus asociadas y doncellas y la aceptó como su amiga personal, mostrando todo respeto hacia ella.
Y de este modo Damayanti vivió en la corte de Suvahu como amiga personal de la dama Sunanda por algún tiempo.
Descubren a Damayanti: Regreso a Vidarbha
Uno a uno los brahmanes llegaron al reino de Vidarbha, al gran festín que organizara el Rey Bhima. Llegaron desde todos los rincones del reino. Y al terminar la ceremonia. El rey les dijo a los brahmanes reunidos, “¿Qué noticias tienen de mi hija, la hermosa Damayanti? Si alguien tiene alguna notica de su paradero, consulte con mi ministro después del prasadam”.
Esa tarde, los dos brahmanes que estaban en el banquete de Rituparna tras la carrera, se adelantaron.  En una reunión confidencial con el rey, le dijeron acerca del fantástico enano con poderes asombrosos y le hablaron del delicado arroz con azafrán que había servido.
“No estoy seguro si esto ayuda”, dijo uno, “pero estoy seguro de que el enano Vahuka tiene algo que ver con Nala”.
El rey agradeció a los brahmanes y les dio ropa y plata en caridad. Había escuchado de sus espías que el cuerpo de un cazador había sido hallado muerto, misteriosamente asesinado en la jungla en donde cazaba, no lejos de donde Nala y Damayanti fueron vistos por última vez.
Otros llevaron rumores de un príncipe extraño, Karkatoka, quien había sido maldecido por Narada a estar inmóvil en el bosque como una serpiente. Había sido liberado y había regresado a gobernar su reino. Entre los rumores estaba la idea de que había sido Nala quien lo liberó de la maldición de Narada.
¿Sería posible que su yerno, Nala, estuviera escondido tras un disfraz? Tal vez su disfraz tenía algo que ver con ese enano tan famoso, quien cuidaba los caballos en el reino de Ayodhya. Qué idea tan descabellada. Pero cosas más extrañas habían pasado en el reino de Vidarbha.
Pero, ¿en dónde estaba Damayanti? No había noticias de su hija. El rey recompensó a los brahmanes abundantemente y renovó su solicitud de noticias.
La luna cambió y transitó por las estaciones. El verano se fue y vino, Los brahmanes buscaban por todos lados a Damayanti.
Entonces, un día, un brahmán llamado Sudeva llegó al reino de Chedi. Y ahí en el interior del majestuoso palacio se quedó pro algún tiempo como invitado.
Una tarde mientras el brahmán oraba, adoraba al Señor Vishnu con el mantra sagrado cuando el sol desaparecía por encima de las montañas de Vindhya, vio a una de las acompañantes de la Reina Sunanda, brillaba dorada como brilla el sol a través de una nube oscura.
Al terminar su rezo la siguió con la mirada. Pensó que ésta debía ser la antigua princesa de Vidarbha, pero la princesa de ojos grandes estaba apagada en su belleza. Se deshacía en dolor y angustia. Y sin embargo sintió que era ella.
“¿Podría ser que la hija de Bhima estuviera aquí, adornando la corte del rey Chedi como compañera de su Reina Sunanda?” pensó. “El Rey Bhima está casi muerto de preocupación. He de saberlo con certeza”.
No pudo evitarlo y fijó su mirada en Damayanti. La hermosa Sunanda, la Reina, entró. Juntaron sus brazos y caminaron por los jardines reales. A la luz de la tarde, Damayanti se parecía a la luna, hermosamente oscura con sus pechos hermosos y abundantes, sus grandes ojos como lotos.
Parecía un loto que hubiera sido arrancado de las aguas placenteras de Vidarbha y plantado en los jardines reales de Chedi, un poco marchito y cubierto de polvo; Era como los rayos polvorosos de la luna que tiemblan de miedo después de que Rahu se traga a la luna oscura. Su belleza era como un estanque que espera la lluvia, o una poza en donde los lotos se marchitan cuando los pájaros se han marchado. O como un loto que se seca cuando el estanque no tiene agua. El sol quema el loto cuando el agua se seca; así se veía Damayant sin Nala: viuda del gozo del amor, entristecida y melancólica.
Su luz se había atenuado. Abandonada por su esposa, su belleza ya no brillaba como antes.
“Y ¿dónde está Nala?” pensó el brahmán. “Mientras Damayanti es la más hermosa de toda la tierra, buscada incluso por los dioses, su belleza de algún modo se desvanecía. Sin alegría, aturdida por la pérdida, ella vagaba aquí en Chedi, de luto por Nala. ¿Habría muerto en el bosque? ¿O vagaba, poseído por fantasmas o demonios en la vasta jungla de leones y osos, olvidado, desterrado y exiliado?”
Y pensando esto, el brahmán se aproximó a la Reina, Sunanda, y su acompañante real, dijo: “Queridas Señoras, por favor discúlpenme. Soy un humilde brahmán”.
Y Sunanda, tras dar sus respetos al brahmán dijo, “Benditos los humildes, buen señor”.
“Mis bendiciones a ustedes dos”, dijo. “Dejen que me presente. Mi nombre es Sudeva, vengo del reino de Vidrbha”.
Damayanti se sonrojó al escuchar el nombre del reino de su padre e inclinó la cabeza.
“El Rey Bhima me ha enviado aquí a buscar a su hija perdida Damayanti, quien siguió a su esposo Nala hacia el exilio hace mucho tiempo”.
El rostro de Sundanda brilló, pero Damayanti temió que fuera una trampa. Ella bajó los ojos y se cubrió la cabeza con su sari y apretó fuertemente el brazo de Sunanda. Susurró, “Sunanda: Recuerda la sentencia de muerte. ¿Qué tal si este brahmán ha sido enviado por Pushkara?”
El brahmán, quien escuchara este intercambio dijo, “Confíe, soy honesto”. Sustrajo de entre sus ropajes un anillo, dijo, “Mirad. El Rey Bhima me ha dado este anillo y me ha dicho que lo muerte a quien se parezca a Damayanti. Mi querida señora. Sé de que cuando solías correr en los jardines reales de Vidarbha. En una ocasión te vi jugar con un cisne dorado. Sé que debes ser Damayanti. Mira, ve si es el anillo de tu padre y si soy honesto”.
Ella palideció. Se adelantó a tomar el anillo de la mano curtida del brahmán.

No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.