Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Romance Hindu XXI
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Romance Hindu XXI
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
“Tu padre muere de preocupación”, dijo el brahmán,
pero tú pequeña hija, Indrasena, está muy bien e Indrasena tu hijo crece cada
día fuerte y saludable. Por tu bien, cientos de brahmanes como yo peinan la
tierra, buscando alguna señal de que estás con vida”.
Damayanti tomó el anillo de sus manos. El recuerdo
de su padre trajo de nuevo color a sus mejillas. Regresó el anillo a anciano
brahmán. Se descubrió la cabeza. “Perdóname por no reconocerte de inmediato,
querida Sudeva. Por supuesto que ha pasado mucho tiempo”, dijo, uniendo sus
manos y dando sus respetos. Sonrió. Ahí parado, de cerca, Sudeva pudo ver que
su belleza natural regresaba. Tal como el arroyo de la montaña se regenera con
las lluvias del monzón, Damayanti resplandeció, pensando en sus hijos y su
padre y su hogar en Vidarbha.
Sunanda los invitó a sentarse. Y ahí, en los
jardines reales conversaron.
Damayanti hizo mil preguntas a Sudeva, quien era
un gran amigo de su hermano. Preguntó por los hijos del Rey Bhima y las damas
de la corte mientras el sabio Sudeva escuchaba y le daba consuelo.
Y mientras hablaban, Sunanda se retiró
discretamente y fue a ver a la madre del
rey de Chedi. Sunanda le dijo a la reina madre, “Ha venido un brahmán de la
corte de Vidarbha. Ven a ver”.
Rápidamente la Reina madre abandonó sus aposentos
íntimos y hacia donde se hallaba la misteriosa compañera de Sunanda hablando en
voz baja con el viejo sabio brahmán.
Y la reina madre preguntó a Sudeva, "Esta
joven me ha dicho un cuento extraño y maravilloso de los reyes y los príncipes
y el exilio. La encontramos caminando como una vagabunda, enloquecida,
atormentada por niños salvajes y perros. Y al ver que ella tenía algo noble en
ella, la hemos refugiado en nuestra corte. ¿La conoces? ¿Cuánto de lo que ella
dice es cierto?
Nala y Damayanti en el bosque
Ante lo cual Sudeva dijo, “He tenido la fortuna de
conocer al monarca de Vidarbha, Bhima, quien es siempre generoso con los
brahmanes. Allí, en ocasiones, he dado mi consejo a ese gran rey. Esta señora
es Damayanti, la hija del Rey Bhima, princesa de Vidarbha. La reconozco por la
hermosa marca de su frente. La conozco desde que era una niña, jugando en la
corte del rey- Su esposo es el Rey de Nishadha, Nala, hijo de Virasena. Nala
fue timado con su reino por su envidioso hermano, Pushkar, quien jugó con él a
los dados. Cuando Nala fue exiliado, la fiel Damayanti lo siguió hacia el
bosque. La buscamos desde entonces. La ha salvado usted de morir de inanición.
Que Viṣṇu bendiga la piedad de tu alma.
La Reina Madre no pudo detener las lágrimas y se
acercó y abrazó a Damayanti. “Entonces eres la hija de mi mismísima hermana,”
dijo. “Tu madre y yo, somos ambas hijas del Rey Sudaman de Dasharna. Nos
separamos hace mucho tiempo, cuando ella se casó con el Rey Bhima y yo me casé
con el Rey Virabahu. Y ahora te recuerdo, mi niña. Fue en casa de mi padre en
Dasharna. Mi hermana, recientemente casada con Bhima vino de visita. Eras sólo
una bebé pegada al pecho de tu madre. ¿Cómo podría haberte reconocido, tan
crecida?”
A lo que Damayanti contestó, “Nadie ha sido tan
amable conmigo como lo has sido tú. Me aceptaste, pensando que era una extraña,
pero me cuidaste como si fuera tu propia hija. Sólo hay un sitio en el mundo
más placentero que tu hermoso palacio aquí en Chedi, y es mi propio hogar en
Vidrbha. Y ahora que mi regreso es seguro, por favor, oh Reina Madre, dale a
este pobre mujer desterrada permiso para partir hacia mi hogar. He de regresar
a casa en donde mis pequeños hijos esperan por mi regreso. No han visto a su
padre Nala desde hace tanto tiempo, pero tal vez si estoy ahí. Puedo darles
algo de consuelo. Oh Sudeva, gracias. Me has devuelto la esperanza. Vayamos a
Vidarbha”.
Y la Reina Madre, con lágrimas de felicidad en los
ojos dijo, “Sea, hija mía”. Y llamó a los guardias: “Preparen el palanquín.
¡Irán hacia Vidarbha!”
Brihad Aswa dijo, “Y fue así que un espléndido
palanquín se preparó para Damayanti. Ocho hombres fornidos transportaron el palanquín
real sobre las montañas de Vindhya custodiadas por un poderoso ejército. Y
debido a su elevado nacimiento, le otorgaron finos ropajes, bebidas
refrescantes y comida deliciosa.
Regreso a Vidarbha
Poco a poco la princesa regresó a Vidarbha, en
donde Sita, nacida de la tierra, reinara alguna vez. Los ciudadanos de Vidarbha
se regocijaron y cantaron mantras Védicos al ver su regreso. Hallo ahí a sus
parientes en buena salud. Indrasena e Indrasen corrieron hacia su pecho y la
abrazaron con fuerza, mientras las lágrimas de Damayanti bendecían sus frentes.
El Rey Bhima abrazó a su hija y olió su cabeza. Él
también lloró lágrimas de dicha y cubrió a besos a Damayanti entre su larga
barba blanca. El rey declaró el día festivo y recompensó al viejo brahmán Sudeva
con mil vacas, tierra para que pastaran, oro y plata, y un templo para la
adoración a Viṣṇu. Y en todo el
territorio se regocijaron por el regreso de su hija y princesa, Damayanti.
Cuando todos se hubieron retirado y la noche
estaba en paz, la madre de Damayanti fue a verla.
Damayanti Abandonada en el Bosque
Y tras haber hablado largamente en la noche, luego
de que Damayanti le contara todas sus vicisitudes en el bosque, al final le
dijo: “Estoy muy feliz de ver de nuevo a mis hijos. Si he de vivir, será una
vida estéril sin mi Nala. Si me amas madre, haz lo que puedas para ver que
encuentren a Nala. Que sea tu principal encomienda encontrar al heroico Nala y
traerlo de vuelta a casa. Esto es todo lo que te pido.”
Ante esto la honesta madre no pudo dar respuesta,
pues estaba segura de que Nala estaba perdido para siempre. Su rostro se
ensombreció, no pudo contener su dolor. “Oh Damayanti”, dijo, “Pídeme lo que
quieras, pero me temo que hemos perdido a Nala”. Y tras esto tanto la madre
como la hija lloraron desconsoladas, y así pasaron la noche.
El Cantar de Damayanti
Cuando el sol se elevaba por entre los árboles
Ashoka en los jardines ralaes de Vidarbha en donde Damayanti un día vio al
cisne mensajero, la Reina dejó dormida a su hija y se dirigió hacia los
aposentos privados del Rey.
“¿Qué novedades?” dijo él. “Se ha reanimado
nuestra hija después de su arduo calvario?”
“Ella duerme ahora” dijo la Reina. “Pero se
lamenta por la pérdida de Nala. Mientras lloraba, rompió el silencio y me dijo
que debemos buscarlo”.
El Rey Bhima frunció el ceño. “Oh, el pobre Nala
murió hace mucho en el bosque. He enviado brahmanes a buscarlo por todas
partes. No hemos sabido nada en muchos meses. Cómo sería posible que semejante
gran rey abandonara a su esposa. No, Nala ha de haber muerto”.
“Debemos
intentarlo de nuevo”, dijo la Reina. Y de nuevo el rey Bhima convocó a los
brahmanes a la corte. “Por favor hablen con mi hija”, dijo el rey. “Está
desconsolada”.
En ese momento la joven Damayanti se aproximó a
los brahmanes reunidos y les hablo así:
“Mis queridos padres santos. Creo que Nala está
vivo. Creo que se ha disfrazado para evadir la sentencia de muerte dictada por
su cruel hermano, el Rey Pushkar. No pregunten abiertamente por Nala”.
Y uno de los brahmanes dijo, “¿Cómo hemos de
proceder, mi señora? Somos brahmanes honestos, siempre directos. ¿Por qué
medios hemos de preguntar por Nala?”
A lo cual la princesa de Vidhara respondió de la
siguiente manera: “Han de hablar con precaución. En cada reino vayan hacia
donde los hombres se reúnen. En cada reunión repitan estas palabras una y otra
vez:
९ क्व नु त्वं कितव छित्त्वा वस्त्रार्धं प्रस्थितो मम
उत्सृज्य
विपिने सुप्ताम् अनुरक्तां प्रियां प्रिय
१० सा वै यथा
समादिष्टा तत्रास्ते त्वत्प्रतीक्षिणी
दह्यमाना
भृशं बाला वस्त्रार्धेनाभिसंवृता
११ तस्या रुदन्त्या सततं तेन शोकेन पार्थिव
प्रसादं कुरु
वै वीर प्रतिवाक्यं ददस्व च
(Mahābhārata
Book 3. 68.9-12 )
kva nu tvaṃ
kitava chittvā vastrārdhaṃ
prasthito mama |
utsṛjya
vipine suptām anuraktāṃ
priyāṃ priya ||
sā vai yathā samādiṣṭā
tatrāste tvatpratīkṣiṇī |
dahyamānā bhṛśaṃ bālā
vastrārdhenābhisaṃvṛtā ||
tasyā
rudantyāḥ satataṃ
tena śokena pārthiva
|
prasādaṃ
kuru vai vīra prativākyaṃ
dadasva ca ||
“¿A dónde has ido, jugador, rey mío?
Me abandonaste mientras dormía.
Rompiste mi vestidos y desapareciste, amor mío.
Me dejaste durmiendo en el bosque, amor mío.
Sola, abandonada y perdida.
“¿A dónde has ido, ahora que me has dejado?
Ella se sienta y espera por tus órdenes;
Torturada por el dolor y la pérdida;
Constantemente llora de dolor, rey mío.
Ten piedad y vuelve a mí”.
“Reciten esto en donde quiera que haya hombres
reunidos”. Dijo ella, “Y añadan esto:
“Una esposa ha de estar protegida; no abandonada y
dejada en soledad.
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