Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Romance Hindu VIII
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
Damayanti y Los Clones de Nala
Jugaron día tras día. La gente del pueblo
estaba asombrada. Los consejeros del rey llegaron y le aconsejaron al rey que
era momento de detener esta locura, pero bajo la influencia de Kali, Nala no
pudo detenerse.
Los ministros le dijeron al rey que tenían
negocios importantes: el juego debía suspenderse. La gente estaba impaciente
con la corrupción del rey. Y Damayanti, además de estar preocupada, le dijo a
Nala que era hora de detener su vicio.
Pero Nala, inflamado con la locura del
juego lo había perdido todo. Estaba sorprendido de su derrota constante. No
escuchaba ningún consejo sino que continuaba y continuaba con el juego.
Damayanti, entendió que la locura de Nala lo llevaba hacia su ruina, mandó a
sus hijos con una cuadriga de confianza hacia el reino de Vidarbha y su padre,
Bhima.
Después de que Pushkara había ganado todo
de Nala. Jugaron por su reino y sus tierras. De nuevo perdió. Y cuando Nala ya
no tuvo nada que perder, Pushkara dijo, “¿Cuál será la apuesta ahora? Todo lo
que te queda es la bella Damayanti. Muy bien. Juguemos por ella. Seamos justos.
Me juego todo lo que has perdido contra la hermosa Damayanti. Si ganas, ganas
todo de vuelta. Si yo gano, tomo a Damayanti”.
Pero Nala había tenido suficiente. Miró a
Pushkar a los ojos mientras se quitaba sus vestimentas de seda y finos adornos
hasta que estuvo vestido en taparrabos. Dejó caer toda su ropa en un montón
delante del rey codicioso, le dijo “Toma tus ganancias, y abandonó la corte.
Caminó hacia las puertas de palacio y
continúo caminado. Salió de la ciudad, se dirigió al bosque. Ahí pasó tres
noches con su esposa. Pero el cruel Pushkar lanzó un decreto real. “Nala está
exiliado. Todo aquél que tenga atenciones hacia él o le ayude será condenado a
muerte, con efecto inmediato”.
Y fue así, Oh Yudhiṣthira, que Nala fue
exiliado al bosque. Los ciudadanos lo abandonaron. Tampoco le dieron refugio ni
hospitalidad, sino que le cerraron las puertas al rey. Fue dejado a morirse de
hambre en el bosque con solo un taparrabos para protegerse del frío.
Nala Damayanti
El Exilio
Brihad Aswa continúo, “Oh Yudhiṣthira: Tú
quien perdiste tu reino a los dados. Escucha mientras te cuento la historia de
Nala, el rey que también lo perdió todo.
“Cuando las apuestas del juego ocurrían,
Damayanti tuvo la precaución de enviar a los niños en un carro veloz guiado por
Varshneya hacia Vidarbha y los refugió con su padre, el Rey Bhīma.
“Mientras tanto los dados cumplían las ordenes
de Pushkara cuando Nala perdía una y otra vez…
Al final, el noble Nala, infectado por el
espíritu de Kali, lo había perdido todo. Pushkara sonreía, “¿Qué puedes apostar
ahora Nala? Te dejaré ganar todo de vuelta. No es justo que pierdas tanto. Apuesta
a la hermosa Damayanti como prenda y tiremos los dados de nuevo”.
Pero el corazón de Nala estaba roto. Aún
bajo la influencia de Kali, no podía ir tan lejos.
“Entonces si ya no tienes nada que apostar,
vete.” Dijo Pushkara. “Este ya no es tu reino. Vete al exilio. Te lo ordeno
como Rey de Vishadha, que ahora es mío”.
Despojado de sus finos vestidos y
ornamentos, Nala abandonó el palacio. Y fue así, Oh Yudhiṣthira, que Nala fue
exiliado al bosque. Vagó semidesnudo, aturdido, cubierto sólo con un taparrabos.
Poseído por espíritu de Kali, desolado y arruinado, vagó en la niebla.
Los ciudadanos lo abandonaron. No querían
estar de parte de un rey loco que apostaba sus riquezas de ese modo. Nadie lo
siguió hacia el bosque ni se despidió de él.
Cuando el rey loco y desesperado se
alejaba, Pushkara, el nuevo gobernante de Vishadha emitió leyes contra su
hermano. Que quien lo ayudase o le diera algún auxilio enfrentaría la pena de
muerte.
Quien le ofreciera a Nala comida o refugio
sería condenado ante un tribunal a la pena de muerte o al calabozo.
Así que los ciudadanos no le dieron refugio
ni le ofrecieron hospitalidad, sino que cerraron sus puertas a Nala, el rey
caído.
Sólo Damayanti lo siguió. Vestida
únicamente con un sari, Damayanti lo siguió a la distancia lentamente. Pudo
entender que estaba en garras de una locura, pero no lo podía abandonar en su
hora de necesidad.
Nala fue exiliado. Su hermano ordeno que
viviera en el desierto, en donde fue dejado por los ciudadanos a morir de
hambre con sólo un taparrabos para protegerse del frío. Pushkar había
encarcelado a los amigos de Nala. Su reino de terror había empezado. Nadie se
atrevía a desafiar el poder del tirano.
Durante tres noches Nala vagó, seguido de
la fiel Damayanti. Con sólo agua para beber, empezó a morir de hambre. Comieron hojas y hierbas,
frutas y las raíces de la tierra. Descastados y condenados, morían de hambre,
después de uno días Nala vio unos pájaros extraños, grandes como águilas, de
color dorado. La influencia de Kali lo inspiró a la cacería. Y pensó, “Este es
mi oportunidad. Tenemos que comer. Puedo atraparlos con mi tela”. Acechó su
presa usando como red su taparrabo, lo lanzó sobre las aves.
Pero de pronto las aves doradas gemelas
tomaron la tela con sus picos y la elevaron al cielo. Cuando se llevaron la
ropa los pájaros reían. Dijeron, “Oh rey caído y miserable, sábete que somos
los dados con que jugaste. Hemos tomado esta forma para robar tu ropaje. Lo
perdiste todo a nosotros, así que nos llevamos tu taparrabo. Nuestro gozo de ganar
estaba incompleto mientras tuvieras una tela. Despojado de tu paño morirás de
hambre y frío, desnudo y abandonado en el bosque”.
Cuando los pájaros dorados se iban volando
con su ropa, Nala se volvió hacia Damayanti y le dijo: “¡Oh intachable
Damayanti: Estoy condenado. Condenado a morir de hambre en el bosque.
Abandóname”.
Romance Hindu VIII
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
Damayanti y Los Clones de Nala |
Jugaron día tras día. La gente del pueblo
estaba asombrada. Los consejeros del rey llegaron y le aconsejaron al rey que
era momento de detener esta locura, pero bajo la influencia de Kali, Nala no
pudo detenerse.
Los ministros le dijeron al rey que tenían
negocios importantes: el juego debía suspenderse. La gente estaba impaciente
con la corrupción del rey. Y Damayanti, además de estar preocupada, le dijo a
Nala que era hora de detener su vicio.
Pero Nala, inflamado con la locura del
juego lo había perdido todo. Estaba sorprendido de su derrota constante. No
escuchaba ningún consejo sino que continuaba y continuaba con el juego.
Damayanti, entendió que la locura de Nala lo llevaba hacia su ruina, mandó a
sus hijos con una cuadriga de confianza hacia el reino de Vidarbha y su padre,
Bhima.
Después de que Pushkara había ganado todo
de Nala. Jugaron por su reino y sus tierras. De nuevo perdió. Y cuando Nala ya
no tuvo nada que perder, Pushkara dijo, “¿Cuál será la apuesta ahora? Todo lo
que te queda es la bella Damayanti. Muy bien. Juguemos por ella. Seamos justos.
Me juego todo lo que has perdido contra la hermosa Damayanti. Si ganas, ganas
todo de vuelta. Si yo gano, tomo a Damayanti”.
Pero Nala había tenido suficiente. Miró a
Pushkar a los ojos mientras se quitaba sus vestimentas de seda y finos adornos
hasta que estuvo vestido en taparrabos. Dejó caer toda su ropa en un montón
delante del rey codicioso, le dijo “Toma tus ganancias, y abandonó la corte.
Caminó hacia las puertas de palacio y
continúo caminado. Salió de la ciudad, se dirigió al bosque. Ahí pasó tres
noches con su esposa. Pero el cruel Pushkar lanzó un decreto real. “Nala está
exiliado. Todo aquél que tenga atenciones hacia él o le ayude será condenado a
muerte, con efecto inmediato”.
Y fue así, Oh Yudhiṣthira, que Nala fue
exiliado al bosque. Los ciudadanos lo abandonaron. Tampoco le dieron refugio ni
hospitalidad, sino que le cerraron las puertas al rey. Fue dejado a morirse de
hambre en el bosque con solo un taparrabos para protegerse del frío.
Nala Damayanti
El Exilio
Brihad Aswa continúo, “Oh Yudhiṣthira: Tú
quien perdiste tu reino a los dados. Escucha mientras te cuento la historia de
Nala, el rey que también lo perdió todo.
“Cuando las apuestas del juego ocurrían,
Damayanti tuvo la precaución de enviar a los niños en un carro veloz guiado por
Varshneya hacia Vidarbha y los refugió con su padre, el Rey Bhīma.
“Mientras tanto los dados cumplían las ordenes
de Pushkara cuando Nala perdía una y otra vez…
Al final, el noble Nala, infectado por el
espíritu de Kali, lo había perdido todo. Pushkara sonreía, “¿Qué puedes apostar
ahora Nala? Te dejaré ganar todo de vuelta. No es justo que pierdas tanto. Apuesta
a la hermosa Damayanti como prenda y tiremos los dados de nuevo”.
Pero el corazón de Nala estaba roto. Aún
bajo la influencia de Kali, no podía ir tan lejos.
“Entonces si ya no tienes nada que apostar,
vete.” Dijo Pushkara. “Este ya no es tu reino. Vete al exilio. Te lo ordeno
como Rey de Vishadha, que ahora es mío”.
Despojado de sus finos vestidos y
ornamentos, Nala abandonó el palacio. Y fue así, Oh Yudhiṣthira, que Nala fue
exiliado al bosque. Vagó semidesnudo, aturdido, cubierto sólo con un taparrabos.
Poseído por espíritu de Kali, desolado y arruinado, vagó en la niebla.
Los ciudadanos lo abandonaron. No querían
estar de parte de un rey loco que apostaba sus riquezas de ese modo. Nadie lo
siguió hacia el bosque ni se despidió de él.
Cuando el rey loco y desesperado se
alejaba, Pushkara, el nuevo gobernante de Vishadha emitió leyes contra su
hermano. Que quien lo ayudase o le diera algún auxilio enfrentaría la pena de
muerte.
Quien le ofreciera a Nala comida o refugio
sería condenado ante un tribunal a la pena de muerte o al calabozo.
Así que los ciudadanos no le dieron refugio
ni le ofrecieron hospitalidad, sino que cerraron sus puertas a Nala, el rey
caído.
Sólo Damayanti lo siguió. Vestida
únicamente con un sari, Damayanti lo siguió a la distancia lentamente. Pudo
entender que estaba en garras de una locura, pero no lo podía abandonar en su
hora de necesidad.
Nala fue exiliado. Su hermano ordeno que
viviera en el desierto, en donde fue dejado por los ciudadanos a morir de
hambre con sólo un taparrabos para protegerse del frío. Pushkar había
encarcelado a los amigos de Nala. Su reino de terror había empezado. Nadie se
atrevía a desafiar el poder del tirano.
Durante tres noches Nala vagó, seguido de
la fiel Damayanti. Con sólo agua para beber, empezó a morir de hambre. Comieron hojas y hierbas,
frutas y las raíces de la tierra. Descastados y condenados, morían de hambre,
después de uno días Nala vio unos pájaros extraños, grandes como águilas, de
color dorado. La influencia de Kali lo inspiró a la cacería. Y pensó, “Este es
mi oportunidad. Tenemos que comer. Puedo atraparlos con mi tela”. Acechó su
presa usando como red su taparrabo, lo lanzó sobre las aves.
Pero de pronto las aves doradas gemelas
tomaron la tela con sus picos y la elevaron al cielo. Cuando se llevaron la
ropa los pájaros reían. Dijeron, “Oh rey caído y miserable, sábete que somos
los dados con que jugaste. Hemos tomado esta forma para robar tu ropaje. Lo
perdiste todo a nosotros, así que nos llevamos tu taparrabo. Nuestro gozo de ganar
estaba incompleto mientras tuvieras una tela. Despojado de tu paño morirás de
hambre y frío, desnudo y abandonado en el bosque”.
Cuando los pájaros dorados se iban volando
con su ropa, Nala se volvió hacia Damayanti y le dijo: “¡Oh intachable
Damayanti: Estoy condenado. Condenado a morir de hambre en el bosque.
Abandóname”.
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