Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Romance Hindu X
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
Nala y Damayanti en Exilio
|
Dejó la noble higuera con sus raíces
generosas, protectoras tras él, Nala inició el camino hacia lo más profundo del
bosque oscuro, carente de sentido, confundido por la influencia de Kali.
Y dando dos pasos en el camino, se detuvo y
retrocedió un paso, Su amor por la casta y virtuosa Damayanti lo arrastraba de
vuelta, pero la locura que nacía del demonio Kali de nuevo lo poseyó y tomó el
camino hacia la oscuridad, desprovisto de sentido. Y cuando se tambaleaba hacia
el bosque, los pájaros kokil que estaban despiertos al amanecer escucharon la
miseria del gemido frenético del rey
mientras abandonaba a Damayanti que dormía.
Poco a poco los rayos del sol entraron en
el claro en donde dormía damayanti en los brazos de la higuera. Y cuando la
suave calidez se extendía a través del suelo del bosque, Damayanti despertó,
refrescada por el sueño. Y sin embargo al despertar y darse cuenta de que Nala
se había ido Damayanti estaba sorprendida, “¿Nala?” dijo.
“Ha de haber ido a recoger hierbas frescas
y frutos”, pensó. “¿Nala?” Pero había silencio en el bosque.
Abandonada a su suerte en el bosque
“Se ha de haber ido a buscar hierbas y
frutas,” pensó. “¿Nala?” Pero el bosque estaba en silencio.
“¿Nala?”
Algo andaba mal. Rodeó la gran higuera
gritando. “¡Nala!” No hubo respuesta.
Gritó a través del bosque, “¡Rey mío! ¡Nala!”
Pero los árboles estaban silenciosos.
“Ay, mi amor se ha ido,” lloró. Medio
enloquecida empezó a preguntar a los árboles del bosque, “¿En dónde está Nala?
¿En dónde está el rey de los Nishadhas? ¿Me abandonó aquí en el bosque? ¿Cómo
pudo hacerlo? ¿Es una broma cruel llevada a cabo por un hombre enloquecido que
lo ha perdido todo? ¡Nala!”
Y mientras vagaba a través del bosque,
completamente perdida, olvidó la senda hacia Vidarbha que Nala le señalara. Vio
que algo se movía en entre los arbustos. “¡Nala!” gritó.
“¿Eres tú?” Sal y detén este juego, y
vayamos hacia Vidarbha a ver a mi padre”.
Y entonces corrió de un árbol a otro,
perdiéndose en lo oscuro del bosque hasta que llegó a un arroyo y ya no pudo
seguir. Pensó que podría rastrear sus huellas en la arena. Pero sólo estaban
las huellas de los osos que frecuentaban las aguas del arroyo.
“Ay”, exclamó. “¡Nala!” gimió como una
viuda, perdida en el dolor, lágrimas
bañaron sus mejillas perfectas. Por último se sentó en un tronco seco junto a
la alta hierba del arroyo. Inconsolable y lamentándose, lloró.
Y mientras lloraba una serpiente feroz y
poderosa se deslizo bajo el tronco. Perdida en su lamento, no notó cómo la
serpiente empezaba a trepar por su pierna, enroscándose en ella, hasta que ya
era tarde.
“¡Nala!” gritó cuando la serpiente empezó a
estrecharla. “¡Ayúdame!”
Pero ahora Nala se hallaba lejos. El
espíritu de Kali lo había sumergido en otro sitio del bosque en donde vagaba,
perdido.
En ese momento un cazador surcaba el bosque
en busca de una presa. Hacía rato que perseguía las huellas de un ciervo que
había bebido agua en el arroyo. Al escuchar los gritos de Damayanti, se
sorprendió y corrió hacia donde estaba sentada, luchando con la enorme y
terrible víbora que estaba lista para atacarla.
El cazador tomó su arco y disparó una
flecha atravesando la cabeza de la víbora. Cuando Damayanti pudo liberarse, el
cazador tomó la serpiente y con su hacha afilada cercenó la cabeza enjoyada de
la serpiente, matándola al instante.
Y a la vista de la sangre que brotaba de la
cabeza mutilada de la serpiente, Damayanti se desmayó.
El cazador, sintió pena de esta doncella
perdida en el bosque, la llevó hasta el arroyo y lavó su frente con agua
fresca. Cuando se reanimó, le dio comida que llevaba consigo y fruta fresca y
agua para beber. Temblando de miedo y hambre, le dio las gracias y sonrió.
Pero el cazador estaba encantado ante la
belleza de Damayanti. Como su vestido de seda se había mojado con el agua del
arroyo, éste se adhería a su cuerpo esbelto. Y cuando terminó de comer, el
cazador la sostuvo en sus brazos, lleno de deseo.
“Oh dama del bosque de ojos verdes,” dijo.
“Oh adorable creatura cuyos miembros son ágiles como los de una gacela, ¿quién
eres? ¿Por qué estás aquí en este bosque oscuro?
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