महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Romance Hindu VII
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
Damayanti con el Cisne Mensajero
Los Clones de Nala
Damayanti no podía distinguirlos. Miraba a
uno y otro, estudiaba sus rostros, pero cada versión de Nala sonreía impasible,
sin revelar nada con los ojos, Cuatro de ellos eran dioses. Sólo uno era el
propio Nala. Si escogía a un dios, estaría atada a él de por vida. Si escogía a
Indra, sería una reina de los cielos, consorte del señor del trueno y la
lluvia.
Pero ella no quería un reino celestial,
ella sólo quería su amor terrenal con Nala, su príncipe.
La amplia estancia cayó en silencio.
El nombre “Nala, rey de Nishadha” fue
anunciado. Los cinco Nalas se levantaron de sus tronos plateados y se pararon
ante ella con las manos unidas.
Damayanti continuaba viendo a uno y otro.
Oraba a Viṣṇu por guía. Ofreció adoración mentalmente y trato de ver las cosa
más profundamente. ¿Cómo podría escoger? Cuatro de estos Nalas eran copias, una
ilusión creada por los dioses. Uno era Nala, un simple mortal.
Ella pensó, “Tengo que estudiar con
cuidado. Los dioses son perfectos. Nala es imperfecto. Los dioses son
inmortales. Nala es mortal”. De nuevo oró a Viṣṇu en su corazón. “Oh Señor,
revélame la forma imperfecta de mi amado. Los dioses no tienen falla, pero él
ha de tener alguna. Aguza mi visión, permíteme ver”.
Todos estaban en silencio mientras
Damayanti, en una especie de trance, estudiaba a los cinco hombres, cada uno
más parecido que el anterior.
Sus ojos empezaron a enfocarse. Notó que
uno de los cinco hombres perfectos tenía una sombra en el polvo. De hecho el
polvo cubría sus pies. Sus pies se mantenían firmes en la tierra. Su guirnalda
de flores, tan perfecta al principio, se había apagado un poco debido al calor
del sol. Las rosas alrededor de su cuello se habían marchitado. Unos pétalos
habían caído al suelo. Sus ojos llenos de pasión estaban fijos, pero temblaba
ligeramente. Él parpadeó. Un delicado sudor empañaba su frente.
Miro de nuevo de uno a otro. Los otros eran
demasiado perfectos. Ella notó sus pies. Sus pies perfectos de loto flotaban
ligeramente por encima de la tierra, sin tocar el polvo. No proyectaban una
sombra en la tierra. Ningún polvo ensuciaba sus vestiduras. Notó las flores de
sus guirnaldas. Los lotos eran perfectos. Las rosas no arrojaban pétalos, ni se
marchitaban. Sus frentes perfectas no sudaban. Estudió sus ojos que eran como
lotos. No parpadeaban nunca. Su mirada estaba fija y perfecta.
Pero uno de ellos era un mortal. Sus pies
tocaban el suelo. Su frente brillaba con sudor bajo el sol de mediodía. Con
guirnalda decolorada, prendas de vestir empolvadas, proyectaba una sombra en el
suelo.
Los dioses habían jugado un truco cruel al
hacerse pasar por el hombre que amaba, pero uno de los cinco pretendientes era
en definitiva un mortal: Su Nala. Ella lo vio y le sonrió. No pudo ser engañada
ni por la magia de los dioses.
Y así Damayanti, la hija virtuosa de Bhima,
dio un paso y escogió a su campeón. Sonriendo, tomó ligeramente el borde de su
vestimenta de él con sus manos de loto mientras lanzaba la guirnalda de flores
ceremonial alrededor de sus hombros. Se volvió hacia la multitud.
“Este es el hombre que escojo, ante los
dioses y los reyes reunidos. Aquí está Nala, el Rey de Vidarbha”.
Muchos de los pretendientes se sintieron
timados y gritaron, “¡No!, ¡No es posible! ¡Escógeme!” y “¡Ay! ¡Esto es un
fraude!” Mientras que desde el cónclave de los reyes muchos gritaron, “¡Hurra!”
y “Bien hecho!” “¡Damayanti ki Jai!”
Nala elevó sus manos pidiendo silencio. Y
cuando se le pudo escuchar dijo, ¡OH Damayanti, pudiste elegir un dios. Pudiste
ser una reina del cielo tomando a uno de estos como tu esposo. Yo no soy dios,
sino un simple mortal. Y sin embargo has escogido a un mortal como tu esposo,
toma este voto fiel: Oh doncella de sonrisa serena, seré tuyo en el amor tanto
como el espíritu llene este cuerpo. Lo digo sinceramente ante los dioses y
reyes aquí reunidos”.
Tras esto, los dioses se revelaron a sí
mismos: Indra, el dios de la lluvia; Agni deva, el dios del fuego; Yama, la
propia muerte, y Varuna, el dios de las aguas, los lagos y ríos. Todos se
regocijaron y estaban sorprendidos.
En ese momento los dioses bendijeron a Nala
con ocho dones místicos; El poder de ver lo divino en el sacrificio místico, y
el poder físico de la gracia le fueron dados por Indra. El poder de invocar el
fuego en donde desee a través de un mantra fue dado a Nala por Agni junto con
su propio carácter vehemente. El dios de la muerte, Yama galardonó a Nala con
el delicado discernimiento del gusto en el arte de la cocina junto con una
virtud eminente, un profundo entendimiento del dharma. Mientras que Varuṇa dotó a Nala con el poder de conjurar el agua
en cualquier lugar y circunstancia que requiera junto con una guirnalda de
fragancia inigualable.
Cada dios bendijo doblemente a Nala y a su
amada Damayanti. Y tras otorgar sus bendiciones, los dioses llamaron a sus
aeronaves. Uno por uno, Agni, Indra, Varuna, y Yama se retiraron hacia sus
hogares celestiales.
Y fue así como Nala y Damayanti se casaron.
Nala se regocijó, había obtenido la perla
de mujer por sí mismo. En el tiempo debido llevó a su hogar a Damayanti en
Naishadha tras recibir el permiso de su padre el gran rey Bhima.
Y Nala y Damayanti pasaron sus días gozando
en el palacio de Nala y gobernando el reino de Vidarbha. Jugaban amorosamente
en muchos sitios, en el bosque verde y en la arboleda romántica y pronto
Damayanti le dio un hijo llamado Indrasena y una hija, también llamada
Indrasena. Con el paso del tiempo el Rey Nala gobernó la tierra en riqueza y
esplendor con su reina la hermosa Damayanti.
Pero cuando los dioses se dirigían de
vuelta a sus hogares celestiales se encontraron con un ser sobrenatural, Kali.
Estaba en la carretera a Vidarbha con
Dwarpa. Y cuando los dioses preguntaron, “¿A dónde vas, Kali?” Él contestó, “Voy
a Vidarbha con Dwapara al swayaṃvara de Damayanti”.
Y los dioses encabezados por Indra le
dijeron, “¿No has escuchado? El swayaṃvara ha concluido. Ella ya ha escogido.
Escogió a un mortal frente a nosotros. Incluso ahora ya está casada con Nala”.
Y Kali dijo, “Esto es un ultraje. Cómo pudo
escoger antes de que el gran Kali hubiera llegado. Por esta ofensa, la
maldeciré. Y a Nala. Damayanti está maldita y sufrirá. Tendré mi venganza”.
Pero los dioses dijeron, “Ten cuidado con
tus maldiciones. Nosotros los dioses hemos aprobado esta unión. Maldito el que
les cause algún daño”.
Pero Kali continuó su camino con Dwapara,
resuelto a destruir a Nala. Espió la
ceremonia nupcial y vio que ya era muy tarde. Así que Kali los siguió al reino
de Nala determinado a tener su venganza.
Kali y el Dado
Con el tiempo Damayanti tuvo dos hijos: una
hija, Indrasena, y un hijo, Indrasen. Nala gobernó su reino con justicia y
practicaba los sacrificios Védicos. Había abundancia en la tierra.
Pero Kali recorría el reino de los Nishadha
esperando una oportunidad. Ahora, este Kali era una especie de Gandharva, de
mal carácter, oscuro y siniestro en todos sentidos. Este diablo cara de perro
era negro como el carbón con una lengua enorme. Hedor pestilente a carne podrida impregnaba su carne. Kali
tenía el poder de poseer el alma de los hombres. Entraba en ellos y les
provocaba hacia actos pecaminosos. Cada día la influencia de Kali se siente,
esta es su era, Kali-yuga. Está presente en todo lugar en donde se come carne,
hay intoxicación, se practica el sexo ilícito y donde se juegan juegos de azar.
Se opone a todos los principios religiosos, especialmente la austeridad, la
limpieza, la misericordia, la veracidad. El envidioso Kali disfruta promover la
guerra, la envidia, el odio y las mentiras. Nació en una larga línea de
monstruos de la lujuria y el incesto. Era el hijo de Krodha, Ira, y de su
hermana, Violencia. Y conforme su influencia se hace más y más profunda, la
propia humanidad se precipita hacia los abismos de la ira, la violencia y el
pecado. Mataderos, niños llevando armas, y la destrucción del planeta son los
aspectos de la influencia de Kali. ¡Ay de Nala!, el satánico Kali traza su
ruina. Ha entrado en la tierra de Nishadha y observa al Rey Nala, espera su
oportunidad de entrar en él, puesto que Kali era un ser sobrenatural que podía
entrar en el cuerpo de un hombre que hubiera pecado y controlar su espíritu y
posteriormente corromperlo.
Pero Nala no tenía pecados. Kali le
observaba y esperaba su oportunidad, se escondía y se hacía invisible. Esperaba
su hora, rondaba el palacio que Nala gobernaba. Y como un fantasma seguía a
Nala, día y noche durante 12 años. Algunos dicen que Kali-yuga dura 12 mil
años, y que los 12 años que los Pāṇḍavas pasaron en el bosque es un reflejo de
ese tiempo.
Finalmente, llegó su hora. Un día Nala fue
a realizar su adoración sin haberse lavado los pies. No estaba completamente
limpio, y sin embargo, así de contaminado, llevó a cabo su adoración. Kali vio
su oportunidad. Aprovechó el momento. Entró al cuerpo de Nala, infectando con
el espíritu de Kali a ese gran rey con su influencia.
Ahora que el Rey Nala estaba infectado con
el espíritu de Kali sufría bajo su poder. No era ya más él mismo. Empezó a
perder las oraciones de la mañana. Se olvidaba de sus actividades piadosas. Ya
no invitaba a los santos a discutir con él, acerca del significado profundo de
las escrituras. Gradualmente se hundió en la ignorancia.
Y ahora que Nala estaba bajo su influencia,
Kali lo dejó por un tiempo. Para satisfacer su plan de venganza, Kali lo ató a
un hechizo de discordia, y como Nala estaba bajo su hechizo, el propio demonio
Kali dejó el cuerpo físico de Nala por un tiempo.
Con el fin de desarrollar sus planes de
venganza contra Nala, Kali fue hacia otro rey, Pushkara, que era hermano de
Nala y gobernaba en otro sitio de Nishadha. Atrajo a Pushkara bajo su
influencia jugando con su avaricia y envidia. Le prometió a Pushkara una
victoria fácil en apostar contra Nala, Le dijo, “Invita a Nala a jugar contigo
a los dados. No temas, pues mi poder entrará en los dados y determinará el
resultado. Apuesta lo que quieras. Haré que el juego parezca un deporte, pero
al final con seguridad le vencerás. De este modo, podrás ganar su reino y toda
su fortuna. Gobernarás tanto en Nishadha como en Vidarbha como el rey
indiscutible de todo el reino”.
Con la adulación, mentiras y dulces
palabras Kali atrajo a Pushkara bajo su influencia. Kali lo dejó y regresó a
Vishadha en donde habitaba Nala, quien gradualmente caía bajo el hechizo. Kali
lo poseyó por entero y lo sometió a su control.
Pushkara pasaba las noches sin dormir
pensando en la vasta fortuna que le aguardaba. Todo lo que necesitaba hacer era
arrojar los dados con su hermano. Espero un tiempo y luego hizo los arreglos
para visitar a Nala.
Al llegar a Vishadha, Pushkara fue
bienvenido por Nala con toda la hospitalidad a su disposición.
“Mi hermano”, dijo, “Me da tanto placer que
hayas venido a visitarme después de tanto tiempo. Quédate aquí conmigo en mi
Palacio y gobernemos juntos”.
“No estoy calificado para tal honor”, dijo
Pushkara, “pero pasemos un tiempo juntos!.
Y al atardecer tumbados mientras admiraban
la puesta del sol, Pushkara hablo a Nala de la siguiente manera:
“Eres experto de tantas formas, mi hemrnao:
Caballos, mujeres, comida incluso en el juego de dados. Pero esta tarde veo a
mi estrella de la fuerte aún ahora en los cielos. Me siento afortunado.
Juguemos a los dados. Tú, por supuesto, eres mucho más experto. Pero creo que
hoy es mi día de suerte”.
Nala dijo, “Mis días de apostar se han
terminado. Ahora que estoy casado tengo muchas responsabilidades. No es una
buena idea. Entretengámonos con otra cosa”.
Con estyo, Damayanti entró acompañada de
sus siervas llevando bebidas refrescantes.
“Qué maravilloso que tu hermano haya venido
de visita”, dijo. “Si quieres traeré a los músicos de la corte”.
Y Pushkara dijo, “Estábamos a punto de
jugar a los dados”.
Nala sonrió. “Si insistes en perder,
juguemos apuestas amistosas”, dijo. Dio una palmada. Un sirviente apareció.
“Trae la mesa de juego de dados”. Dijo.
Se colocó la mesa del juego de dados,
hermosas alfombras y almohadas se acomodaron. Se trajeron bebidas. Los dos
hermanos se instalaron a jugar. Mientras jugaban, el ministro del rey se les
unió, interesado en el juego. Hasta los residentes de palacio y la gente del
pueblo llegó a ver el juego. Se sentaron tranquilos mientras los dos hermanos
hacían rodar los dados.
“Tú vas primero”, dijo Nala, galantemente,
aunque ahora estaba completamente poseído por Kali.
“¿Qué apostaremos? Dijo Pushkara.
“Juguemos apuestas amistosas. Apuesto un
cuenco de arroz”.
“Hecho”, dijo Pushkara.
Y lanzó los dados y Pushkara perdió.
“Ya ves”, dijo Nala. “No es tu noche de
suerte después de todo. Qué vengan entonces los músicos”.
“Debes permitirme la revancha”, dijo
Pushkara. “Apostemos un saco de arroz”.
“Muy bien”, dijo Nala.
Tiraron de nuevo los dados. De nuevo perdió
Pushkara.
“¿Dónde está tu suerte ahora?” dijo Nala,
disfrutando de sí mismo.
“Bueno, tal vez la estrella necesita una
apuesta más grande. En lugar de arroz, Apostemos plata en la próxima ronda”.
“Como quieras, hermano”, dijo Nala.
En este punto Nala estaba ya completamente
bajo la influencia de Kali. Kali ya no necesitaba poseerlo por completo. El
demoniaco Kali dejó a Nala y entró en los dados. Tiraron de nuevo los dados.
“Gané° Dijo Pushkara. “Tal vez sí es mi
noche de suerte”.
“La habilidad vencerá a la suerte”. Dijo
Nala, “Tiremos de nuevo”.
“Mi carro contra el tuyo”. Dijo Pushkara.
Y así Nala empezó a apostar y a perder.
Perdió su carruaje, su plata y después apostó oro puro y refinado, vagones,
elefantes, manadas de caballos, y ropas de seda. Nala se enloqueció con la
emoción de los dados. La gente contemplaba horrorizada como empezaba a perderlo
todo. No podía parar. Perdió su fortuna tiro tras tiro. Pero seguía y seguía
jugando, hasta que Nala lo había perdido todo.
Jugaron hasta entrada la noche, y Nala en
ocasiones ganaba lo suficiente de su propia fortuna con lo que recuperaba
esperanzas y hacía apuestas más extravagantes en un intento enloquecido de
recuperar todo. Y entonces perdía de nuevo.
El juego continúo.
Romance Hindu VII
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti
Damayanti con el Cisne Mensajero |
Los Clones de Nala
Damayanti no podía distinguirlos. Miraba a
uno y otro, estudiaba sus rostros, pero cada versión de Nala sonreía impasible,
sin revelar nada con los ojos, Cuatro de ellos eran dioses. Sólo uno era el
propio Nala. Si escogía a un dios, estaría atada a él de por vida. Si escogía a
Indra, sería una reina de los cielos, consorte del señor del trueno y la
lluvia.
Pero ella no quería un reino celestial,
ella sólo quería su amor terrenal con Nala, su príncipe.
La amplia estancia cayó en silencio.
El nombre “Nala, rey de Nishadha” fue
anunciado. Los cinco Nalas se levantaron de sus tronos plateados y se pararon
ante ella con las manos unidas.
Damayanti continuaba viendo a uno y otro.
Oraba a Viṣṇu por guía. Ofreció adoración mentalmente y trato de ver las cosa
más profundamente. ¿Cómo podría escoger? Cuatro de estos Nalas eran copias, una
ilusión creada por los dioses. Uno era Nala, un simple mortal.
Ella pensó, “Tengo que estudiar con
cuidado. Los dioses son perfectos. Nala es imperfecto. Los dioses son
inmortales. Nala es mortal”. De nuevo oró a Viṣṇu en su corazón. “Oh Señor,
revélame la forma imperfecta de mi amado. Los dioses no tienen falla, pero él
ha de tener alguna. Aguza mi visión, permíteme ver”.
Todos estaban en silencio mientras
Damayanti, en una especie de trance, estudiaba a los cinco hombres, cada uno
más parecido que el anterior.
Sus ojos empezaron a enfocarse. Notó que
uno de los cinco hombres perfectos tenía una sombra en el polvo. De hecho el
polvo cubría sus pies. Sus pies se mantenían firmes en la tierra. Su guirnalda
de flores, tan perfecta al principio, se había apagado un poco debido al calor
del sol. Las rosas alrededor de su cuello se habían marchitado. Unos pétalos
habían caído al suelo. Sus ojos llenos de pasión estaban fijos, pero temblaba
ligeramente. Él parpadeó. Un delicado sudor empañaba su frente.
Miro de nuevo de uno a otro. Los otros eran
demasiado perfectos. Ella notó sus pies. Sus pies perfectos de loto flotaban
ligeramente por encima de la tierra, sin tocar el polvo. No proyectaban una
sombra en la tierra. Ningún polvo ensuciaba sus vestiduras. Notó las flores de
sus guirnaldas. Los lotos eran perfectos. Las rosas no arrojaban pétalos, ni se
marchitaban. Sus frentes perfectas no sudaban. Estudió sus ojos que eran como
lotos. No parpadeaban nunca. Su mirada estaba fija y perfecta.
Pero uno de ellos era un mortal. Sus pies
tocaban el suelo. Su frente brillaba con sudor bajo el sol de mediodía. Con
guirnalda decolorada, prendas de vestir empolvadas, proyectaba una sombra en el
suelo.
Los dioses habían jugado un truco cruel al
hacerse pasar por el hombre que amaba, pero uno de los cinco pretendientes era
en definitiva un mortal: Su Nala. Ella lo vio y le sonrió. No pudo ser engañada
ni por la magia de los dioses.
Y así Damayanti, la hija virtuosa de Bhima,
dio un paso y escogió a su campeón. Sonriendo, tomó ligeramente el borde de su
vestimenta de él con sus manos de loto mientras lanzaba la guirnalda de flores
ceremonial alrededor de sus hombros. Se volvió hacia la multitud.
“Este es el hombre que escojo, ante los
dioses y los reyes reunidos. Aquí está Nala, el Rey de Vidarbha”.
Muchos de los pretendientes se sintieron
timados y gritaron, “¡No!, ¡No es posible! ¡Escógeme!” y “¡Ay! ¡Esto es un
fraude!” Mientras que desde el cónclave de los reyes muchos gritaron, “¡Hurra!”
y “Bien hecho!” “¡Damayanti ki Jai!”
Nala elevó sus manos pidiendo silencio. Y
cuando se le pudo escuchar dijo, ¡OH Damayanti, pudiste elegir un dios. Pudiste
ser una reina del cielo tomando a uno de estos como tu esposo. Yo no soy dios,
sino un simple mortal. Y sin embargo has escogido a un mortal como tu esposo,
toma este voto fiel: Oh doncella de sonrisa serena, seré tuyo en el amor tanto
como el espíritu llene este cuerpo. Lo digo sinceramente ante los dioses y
reyes aquí reunidos”.
Tras esto, los dioses se revelaron a sí
mismos: Indra, el dios de la lluvia; Agni deva, el dios del fuego; Yama, la
propia muerte, y Varuna, el dios de las aguas, los lagos y ríos. Todos se
regocijaron y estaban sorprendidos.
En ese momento los dioses bendijeron a Nala
con ocho dones místicos; El poder de ver lo divino en el sacrificio místico, y
el poder físico de la gracia le fueron dados por Indra. El poder de invocar el
fuego en donde desee a través de un mantra fue dado a Nala por Agni junto con
su propio carácter vehemente. El dios de la muerte, Yama galardonó a Nala con
el delicado discernimiento del gusto en el arte de la cocina junto con una
virtud eminente, un profundo entendimiento del dharma. Mientras que Varuṇa dotó a Nala con el poder de conjurar el agua
en cualquier lugar y circunstancia que requiera junto con una guirnalda de
fragancia inigualable.
Cada dios bendijo doblemente a Nala y a su
amada Damayanti. Y tras otorgar sus bendiciones, los dioses llamaron a sus
aeronaves. Uno por uno, Agni, Indra, Varuna, y Yama se retiraron hacia sus
hogares celestiales.
Y fue así como Nala y Damayanti se casaron.
Nala se regocijó, había obtenido la perla
de mujer por sí mismo. En el tiempo debido llevó a su hogar a Damayanti en
Naishadha tras recibir el permiso de su padre el gran rey Bhima.
Y Nala y Damayanti pasaron sus días gozando
en el palacio de Nala y gobernando el reino de Vidarbha. Jugaban amorosamente
en muchos sitios, en el bosque verde y en la arboleda romántica y pronto
Damayanti le dio un hijo llamado Indrasena y una hija, también llamada
Indrasena. Con el paso del tiempo el Rey Nala gobernó la tierra en riqueza y
esplendor con su reina la hermosa Damayanti.
Pero cuando los dioses se dirigían de
vuelta a sus hogares celestiales se encontraron con un ser sobrenatural, Kali.
Estaba en la carretera a Vidarbha con
Dwarpa. Y cuando los dioses preguntaron, “¿A dónde vas, Kali?” Él contestó, “Voy
a Vidarbha con Dwapara al swayaṃvara de Damayanti”.
Y los dioses encabezados por Indra le
dijeron, “¿No has escuchado? El swayaṃvara ha concluido. Ella ya ha escogido.
Escogió a un mortal frente a nosotros. Incluso ahora ya está casada con Nala”.
Y Kali dijo, “Esto es un ultraje. Cómo pudo
escoger antes de que el gran Kali hubiera llegado. Por esta ofensa, la
maldeciré. Y a Nala. Damayanti está maldita y sufrirá. Tendré mi venganza”.
Pero los dioses dijeron, “Ten cuidado con
tus maldiciones. Nosotros los dioses hemos aprobado esta unión. Maldito el que
les cause algún daño”.
Pero Kali continuó su camino con Dwapara,
resuelto a destruir a Nala. Espió la
ceremonia nupcial y vio que ya era muy tarde. Así que Kali los siguió al reino
de Nala determinado a tener su venganza.
Kali y el Dado
Con el tiempo Damayanti tuvo dos hijos: una
hija, Indrasena, y un hijo, Indrasen. Nala gobernó su reino con justicia y
practicaba los sacrificios Védicos. Había abundancia en la tierra.
Pero Kali recorría el reino de los Nishadha
esperando una oportunidad. Ahora, este Kali era una especie de Gandharva, de
mal carácter, oscuro y siniestro en todos sentidos. Este diablo cara de perro
era negro como el carbón con una lengua enorme. Hedor pestilente a carne podrida impregnaba su carne. Kali
tenía el poder de poseer el alma de los hombres. Entraba en ellos y les
provocaba hacia actos pecaminosos. Cada día la influencia de Kali se siente,
esta es su era, Kali-yuga. Está presente en todo lugar en donde se come carne,
hay intoxicación, se practica el sexo ilícito y donde se juegan juegos de azar.
Se opone a todos los principios religiosos, especialmente la austeridad, la
limpieza, la misericordia, la veracidad. El envidioso Kali disfruta promover la
guerra, la envidia, el odio y las mentiras. Nació en una larga línea de
monstruos de la lujuria y el incesto. Era el hijo de Krodha, Ira, y de su
hermana, Violencia. Y conforme su influencia se hace más y más profunda, la
propia humanidad se precipita hacia los abismos de la ira, la violencia y el
pecado. Mataderos, niños llevando armas, y la destrucción del planeta son los
aspectos de la influencia de Kali. ¡Ay de Nala!, el satánico Kali traza su
ruina. Ha entrado en la tierra de Nishadha y observa al Rey Nala, espera su
oportunidad de entrar en él, puesto que Kali era un ser sobrenatural que podía
entrar en el cuerpo de un hombre que hubiera pecado y controlar su espíritu y
posteriormente corromperlo.
Pero Nala no tenía pecados. Kali le
observaba y esperaba su oportunidad, se escondía y se hacía invisible. Esperaba
su hora, rondaba el palacio que Nala gobernaba. Y como un fantasma seguía a
Nala, día y noche durante 12 años. Algunos dicen que Kali-yuga dura 12 mil
años, y que los 12 años que los Pāṇḍavas pasaron en el bosque es un reflejo de
ese tiempo.
Finalmente, llegó su hora. Un día Nala fue
a realizar su adoración sin haberse lavado los pies. No estaba completamente
limpio, y sin embargo, así de contaminado, llevó a cabo su adoración. Kali vio
su oportunidad. Aprovechó el momento. Entró al cuerpo de Nala, infectando con
el espíritu de Kali a ese gran rey con su influencia.
Ahora que el Rey Nala estaba infectado con
el espíritu de Kali sufría bajo su poder. No era ya más él mismo. Empezó a
perder las oraciones de la mañana. Se olvidaba de sus actividades piadosas. Ya
no invitaba a los santos a discutir con él, acerca del significado profundo de
las escrituras. Gradualmente se hundió en la ignorancia.
Y ahora que Nala estaba bajo su influencia,
Kali lo dejó por un tiempo. Para satisfacer su plan de venganza, Kali lo ató a
un hechizo de discordia, y como Nala estaba bajo su hechizo, el propio demonio
Kali dejó el cuerpo físico de Nala por un tiempo.
Con el fin de desarrollar sus planes de
venganza contra Nala, Kali fue hacia otro rey, Pushkara, que era hermano de
Nala y gobernaba en otro sitio de Nishadha. Atrajo a Pushkara bajo su
influencia jugando con su avaricia y envidia. Le prometió a Pushkara una
victoria fácil en apostar contra Nala, Le dijo, “Invita a Nala a jugar contigo
a los dados. No temas, pues mi poder entrará en los dados y determinará el
resultado. Apuesta lo que quieras. Haré que el juego parezca un deporte, pero
al final con seguridad le vencerás. De este modo, podrás ganar su reino y toda
su fortuna. Gobernarás tanto en Nishadha como en Vidarbha como el rey
indiscutible de todo el reino”.
Con la adulación, mentiras y dulces
palabras Kali atrajo a Pushkara bajo su influencia. Kali lo dejó y regresó a
Vishadha en donde habitaba Nala, quien gradualmente caía bajo el hechizo. Kali
lo poseyó por entero y lo sometió a su control.
Pushkara pasaba las noches sin dormir
pensando en la vasta fortuna que le aguardaba. Todo lo que necesitaba hacer era
arrojar los dados con su hermano. Espero un tiempo y luego hizo los arreglos
para visitar a Nala.
Al llegar a Vishadha, Pushkara fue
bienvenido por Nala con toda la hospitalidad a su disposición.
“Mi hermano”, dijo, “Me da tanto placer que
hayas venido a visitarme después de tanto tiempo. Quédate aquí conmigo en mi
Palacio y gobernemos juntos”.
“No estoy calificado para tal honor”, dijo
Pushkara, “pero pasemos un tiempo juntos!.
Y al atardecer tumbados mientras admiraban
la puesta del sol, Pushkara hablo a Nala de la siguiente manera:
“Eres experto de tantas formas, mi hemrnao:
Caballos, mujeres, comida incluso en el juego de dados. Pero esta tarde veo a
mi estrella de la fuerte aún ahora en los cielos. Me siento afortunado.
Juguemos a los dados. Tú, por supuesto, eres mucho más experto. Pero creo que
hoy es mi día de suerte”.
Nala dijo, “Mis días de apostar se han
terminado. Ahora que estoy casado tengo muchas responsabilidades. No es una
buena idea. Entretengámonos con otra cosa”.
Con estyo, Damayanti entró acompañada de
sus siervas llevando bebidas refrescantes.
“Qué maravilloso que tu hermano haya venido
de visita”, dijo. “Si quieres traeré a los músicos de la corte”.
Y Pushkara dijo, “Estábamos a punto de
jugar a los dados”.
Nala sonrió. “Si insistes en perder,
juguemos apuestas amistosas”, dijo. Dio una palmada. Un sirviente apareció.
“Trae la mesa de juego de dados”. Dijo.
Se colocó la mesa del juego de dados,
hermosas alfombras y almohadas se acomodaron. Se trajeron bebidas. Los dos
hermanos se instalaron a jugar. Mientras jugaban, el ministro del rey se les
unió, interesado en el juego. Hasta los residentes de palacio y la gente del
pueblo llegó a ver el juego. Se sentaron tranquilos mientras los dos hermanos
hacían rodar los dados.
“Tú vas primero”, dijo Nala, galantemente,
aunque ahora estaba completamente poseído por Kali.
“¿Qué apostaremos? Dijo Pushkara.
“Juguemos apuestas amistosas. Apuesto un
cuenco de arroz”.
“Hecho”, dijo Pushkara.
Y lanzó los dados y Pushkara perdió.
“Ya ves”, dijo Nala. “No es tu noche de
suerte después de todo. Qué vengan entonces los músicos”.
“Debes permitirme la revancha”, dijo
Pushkara. “Apostemos un saco de arroz”.
“Muy bien”, dijo Nala.
Tiraron de nuevo los dados. De nuevo perdió
Pushkara.
“¿Dónde está tu suerte ahora?” dijo Nala,
disfrutando de sí mismo.
“Bueno, tal vez la estrella necesita una
apuesta más grande. En lugar de arroz, Apostemos plata en la próxima ronda”.
“Como quieras, hermano”, dijo Nala.
En este punto Nala estaba ya completamente
bajo la influencia de Kali. Kali ya no necesitaba poseerlo por completo. El
demoniaco Kali dejó a Nala y entró en los dados. Tiraron de nuevo los dados.
“Gané° Dijo Pushkara. “Tal vez sí es mi
noche de suerte”.
“La habilidad vencerá a la suerte”. Dijo
Nala, “Tiremos de nuevo”.
“Mi carro contra el tuyo”. Dijo Pushkara.
Y así Nala empezó a apostar y a perder.
Perdió su carruaje, su plata y después apostó oro puro y refinado, vagones,
elefantes, manadas de caballos, y ropas de seda. Nala se enloqueció con la
emoción de los dados. La gente contemplaba horrorizada como empezaba a perderlo
todo. No podía parar. Perdió su fortuna tiro tras tiro. Pero seguía y seguía
jugando, hasta que Nala lo había perdido todo.
Jugaron hasta entrada la noche, y Nala en
ocasiones ganaba lo suficiente de su propia fortuna con lo que recuperaba
esperanzas y hacía apuestas más extravagantes en un intento enloquecido de
recuperar todo. Y entonces perdía de nuevo.
El juego continúo.
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