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Monday, February 15, 2016

Romance Hindu VI

महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi

Romance Hindu VI
La Incredible y Triste Historia de un Amor Prohibido Por los Dioses:
Nala y Damayanti

Damayanti con el Cisne Mensajero



Damayanti se movía más graciosamente que el cisne de alas doradas. Había calado su alma. Bebió la delicada belleza suya: La delicada proporción de sus extremidades, su piel de marfil, y su cabello negro como un abejorro; su cintura esbelta, y los arcos abovedados de sus cejas que disparaban miradas fieras desde sus hermosos ojos como si lanzaran púas desde un arco. Su cálida sonrisa encantaba cuando reía con sus doncellas. Parecía como si la luna fría palideciera ante la calidez de su incipiente belleza.
La pasión de Nala se incrementó cuando finalmente pudo ver al objeto de su afecto. Su amor se incrementó cuando miró su figura a la luz de la luna.
Y sin embargo tenía que cumplir el deber que le impusieron los dioses. Amargo destino: Abogar a favor de Indra ante su amada. Qué tan crueles los dioses de darle tal encomienda. Saltó del muro.
Las doncellas se conmocionaron  cuando vieron a Nala surgir del muro. ¿Quién era el intruso de cabello dorado y forma inmaculada? Quedaron mudas, Una de ellas se desmayó. Pensaron, “¿Es este un dios o un segundo cupido que viene a anunciar su amor a esta dama? ¡Qué esplendor! ¿Un poderoso héroe que venía a robársela?
Asombradas ante el encanto personal de Nala las doncellas que rodeaban a Damayanti se aproximaron a él y empezaron a alabarlo. “¡Qué príncipe entre los hombres!” dijeron. “¿Es un dios o un ángel enviado del cielo?” estaban maravilladas y atónitas.
Y por último la propia Damayanti, golpeada de asombro, se dirigió a él, dijo, “¿Cómo traspasaste a los guardias? ¿Eres un espíritu del bosque, un Gandharva, o un dios? ¿Qué eres? Oh hombre de cualidades bélicas y gracia divina, ¿cómo llegaste a este jardín? Oh alma sin pecado, oh héroe celestial, ¿cómo has llegado aquí y qué pretendes de mí? ¿Cómo entraste en nuestro palacio? ¿Cómo entraste sin ser visto?”
Nala contestó, “Oh hermosa doncella de gracia virginal, mi nombre es Nala. Estoy aquí como mensajero de los dioses. Tu belleza ha encantado a los señores de los cielos. Los dioses están cautivados por ti, y haz de escoger entre ellos. Todos ellos están aquí para competir por tu mano en tu swayaṃvara.
Ahí está Indra, el dios del trueno, Agni, el dios del fuego, Varuna, el dios de los ríos, incluso el Señor de la Muerte, el propio Yama te anhela. Por su poder místico pude entrar aquí sin alarmar a los guardias. Y así es como he sido enviado aquí por los dioses. Ahora que sabes que tu mano es deseada por los mismísimo dioses haz lo que te plazca. Desean poseerte. Haz de escoger a uno de ellos en la competencia de tu matrimonio”.
Has escuchado la razón de mi misión hasta aquí, ahora haz de decidir”.

Svayamvara de Damayanti
Tan rápido como había aparecido, Nala desapareció en la noche. Y poco a poco se aproximó la hora del encuentro.
El svayamvara de Damayanti se celebró a la hora sagrada del día santo de la luna. Reye y príncipes cabalgaron listos para competir en el combate mortal. Los pretendientes llegaron desde lo ancho y largo. Algunos vestidos opulentamente con ropajes de seda, guirnaldas, oro y aretes enjoyados. Otros usaban cascos, cota de malla y espadas. Estos eran nobles robustos con brazos tan fuertes como mazos de hierro de batalla. Sus ojos penetrantes eran como los de las víboras. Ricos, poderosos y apuestos, estos hombres bien formados entraron como leones ávidos en la persecución, sus fuertes mandíbulas enmarcadas con rizos de cabello dorado brillante. Había cabezas nobles de finas narices y ojos y cejas de reyes. Estos príncipes y guerreros llegaron desde lejos ansiosos por encontrar una prometida en la hermosa Damayanti. Conforme se unían a la asamblea les daban asiento de acuerdo a su estatus; se sentaron en tronos de plata y oro e incrustaciones de madera en espera de su oportunidad para competir en armas y cortejar a la hermosa doncella cuyo nombre estaba en la boca de todos. Tal como el río Bhogavatī está lleno de serpientes o las cuevas de los montes Himalaya están llenos de tigres, así el gran salón de la asamblea estaba lleno de reyes y príncipes.
Y a la hora de la cita, la hermosa Damayanti, princesa de Vidarbha hizo su entrada, vestida con la seda más fina, coronada con una tiara de plata, sus dulces miradas encendían el fuego en los corazones de los guerreros ahí reunidos. Brillante como la luna deslumbró a los reyes y príncipes quienes estaban aturdidos en sus almas.
Su resplandor brilló como el sol mientras observaba la arena en busca de su campeón.
“¿Dónde está Nala?” pensó.
Pero mientras iba su mirada de un rey orgulloso a otro, buscaba el rostro de Nala entre la multitud de ilustres guerreros, no podía verlo en ningún lado.
Se puso de pie y sonrió conforme los nombres de los reyes se proclamaron. Cada príncipe fue llamado y su turno había llegado. Cada uno se paraba y sonreía, listo para retar a los otros en proezas de combate de ser necesario.
Pero conforme se les llamó por su nombre, Damayanti bajó los ojos sin decir nada. Desconcertados ante el rechazo, cada príncipe se sentó inquieto en su sitio, esperando la decisión final de la orgullosa doncella.
Y mientras Damayanti buscaba entre la multitud de príncipes reunidos, finalmente vio a Nala.
Su amado Nala. Nala el rey de Vishadha. Nala el valiente galán que escaló el muro del jardín. Nala el príncipe que encantara a las cien vírgenes doncellas bajo la pálida luna del bosquecillo de Ashoka.
Pero mientras veía, se frotó los ojos. Ahí estaba Nala. Su amado, pero en lugar de un Nala, había cinco.
¿La engañaban sus ojos? Sentados ante ella había cinco Nalas, cada uno más Nala que el último. Había cinco Nalas idénticos. Y finalmente sus ojos encontraron entre esos príncipes presentes un grupo de individuos que se parecían exactamente a Nala.
Ella recordó las palabras que Nala dijo en el jardín.
Su mensaje: “Oh bella doncella de gracia virginal, mi nombre es Nala. Estoy aquí como mensajero de los dioses. Tu belleza ha encantado a los señores del cielo. Los dioses están encantados contigo, y haz de elegir entre ellos. Todos ellos están aquí para competir por tu mano en tu swayaṃvara. Ahí está Indra, el dios del trueno, Agni, el dios del fuego, Varuna, el dios de los ríos y el señor de la muerte, el propio Yama. Por sus poderes místicos he podido entrar aquí sin alertar a los guardias. Y es así como he sido enviado aquí por los dioses. Ahora que sabes que tu mano es deseada por los propios dioses, haz lo que te plazca. Ellos desean poseerte. Haz de escoger entre ellos en el concurso de la boda”.
Damayanti estaba desconcertada. “Escoge a uno de ellos en tu concurso de la boda.” Por supuesto. Los dioses sabían de su amor por Nala. Sabían que había planeado escoger al Rey de Vidarbha como su esposo. Los propios dioses, envidiosos de la belleza de su amado, estaban suplantando a Nala. Sentados  ante ella disfrazados de Nala estaban Indra, Agni, Yamaraja, y Varuna, quienes habían tomado la propia forma de Nala.
Los príncipes herederos estaban presentes, al igual que los nobles y guerreros del país. Siguieron a Damayanti con las miradas. ¿Quiénes eran los pretendientes misteriosos? Eran perfectamente iguales. ¿A cuál de los cinco pretendientes escogería?

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