Kunti continuó, “Entonces, llegó la nana
atravesando el bosquecillo de ashoka traía un pájaro de juguete.
Era una pequeña réplica de la especie de
pájaros que atendieron a Shakuntala cuando era una indefensa infanta,
abandonado en los bosques por su madre la apsara Menaka, hacía mucho tiempo.
Y cuando la nana llegó a través de los
árboles ashoka, dijo: “Aquí está niño. Te traje tu juguete, tu pájaro
shakunta. Aquí niño, ven a jugar con el
pájarito.” Y le mostró el pájaro de barro pintado de brillantes colores.
Pero el niño sólo escuchó la palabra,
“shakunta.”
“¡Madre!” dijo. “¿En dónde está mi madre?”
lloró, corrió hacia su nana.
Dushyant palideció. La sangre se esfumó de
sus mejillas. “La palabra, shakunt,” pensó. “¿Podría ser que este niño tuviera
alguna conexión con su amor hacía mucho perdido. La niña inocente que conociera
en el bosque de mangos hacía tanto tiempo en el ashram del sabio Kanva? ¿Qué
retorcimiento cruel habría guiado al destino hasta este momento?”
Y entonces el niño tomó el pájaro de las
manos de la niñera y corrió entre los árboles de ashoka. Cuando el sol arrojaba
sombras vetadas en el suelo corrió descalzo, despeinado, agitaba el pájaro en
círculos como si volara de verdad.
Y mientras corría agitando los brazos, la
niñera pudo ver que le faltaba al niño un amuleto en la muñeca.
“Niño, ¿dónde está tu brazalete?” dijo.
Pero el niño simplemente corría en la
persecución imaginaria del pájaro que volaba desde su mano.
“Su brazalete se cayó cuando jugaba con los
leoncillos,” dijo el rey, apuntando hacia un objeto que brillaba en el suelo.
Y hacia donde miró había un brazalete
dorado incrustado de piedras preciosas, que brillaba sobre la arena dorada del
bosquecillo de ashoka.
“Permítame.” Y se estiró para recogerlo.
“¡No!” dijo la nana, deteniendo la mano del
rey antes de que pudiera tocar el amuleto. Pero el rey se sacudió de ella y
tomó el objeto brillante, lo sostuvo frente a la luz para inspeccionarlo. ¡Cómo
brillaba al sol de la mañana! Sería una joya divina, elaborado a partir de los
dioses. El rey sonrió hacia la nana, admiraba el brazalete “¿Por qué no?”
“Su majestad. Puedo ver que eres un rey
noble. Pero estas en una tierra de milagros extraños. Este niño no es nada
ordinario. Cuando nació aquí en este sagrado sitio de peregrinaje, el propio
Kashyapa, hijo de Marichi, le dio este brazalete al infante al momento de la
ceremonia de nacimiento.
Cargado con poderes mágicos el amuleto está
encantado. Si cae al suelo nadie debe tocarlo excepto el propio niño o sus
padres. Ese brazalete que sostienes es místico.”
“Y qué sucede si alguien más toca el
amuleto, alguien aparte del padre o la madre del niño.”
La niñera le miró a los ojos. “Es un
amuleto de protección. Se transforma en cobra y le pica, o a cualquiera que
moleste al muchacho. Qué singular que haya perdido sus poderes. Normalmente ya
estaría retorciéndose de dolor por la picadura de la serpiente. Quizá se ha
roto al caerse.”
“¿Ha visto pasar eso tan terrible antes?”
dijo el rey.
“Más de una vez,” dijo la sirvienta.
Con esto el muchacho terminó de retozar,
corrió de nuevo hacia la niñera y el rey quien le devolvió su amuleto. Lo fijó
de nuevo en su muñeca, el niño miró de nuevo hacia el rey como si lo viera por
primera vez. Frunció el ceño y dijo “¿Dónde está mi madre?”
Dushyant sonrió y puso su mano en los
hombros del niño. “Justo ahora vamos a encontrarnos con ella,” dijo él. “La
verás en sólo un minuto.”
El niño intentó sacudir la mano del extraño
de su hombro. “Déjame ir.”
Pero la mano de Dushyant de afecto paternal estaba firme
en los hombros del niño.
“Ten paciencia hijo mío, le dijo. “Veremos
a tu madre en sólo un momento más.”
“Déjame ir,” dijo el niño, “suéltame. No me
llames hijo. ‘Tú no eres mi padre’”
“Ya lo veremos enseguida.”
“¡Suéltame! ¡Quiero ir a ver a mi madre!”
dijo el niño, y se liberó.
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