Bhiṣma descansa
Al recordar el voto de venganza que tomara
Amba, Bhiṣma hizo una pausa. El misterioso niño brahmán humedeció un paño. Lo
exprimió y limpió el sudor de la cabeza del hombre. Bhiṣma tosió. “Me ha
cansado el relato,” Dijo. El sol se sumergió en el horizonte. Apareció Venus en
los cielos. “Déjenme descansar un poco.”
“Volveremos a ti por la mañana,” dijo Yudhiṣthira.
“La historia de nuestra dinastía está llena de lecciones. Ansiamos escuchar
más.”
“Váyanse ahora,” dijo Bhiṣma. “Mañana les
diré cómo Amba fue transformado por el fuego en un guerrero de la familia de
Draupada y cómo halló su terrible final.
Váyanse ahora y que sus estrellas les
guíen.”
Los Pāṇḍavas regresaron a su campamento.
Las tiendas de colores brillantes se veían pálidas a la luz de la hoguera.
Nakula y Sahadeva se sentaron junto al
fuego y les acompañaron Arjuna y Bhīma. Después de tanta batalla, al fin un
momento de paz. Ahora Venus se había unido a miles de estrellas y los puntitos
de luz brillaban en los cielos de Kurukṣetra. Yudhiṣthira apareció con su madre
Kuntidevi. Y sentados alrededor del
fuego, miraban el movimiento de los
planetas a través del cielo, la conversación giró en torno a la dinastía ancestral
de los Kurus.
La guerra larga había terminado. Aśvatthāmā
se había desvanecido. Los fantasmas de los guerreros muertos, acechaban en el
campo de batalla, pero sus carrozas ya no harían estrépito sobre la tierra. Ya
no aterrorizarían los miles de carros de guerra a los pueblos y villas que rodeaban
Hastinapura. India conocería la paz bajo el gobierno de Yudhiṣthira, Parikṣit,
Janamejaya y los príncipes sucesores de la dinastía de Bharata. Mientras ardía
un fuego manso, Yudhiṣthira se volvió hacia su madre Kuntidevi y antes de que
se sentaran los Pāṇḍavas le preguntó, “Oh Madre. Bhiṣma nos habló de
Vichitravirya y de Chitrangada, nuestros ancestros. Háblanos acerca de ellos.
Somos llamados los hijos de Bharata. Dinos cuál es el origen de la dinastía
Kuru y de Bharat, ¿Quién fue Bharat? Cuáles fueron sus orígenes.”
La sabia y experta Kunti explicó. “La
dinastía Kuru viene en la linea de Bharat, quien nación en la línea de Puru.
Para poder entender mejor su historia debo contarles la historia de
Shakuntala.”
La Historia de Shakuntala
Y fue así como Kunti les contó la famosa
historia de Shakuntala tal como la había escuchado cuando era sólo una niña en
la corte del Rey Kambhoja. Ella dijo lo siguiente:
Dushyant va de cacería
Kunti dijo:
“Hace mucho tiempo había un gran rey. Su
nombre era Dushyant y llegó por la línea de Puru.
Un día Dushyant cazaba con su auriga en el
interior del bosque y se encontró con un ciervo pinto. El venado escapó,
internado en lo profundo del bosque a Dushyant y su auriga.
Persiguieron al ciervo pinto hasta el
interior del bosque mientras Dushyan trazaba con su arco sus movimientos. Justo
cuando Dushyant estaba presto a lanzar una flecha fatal, un joven monje del
ashram de Kanva, apareció ante él, elevó las manos en una súplica. Y dijo “Por
favor no dispare, Oh rey o príncipe, quienquiera que seas, perdona la vida a
este ciervo pinto.
Este venado es la mascota favorita de
nuestro guru, Kanva. Estás cerca de su ashram. Aquí no hay cacería; sólo paz.
Los discípulos del humilde Kanva viven en tranquila contemplación de la verdad.
El ágil ciervo pinto es sagrado para Kanva y sus discípulos, Por favor no le
dispares. En cambio haz a un lado tus armas en el espíritu de ahimsa.”
Ante esto, el rey, aún sonrojado con el
calor de la pasión y el ansia de sangre, tranquilizó su mente, descargó su arco
y sonrió. Si este cervatillo es el favorito de un hombre santo y de sus amigos,
que así sea. Nunca le haré daño a un animal inocente. Cuéntame de nuevo acerca
de tu maestro y su ashram. Hablemos de verdad y paz. No tendremos más violencia
o deporte sangriento.”
El Ashram de Kanva
El monje dio gracias al rey y lo alabó.
“Nuestro ashram queda cerca de aquí,” dijo. “Sigue por la orilla del río hasta
la sagrada tirtha: Justo ahí, arriba del camino hay un bosque de árboles de
tamarindo. En el interior de ese bosque secreto hallaras el refugio del santo
Kanva y sus discípulos. Agradezco tu noble gesto. Veo que eres un gran príncipe
y el protector de los indefensos. Si su Señoría así lo desea, ¿Por qué no se
queda a recibir prasadam, nuestra comida sagrada?”
El rey estaba ansioso por alcanzar a su
séquito quienes le esperaban en otra parte del bosque. Mañana sería el
aniversario del Príncipe, pero al escuchar las palabras del monje el rey se
dispuso a confirmarle que iría pronto a visitar el humilde ahram del santo
Kanva.
Se despidió del monje y dio órdenes a sus
hombres de conducir el carruaje hacia el interior del bosque en donde podrían
beber agua los caballos. Condujeron por un rato hasta que encontraron una buena
pastura verde al lado del río, y donde fluía agua dulce y cristalina.
El rey dio órdenes a sus hombres. “Desaten
los caballos y dejen que descansen a su placer por un rato. Vean que coman la
hierba fresca entre la pastura de allí y busquen sombra bajo esos árboles de
tamarindo. Estiraré las piernas, y después de caminar un poco, visitaré el
ashram del santo Kanva, para darle mis respetos. Si no he vuelto al atardecer,
me quedaré a descansar en el ashram y volveré en la mañana.”
Sus caballerangos accedieron y se alejaron
un poco con la carroza hacia los bosques. El Rey Dushyant decidió que la fiesta
de su hijo podía esperar y pensó que tal vez sería propicio hacer una visita al
ashram del santo Kanva. Empezó a caminar un poco y disfrutó de la atmosfera de
quietud del bosque. Una mariposa se colgó del aire ante él. Fragancia de miel
permeaba el aire. Caminó a través de los altos árboles junto al río donde pescaban las grullas temprano en la
mañana. El aire estaba fresco y el río bajo, la temporada de lluvias había
terminado.
El Rey Dushyant entendió dónde estaba el
ashram según le dijera el monje así que cruzó el río, atravesó por donde estaba
menos profundo. Al otro lado se encontró con el viejo sagrado tirtha y sus
deidades y una escalinata para bañarse con escalones de mármol cerca del bosque
de tamarindos.
Mientras seguía la senda, el bosque de
árboles se hizo más espeso con enredaderas de jazmines florecientes. Había un
árbol de mango altísimo que cubría con su sombra el camino desde donde pudo ver
un poco hacia adelante un claro. En el claro había algunas chozas de bambú y
una senda. Había un jardín rústico con papayas y algunas mujeres trabajaban,
regaban las plantas y platicaban. Sorprendido ante el encantador jardín en
donde él esperaba hallar un austero cuartel de un viejo santo, el Rey Dushyant
se detuvo un rato junto al mango y se escondió, escuchaba. Pudo oír lo que
decían las mujeres del ashram.
“¿A dónde se fue Kanva Prabhu?” dijo una de
las jóvenes, Priyamvada.
“Me dijo, Anasuya, que tenía que visitar un
sitio muy sagrado en el bosque.”
“Pero, Priyamvada, ¿por qué tuvo que irse
hoy si sabe que hay un sacrificio importante esta noche?”
“No puedo decirte, Anasuya. Me dijo que no
le contara a nadie.”
“Pero si no puedes confiar en mí, ¿en quién
lo harás?” dijo Anasuya.
“Bueno está bien, pero no le digas a
Shakuntala,” dijo Priyamvada. “Tiene que ver con ella. Algo acerca de su buena
fortuna.”
“Me preocupa esa chica,” dijo Anasuya.
“A mí también,” dijo Priyamvada. “Kanva la
ama como si fuera su propia hija.”
“Pero Kanva no es su padre, ¿o sí?”
“Claro que no, tonta, Kanva la adoptó. Su
madre la abandonó cuando apenas era un bebé. Es un gran misterio.”
Su madre era Menaka, la apsara, según supe.
¿tuvo algo que ver con Vishvamitra?”
“Te he contado la historia un millón de veces.
Vishvamitra era un gran guerrero determinado a convertirse en un brahmán
poderoso después de ver lo que podía hacer la vaca milagrosa Vasiṣṭha.”
“¿Y entonces?”
“Así que mucho tiempo practicó austeridades y sacrificios, hasta un
punto en que incluso los dioses le temieron.”
“¿Qué hicieron?”
“Bueno, cuando le vieron practicar un tipo
de yoga poderoso, se dieron cuenta de que seguía un voto estricto de
brahmacharya.”
“¿Brahmacharya?”
“Si, tonta, había renunciado a las mujeres.
En fin, él estaba en las orillas del Ganges practicando yoga y los dioses
decidieron romper su voto.”
“¿Por qué harían tal cosa?”
Vishvamitra se había hecho demasiado
poderoso. Si no hubieran roto su voto se hubiera hecho tan poderoso como los
dioses.”
“Enviaron a la más hermosa de todas las
ninfas del río, la delicada Menaka. Su belleza era reconocida entre los dioses.
Ningún hombre podría resistírsele. Vishvamitra estaba sentado practicando yoga.
Para entorpecer su concentración, Menaka la ninfa del agua llegó a las orillas
del Ganges y empezó a bañarse en un delicado sari de seda, sonriendo siempre
hacia el sabio.”
La Madre de India
Shakuntala.
En el ashram del bosque del sabio Kanva,
las muchachas murumuraban.
“¿Brahmacharya?”
“Si, tonta, había renunciado a las mujeres.
En fin, él estaba en las orillas del Ganges practicando yoga y los dioses
decidieron romper su voto.”
“¿Por qué harían tal cosa?”
Vishvamitra se había hecho demasiado
poderoso. Si no hubieran roto su voto se hubiera hecho tan poderoso como los
dioses.”
“Enviaron a la más hermosa de todas las
ninfas del río, la delicada Menaka. Su belleza era reconocida entre los dioses.
Ningún hombre podría resistírsele. Vishvamitra estaba sentado practicando yoga.
Para entorpecer su concentración, Menaka la ninfa del agua llegó a las orillas
del Ganges y empezó a bañarse en un delicado sari de seda, sonriendo siempre
hacia el sabio.”
“¿Qué pasó, Priyamvada? ¿Qué ocurrió
entonces?
Justo cuando Priyamvada estaba a punto de
terminar la historia acerca de la madre de Shakuntala, apareció la propia
Shakunta, apareció entre los mangos llevando un pote de barro lleno de agua
sobre su cabeza. Sus pies descalzos apenas tocaban el suelo cuando caminaba, de
tan delicada que era, tan bella y graciosa como la primera flor de loto de la
primavera.
Cuando se reunió con sus amigas, Shakuntala
dijo, “¿Interrumpo algo?” Sonrió, su cabello negro como un abejorro brillaba al
sol de la tarde.
Sus queridas amigas y compañeras íntimas
del ashram, Anasuya y Priyamvada sonrieron nerviosas. “No, sólo estamos hablando,”
Y con alegría primaveral, fueron a realizar
sus deberes, regando las plantas de papaya.
Dushyant el descendiente de Puru estaba
observándolas a través de las hojas verdes de los árboles de tamarindo. Sonrió
para sí bajo la sombra del árbol de mango. El ashram de Kanva era el sitio
ideal para la contemplación de la paz y la armonía del universo. Ahora, era el
momento de que él hiciera su entrada.
Hizo un gran ruido como si apenas llegase a
través de los árboles de tamarindo. El Rey Dushyant caminó por el sendero hacia
el claro a través del bosquecillo de mangos. Las flores de jazmín hacían denso
el aire con su fragancia. Se movía con un vaivén de realeza exuberante y llamó.
“¡Hola! ¿Hay alguien ahí?, ¡Oh Kanva! ¿Es el ashram del gran santo Kanva?”
“Kanva no está aquí,” respondieron las
mujeres. “Ha salido a peregrinar. ¿Quién anda ahí?”
No quiso revelarse como el rey y linaje
real del bosque. Dushyant contestó. “Soy un humilde oficial del rey. Él estaba
cazando y tuvo a tiro un cervatillo del ashram, un ciervo pinto. Pero perdonó
su vida y detuvo sus flechas voraces y me envió aquí a saludar al gran santo.
De todos modos si Kanva no está aquí…”
“Eres bienvenido,” dijo Priyamvada. “Si haz
protegido la vida de nuestro ciervo, entonces eres bienvenido como cualquier
otro santo. Por favor quédate y honra el prasadam. Es humilde pero te bendecirá
con una vida larga, ya que la comida de aquí es sagrada.”
“Estoy de acuerdo. Les agradezco y les
saludo a todos. ¿Cuándo regresará el sabio Kanva?”
“Esperamos que regrese antes de la
ceremonia de mañana. Quédate con nosotros un tiempo y permite que te ofrezcamos
nuestra hospitalidad,” dijo Anasuya, sonriendo. Mientras las abejas liban la
miel de las orquídeas amarillas que están cerca del árbol de mango, el Rey Dushyant
notó a la joven elegante quien tímidamente regaba las plantas de papaya y se
mantenía a la distancia. Siguiendo su mirada, Priyamvada sonrió y dijo.
“Permite que te presente a Shakuntala. Shakuntala, no hagas esperar a nuestro
visitante, trae agua para él y un asiento de delicada hierba kusha.”
La pálida y tímida Shakuntala no levantó la
mirada ni miró directamente al rey. Fue a buscar más agua con su pote de barro
que sostuvo sobre la cabeza. Sus caderas se balanceaban suavemente mientras iba
hacia el río por los escalones del baño sagrado.
“Shakuntala es tímida” dijo Priyamvada.
“Dínos, ¿dónde está nuestro ciervo? ¿Lo espantaste? El Rey Dushyant contó la
historia de la cacería, pero se cambió por el lugar del auriga.
“¿Dónde está nuestro rey? Le preguntó
ansiosa.
“El Rey regresó a su séquito que está más
allá en el bosque. Dejé la carroza y los caballos no muy lejos de aquí, para
que descansen y beban agua. Pronto he de regresar. Den mis respeto al santo
quien cuida tan bien de este ashram.”
En pocos minutos Shakuntala regresó con
agua y asientos para todos.
El sol había empezado su ascenso hacia los
cielos y el calor del día se incrementó. Así que se sentaron bajo la sobra
placentera de los árboles de mango y tamarindo junto al jardín de papayas mientras
las abejas se ocupaban en una danza entre las flores champak y los pájaros koel
daban su concierto de medio día. Ahí en la agradable sombra Khakuntala,
Priyamvada y Anasuya tomaron bebidas de agua de rosas y menta con el rey y
describían ellas la misión de Kanva y sus enseñanzas.
Cuando el sol calentó aún más y el tiempo
continuó su paso. Priyamvada y Anasurya detectaron que había un cierto afecto
entre el rey y Shakuntala. Sonriendo para sí, Priyamvada dijo, “Ha de
disculparnos ahora, tenemos muchos deberes que realizar y el sol empieza a
declinar en el horizonte. Vamos Anasuya, Dejemos que la blanca Shakuntala
explique los preceptos de nuestro guía Kanva al oficial del rey.”
“Yo también tengo muchos deberes qué
hacer,” protestó Shakuntala, su cara se enrojeció como una rosa.
“No debemos violar los principios de la
hospitalidad,” dijo Priyamvada, con una firme sonrisa. “Quédate aquí con el
oficial del rey y explica la naturaleza sagrada de este refugio en el bosque,.
Regresaremos enseguida.”
Así que se sentaron juntos, Shakuntala y el
Rey Dushyant y mientras el sol descendía rieron y hablaron de todo.
El rey estaba perdido en su compañía y
sentía que nunca antes había estado tan fascinado como cuando vio los ojos
profundos y el cabello negro como abejorro de la tímida pero encantadora
Shakuntala. Cuando el sol concluyó su arco glorioso, apareció la primera
estrella en el horizonte. Los pájaros Koel retomaron el canto que dejaran en la
mañana e iniciaron su concierto vespertino.
Justo cuando Dushyant y Shakuntala se acercaban más en pensamiento y
sentimiento, escucharon un ruido tremendo. Algo se aporreaba a través de la
selva, perturbaba árboles y animales. Un trompeteo aterrador alarmó a los pájaros que volaron. Un elefante
macho enfurecido iba en tropel a través de la arboleda. Había perdido a su
pareja. Priyamvada y Anasuya llegaron corriendo de regreso al sitio en el que
estaban sentados Shakuntala y Dushyant. Estaban aterrorizadas. Gautami estaba
con ellas. La matrona del ashram. “¡El elefante está loco! Puede atacar en
cualquier instante,” dijo Gautami. “Debemos correr o resguardarnos. Tal vez
destruya la choza de bambú de Kanva, ¡Apúrense!”
Todos temían al gran elefante que arrasaba
a través del bosque tumbando los árboles. El rey se puso de pie, el gran Rey
Dushyant tocó el filo de su espada en su cadera izquierda con su mano derecha y calmó a las mujeres.
“Con el poder de mi mano derecha, las defenderé a ustedes y al ashram de Kanva.
Esperen tras esos árboles.” Dijo.
“Las mujeres se escondieron tras el alto
mango y oraron a Vishnu por protección de la bestia que corría a través del
bosque.
Los Elefantes Locos
El elefante loco.
El rey se dirigió a los bosques a
encontrarse con el furioso elefante. Era un enorme elefante macho, más alto que
un árbol.
Arrancaba árboles de bambú con su trompa y
barría el suelo del bosque ante él con el pedazo de bambú, barritaba y gritaba
combinando la agonía con la rabia. Dushyant se acercó lento, levantando algunos
mangos que se cayeran al suelo y los envolvió en su capa. Rodeó por un lado al
elefante que era alto como un muro.
Descubrió los mangos que tenía en la capa,
empezó a invocar a Ganesh con unos mantras especiales que aprendiera de su
propio entrenador real de elefantes, el Señor de los Elefantes, diciendo, “ओं गं गनपत्ययः नमः oṁ gaṁ
ganapatyayaḥ namaḥ.”
Al escuchar esto el elefante soltó el
bambú. Vaciló y se volvió directamente hacia el Rey Dushyant. Dushyant le
ofreció un manojo de mangos. El elefante acepto la fruta ansioso ya estaba
exhausto, estaba hambriento y cansado. Tal como un domador de elefantes
experto, el Rey Dushyant pacificó al elefante, quien rápidamente olvidó su
rabia y empezó a masticar las cañas de azúcar que crecían cerca del río. Había
tranquilizado al elefante furioso y se dio cuenta de que había pasado el
tiempo, Dushyant regresó a través del bosque hacia el claro en el que dejara su
carroza, su auriga y los caballos en la mañana. Caía la noche.
“Regresemos con el séquito real,” dijo el
rey a su auriga, “Haremos un campamento ahí, más allá en el bosque.” Así fue
como regresó el rey a acampar con su séquito. Al día siguiente el Rey Dushyant
hizo preparaciones para regresar a su palacio en donde su Reina había
organizado una celebración por el cumpleaños del príncipe. Y cuando ya se iba
se topó con unos sabios del bosque que detuvieron sus caballos y carroza y le
dijeron, “Oh Rey ¡Ayúdanos! Un demonio terrible nos impide llevar a cabo la
ceremonia del sacrificio Védico.”
El rey decidió que sería lo mejor ir en
auxilio de los sabios del bosque y ayudarlos con su sacrificio, envió al
séquito real a celebrar el cumpleaños del príncipe. Se dispuso a sofocar los
disturbios del bosque. Usó sus poderes de rey, castigo al demonio responsable
de interrumpir la ceremonia.
Mientras tanto, Shakuntala, sin saber qué
le había pasado a su huésped, se preocupó. Cuando consultó con sus amigas, se
dio cuenta de que no estaba preocupada, que lo que le pinchaba en el corazón
como una flecha era el amor. Estaba encantada con el invitado.
Ardía de amor por el atractivo extraño que
entró al bosque y habló tan dulcemente y que con valentía tranquilizara al
elefante loco.
Capricho
Shakuntala se pierde en pensamientos.
Mientras tanto, Shakuntala, se preguntaba
por el huésped. Que era el apuesto joven rey. Cómo se había atrevido a ir al
bosque de cacería. ¡Y por un venado! Su cervatillo era la creatura más dulce e
inocente que hubiera conocido. ¿Pero qué le habría pasado al extraño? Se había
ido a detener al elefante loco. ¡Qué valor! ¿Pero y si lo hubiera aplastado el
elefante? Estaba preocupada, ¿Cómo podía estar preocupada por un total extraño?
Todo era confusión en ella.
Pero cuando consultaba con su corazón, se
dio cuenta de que no era preocupación. Que el pinchazo parecido a una flecha y
que le hacía perder la cabeza era amor. Estaba fascinada con su invitado, el
apuesto rey. Ardía de amor por el extraño que entrara en el bosque. Quien habló
dulcemente y corrió valiente tras el elefante loco.
Todo esto le provocó dolor de cabeza a
Shakuntala. Encendida de pasión, se sintió febril y enferma. Pero ¿por qué se
había ido tan pronto? Se sintió abandonada. No era la primera vez. Su madre era
una hermosa apsara, Menaka. Quien había sido enviada a la tierra a romper el
voto de Vishvamitra Muni.
Todos en el ashram conocían la historia.
Vishvamitra había sido un rey un gran guerrero Kṣatriya. Pero no estaba
contento con su posición. Un día que cazaba en el bosque llegó hasta el gran
santo Vasiṣṭha. Enamorado de su vaca de los deseos, la intentó robar, pero Vasiṣṭha
le ordenó a la vaca producir un ejército de soldados. El ejército venció a
Vishvamitra.
Frustrado, estaba determinado a entender la
fuente del poder de Vasiṣṭha. ¿Cómo podía un brahmán ser más poderoso que un Kṣatriya?
Así que decidió hacerse un místico superior a Vasiṣṭha, a fuerza de sacrificios
y austeridades. Lo que llamó la atención de Indra, el rey de la lluvia, quien
decidió ponerle fin a la práctica de yoga de Vishvamitra.
Convenció a Menaka de seducir al sabio. Un
día Vishvamitra meditaba en las orillas del Ganges. Menaka recogía flores del
río. Conforme se aproximaba al sabio, él se perturbaba por la fragancia de su
perfume, la dulzura de su sonrisa y sus ojos encantadores. Sin embargo, decidió
continuar con sus votos. Menaka empezó a retozar y bailar en el bosque, recogía
flores y le dirigía graciosas sonrisas al sabio. Pero Vishvamitra estaba firme
en sus votos. Menaka continuo con su intento hasta que Vishvamitra fue
capturado por su intoxicante belleza y lo hundió en la trama de su artimaña
seductora.
Al poco tiempo, nació un bebé, una hija tan
encantadora como su madre y de firme voluntad como su padre. Y con eso se
rompió el hechizo.
Vishvamitra rechazó a su hija y regresó a
la austeridad y meditación. Menaka era una joven apsara bailarina de los
cielos. Estaba inquieta y aburrida con las tareas simples de la maternidad.
Ansiaba regresar a la corte de Indra, el
rey de los cielos. Así que abandonó a Shakuntala en el bosque. Una mañana,
cuando no había nadie que la viera, Menaka fue sigilosa al bosque y acostó a la
infanta niña en una cama de hojas de mango junto al alto árbol de tamarindo
cerca del ashram de Kanva el sabio del bosque.
Invocó mantras y oraciones a los dioses
para proteger a la delicada niña y regresó a los cielos a danzar en la corte
del dios de la lluvia. Menaka (Error de origen debe decir Shakuntala) había
sido abandonada por su padre, el gran santo Visvamitra, y ahora por su madre,
la hermosa apsara. Menaka.
Quiso la buena fortuna que las aves se
apiadaran de ella. Una familia de pájaros Shakuntha le llevó comida y le
cantaba para que se durmiera en la cama de hojas. Al fin, el santo Kanva
encantado con los cantos de los exóticos pájaros, encontró el nido en el que
dormía la pequeña niña. Al ver a la niña indefensa, decidió hacerse cargo de
ella. El compasivo sabio la creció en su ashram como si fuera su propia hija y
la llamo Shakuntala en honor a los pájaros shakuntha que la habían alimentado.
Y ahí en el ashram de Kanva Shakuntala pasó
cerca de dieciséis años. Era una hija devota, amable y bien educada. Todos los
animales del bosque la querían, especialmente los pájaros que se paraban en su
hombro y le cantaban. Pero su favorito era el ciervo que había escapado del
ashram y al que casi mata el rey que estaba de cacería, el noble Dushyant.
El Regreso
El Rey Dushyant
Mientras tanto, después de hacerse cargo de
los elefantes, el Rey Dushyant regresó a su campamente y se dirigió hacia sus
caballos y carroza. Encontró su carreta cerca de las orillas del río. Pasó ahí
la noche. Cuando la luna se elevó por encima de los árboles de tamarino, el Rey
se dio cuenta de que no podía dejar de pensar en la joven muchacha que reunía
papayas en el bosquecillo del ashram de Kanva. Estaba tan unida al cervatillo
que él persiguió con su arco y flecha. Se sintió atraído hacia ella.
Cuando el auriga vio a los caballos y que
el sirviente recogía el pabellón del
rey, la partida de caza recibió un mensaje de la corte real. La reina
les llamaba. Era hora de regresar. El joven príncipe estaba celebrando un
cumpleaños.
Pero el rey halló una excusa para pasar
unos días más en el bosque. Los cortesanos llegaron y escoltaron a sus amigos y
sirvientes en la partida real de regreso a la corte, dejaron atrás únicamente a
su tonto, al bufón de la corte.
El rey prometió regresar en poco tiempo. De
cualquier modo trataba de aclarar la mente y dejar de pensar en la fresca joven
de ojos profundos y caberllo negro como un abejorro. Sus pensamientos
continuaban regresando a ella una y otra vez. En ese momento, el rey sabía que
su corazón estaba golpeado con pasión por Shakuntala. Desorientado y sin saber
cómo proceder, consultaba a su tonto, el bufón real que viajaba con él.
Cuando casi todos los cortesanos habían
regresado al reino, Dushyant regresó al bosquecillo en donde estaba el ashram
de Kanva a las orillas del río.
Entraron de nuevo al bosque en el carro del
rey. Procedieron a pie, el rey armado solamente con su afilada espada. Cuando
regresó al huerto de Kanva, las mujeres del ashram se sorprendieron de verle y
le preguntaron del elefante, le dieron las gracias. Shakuntala estaba encantada
de verlo.
El rey también estaba transformado de amor,
bebió la imagen de Shakuntala, su cabello oscuro como lluvia de media noche.
Sus ojos del más profundo azul océano.
Cuando las mujeres del ashram se excusaron
para ir a realizar sus deberes, Shakuntala encontró una excusa para quedarse
con el rey y su amigo con el pretexto de la hospitalidad. El tonto les dejó y
fue a caminar a la orilla del río y a tocar su flauta junto al bambú cercano a
las aguas. Al fin solos, se profesaron amor mutuo en un huerto sombreado junto
a un alto árbol de mango.
Kunti cuenta la historia de Shakuntala, la
Madre de Bharata
Los hijos de Paṇḍu se sentaron en silencio
a escuchar a su madre contar la historia de Shakuntala, la madre de Bharata, su
bisabuelo. Igual que lanzaban chispas las brasas de la hoguera que se
desvanecía, así Kunti devi continuó con su historia:
Dushyant y Shakuntala
El rey también estaba transformado de amor,
bebió la imagen de Shakuntala, su cabello oscuro como lluvia de media noche.
Sus ojos del más profundo azul océano.
Cuando las mujeres del ashram se excusaron
para ir a realizar sus deberes, Shakuntala encontró una excusa para quedarse
con el rey y su amigo con el pretexto de la hospitalidad. El tonto les dejó y
fue a caminar a la orilla del río y a tocar su flauta junto al bambú cercano a
las aguas. Al fin solos, se profesaron amor mutuo en un huerto sombreado junto
a un alto árbol de mango.
El Amor entre Shakuntala y el Rey Dashyant
Hablaron y rieron, el rey ahora locamente
enamorado, se comprometió con Shakuntala entregándole su anillo real como
emblema de su corazón auténtico. Shakuntala se entregó sin reparos a la
descendencia de Puru mientras se abrazaban. Se abrazaron y compartieron sus anhelos,
hicieron todo lo que los amates hacen bajo el hechizo de la primavera. A la
caída del sol se susurraron la promesa de amantes de nunca partir.
“Pasaron algunos días. El bufón entonces se
dedicó a la meditación y el estudio, y las mujeres del ashram se ocupaban en
los deberes a su guru mientras tanto a lo largo de los quince días que pasaron
juntos, la feliz pareja se encontraba secretamente en las noches y admiraban la
puesta del sol a través de los árboles del bosque.
“Enamorados pasaron muchos días. Tiempo en
el cual, Shakuntala y el Rey se prometieron entre ellos e intercambiaron
guirnaldas de flores, se casaron en privado al estilo Gandharva.
“Una noche un grupo de merodeadores yakshas
o espíritus del bosque atacaron el ashram de Kanva, y después regresaron al
bosque. La noche siguiente, esperaban por ellos mientras la luna llena se
elevaba sobre el ritual de sacrificio de humildes brahmanes, el rey encontró a
los yakshas, los derrotó y los envió al exilio.
“Llegaron entonces mensajeros de la corte
al huerto. Llamaban de la corte real a Dushyant. El rey estaba obligado a
volver a sus deberes de en el palacio real. Con el peso en el corazón, antes de
que pudieran hacer público su amor y casarse formalmente, el rey tuvo que
regresar. Le entregó a Shakuntala su anillo real y su afilada espada
prometiendo que se casarían pronto al estilo formal de la realeza. Prometió su
lealtad a Shakuntala y le dijo que nunca la olvidaría y se fue.
Mientras tanto, la pálida Shakuntala
atendía el ashram esperando el regreso del ermitaño Kanva. Tal como las papayas brotan y florecen en el
jardín así lo hacía también el hijo que crecía en su vientre. Su hijo sería
Bharat, el gran gobernante de India, quien dio su nombre a India por generaciones
y a su historia, el Mahabharata. Su hijo no tendría temor, sería un rey
compasivo, venerado por todos, el ancestro de todos ustedes los Pandavas.”
Kunti hizo una pausa, miró hacia el fuego.
Conmovido por la historia que su madre les contaba, Yudhiṣthira su hijo
primogénito y el mayor de entre los Pāṇḍavas le preguntó a Kunti Devi. “¿Qué le
ocurrió a Shakuntala y a Dushyant y como terminó su historia? ¿Nació nuestro
ancestro en el ashram de Kanva?”
La Maldición de Durvasa Muni
A petición del Rey Yudhiṣthira, Kunti, su
madre continuó la historia de su ancestro Bharata. Mientras el horizonte se
aclaraba con los primeros rayos del amanecer, Kunti, respondió y dijo, “Bueno,
sucedió que pasaba el santo erudito Durvasa Muni, quien era conocido por su mal
carácter, por el ashram de Kanva.
Estaba muy hambriento. La dulce joven
Shakuntala, ahora embarazada estaba distraída con su amor hacia Dushyant, y fue
negligente en su servicio.
No atendió apropiadamente al santo.
Mientras preparaba el almuerzo para Durvasa Muni olvidó traer agua fresca. La
comida estaba fría. Estaba distraída consumida de pensar en el rey Dushyant y
se preguntaba. “¿Todavía me recuerda?” Esta ausencia de mente no fue pasada por
alto por el santo. El mal carácter de Durvasa se enardeció ante su trato. Al
final, no pudo soportar más. “Te maldigo, niña.”
Durvasa maldijo a Shakuntala por estar
distraída
Él dijo, “Ya que has estado con la mente
tan ausente conmigo. Pensando todo el tiempo en quien no está aquí, que quien
amas sea desatento contigo. Quien quiera que sea por quien suspiras se olvidará
por completo de ti. No te recordará, ni tu rostro. Ya no pensará más en ti se
olvidará de tu imagen en su corazón. Inútilmente intentarás hacerle recordar
pero te desconocerá y te arrojará de su corte como a una extraña.”
Con esto, la tímida y devota Shukantala se
ruborizó. “Perdóname, Oh bendíceme,” dijo. “He cometido una falta contra ti.”
Durvasa fue inflexible ante sus súplicas.
Se rehusó a escucharla. Poco después al escuchar la terrible maldición del
santo de mal temperamento. Las amigas de Shakuntala, Priyamvada y Anasuya
hicieron lo que pudieron para mitigar la maldición. Aparecieron en escena
aplacaron al santo con palabras dulces y bebidas refrescantes. Sirvieron al
santo la más deliciosa y suntuosa comida y bebida que sabían preparar mientras
le adulaban con dulces palabras, las muchachas lograron al fin calmarlo. Cuando
vieron que su interior se calmó y que estaba satisfecho con la comida, le
pidieron, “Oh santo, bondadosamente mitiga la maldición que has lanzado sobre
nuestra hermana.” Dijeron a modo de súplica.
Darvasa Muni mitiga la maldición
Ante esto, Durvasa Muni, dijo. “Puesto que
ustedes me han mostrado una hospitalidad digna del gran Kanva, intentaré
relajar la maldición. No puedo cambiar lo que ya se ha dicho. El rey olvidará
todo acerca de Shakuntala. Pero al ver el anillo que le dio, el hechizo pasará,
y su memoria regresará.”
Así fue que Durvasa Muni dejó a Shakuntala
con la maldición fatal que cambiaría su vida y la de su hijo que aún no nacía
Bharata.
Olvidada
Se fue el rey hacia su palacio y su corte.
Pronto estuvo inmerso en los asuntos reales y se olvidó por completo de
Shakuntala. Vagaba en su memoria el que algo interesante había ocurrido durante
la cacería en el bosque, pero aun cuando se esforzara en saber lo que era, se
le escapaba. Celebró con la reina el aniversario del príncipe. Y cayó en el
marasmo cotidiano.
Shakuntala estaba desesperada por recibir
noticias de Dushyant, pero los días pasaron sin que llegara algún mensaje que
la condujera hacia el palacio del rey. Cuando el embrazó fuera evidente, la
gente preguntaría acerca del padre de su hija. Y cuando les dijera, “Será un
gran príncipe, como su padre el Rey, Dushyant.” La gente murmuraría y se
burlarían de ella.
Dushyant se sentó por fin un día a escribir
una carta para recordándole su amor al rey. Le envió la carta con un brahmán
que pasó por el ashram, y esperó por respuesta, pero nada supo.
Kanva finalmente regresó de su largo
peregrinaje. Saludó a Gautami. La matrona del ashram y pidió se le ponga al
día. Gautami le contó acerca de los yakshas quienes atacaron el fuego sagrado,
y de los elefantes que arremetieron contra los bambúes y la historia de
Shakuntala encaprichada con el Rey Dushyant.
Tras lo cual Kanva descansó y encendió el
fuego del sacrificio y habló de las verdades Védicas a sus discípulos, mandó
llamar a Shakuntala. Al mencionar cómo había sido preñada, se decidió que lo
mejor sería viajar hacia el Palacio del gran Rey Dushyant y recordarle su obligación
hacia su esposa.
Se resolvió que irían de inmediato a la
corte del Rey Dushyant a presentar su caso.
La Corte del Rey Dushyant
“Fue así que partieron alegremente
esperanzados, las mujeres del ashram se sentaron juntas yendo hacia la corte
del Rey Dushyant. Shakuntala dijo adiós al venado y a los loros, y a la familia
de pájaros Shakuntha que le habían salvado la vida. Cruzaron el verde y
exuberante bosque junto al río en donde
cada enredadera derramó néctar al verla partir.
“Cuando se despedía del bosque de su
infancia, Shakuntala se miró la mano. El anillo real que Dushyant colocara en
sus delicados dedos parecidos a los lotos brillaba al sol de la mañana.
‘Tal vez la maldición de Durvasa ha
afectado la mente del rey.’ Pensaba, “Tal vez por eso nunca contestó la carta.
Pero en cuanto vea el anillo, el hechizo se romperá.”
Anasuya y Priyamvada iban junto a
Shakuntala. Las muchachas también eran acompañadas por Gautami, la matrona del
ashram. Shakuntala confiaba en que al llegar a la corte, todo se arreglaría. No
tenía idea de la desgracia que estaba por caer sobre ella.
Kunti dijo “En pocos días se acercaron a la
gran ciudad de Hastinapura, en donde gobernaron tus ancestros y en donde tus
descendientes gobernarán también. Shakuntala y su compañía llegaron al río
Sachi y pudieron ver desde ahí, en el horizonte, las torres del palacio del
rey. En medio del intenso calor se dieron un baño en las frescas aguas del río.
“Escucharon el llamado de las aves de
Shakunta a través de los árboles de mango. El bambú reflejado en la corriente
alegró su corazón. Chapotearon un rato en el agua, rieron, se lanzaron agua y
se olvidaron de sus preocupaciones, Shakuntala y sus amigas apretaron arena y
barro entre los dedos de sus pies y reían cuando los peces se deslizaban entre
sus pies.
Para la noche levantaron un campamento en
las orillas del río. Gauntami las entusiasmó con el prospecto de realeza de
Shukantala. Qué hermosa se vería, vestida con las sedas más delicadas de la
tierra, portando una tiara de reina. Las mujeres quedaron dormidas
pacíficamente con la visión de realeza sobre sus cabezas.
Al día siguiente, tras bañarse de nuevo en
el río, se pusieron sus saris limpios y blancos y se aproximaron a las
imponentes puertas de palacio en la gran ciudad de Hastinapura.
“Muy adentro en los salones y cúpulas de
mármol del gran palacio se hallaba la corte real del Rey Dushyant. El Rey
estaba absorto en un juego de ajedrez con su ministro de guerra. Discutían la
posición de los elefantes y caballos y las defensas de la ciudad. Debido a la
maldición del colérico Durvasa Muni, el Rey olvidó todo acerca de su gran amor
perdido, la pálida Shakuntala. Olvidó los momentos de amor y pasión que
compartiera con la hija de Menaka bajo los árboles de mango en el bosque del
ashram del sabio Kanva.
‘Te toca mover,” dijo el ministro de guerra
con una sonrisa socarrona.
‘Estoy pensando,’ dijo el Rey, Su posición
estaba perdida. Pero tal vez el sacrificio de último momento de una pieza
podría darle tiempo suficiente para vencer a su rival. Meditaba en su movida
sobre el tablero de ajedrez. Sentado en una almohada de delicada seda, tomaba
una bebida fría, contemplaba el tablero. Al mirar su mano para tocar una pieza
vio su dedo del anillo y se preguntó qué le habría pasado a su sortija de sello.
¿Dónde la habré perdido? Tendría que averiguar.
Justo entonces el mensajero irrumpió en el
salón.
‘¡Maharaj Dushyant Ki Jay!’
“¿Qué pasa?” dijo el Rey.
‘Suplico perdones por esta interrupción tan
descortés, Señor, pero tiene visitas.’
‘¿Visitas?’ dijo el rey, mientras sostenía
una pieza de ajedrez en la mano. Levantó la vista del tablero.
‘Si, Señor. Las mujeres del ashram de
Kanva.’
‘¿Kanva Muni?¿Qué desea?’
‘No Kanva, Señor. Las mujeres de su
ashram.’
Vio la oportunidad de confundir a su
ministro, el Rey jugó a sacrificar un caballero. ‘¡Checa!’ dijo.
“Señor, estas mujeres han llegado a la
corte, desean una audiencia con el rey.’
‘En seguida’ dijo el rey y se levantó.
‘Estudia la jugada’ le dijo al ministro, y sonrió.
Así que el Rey, un hombre oprimido por la
pesada carga de gobernar, abandonó sus aposentos.
Con pompa y ceremonia los heraldos
anunciaron la llegada de las mujeres de la ermita y sus cargos y los
chambelanes acompañaron al rey a la corte. Se inclinaron cuando se acercó a su
trono y se sentó. Sólo Shakuntala permaneció de pie, sonreía.
El Rey Dushyant se acomodó en su trono
real, acomodó su vestimenta de seda. Un sirviente le trajo un cántaro de plata
lleno de futa y la colocó en una base. El rey empezó a pelar una uva. Miró a
las mujeres presentes y a sus cortesanos. La chica parada ahí era una belleza
poco usual, que antes nunca había visto.
“¿Qué les trae a todas aquí?” dijo el Rey
“Siempre que nobles santos y sabios nos dan la gracia de su presencia, nos
sentimos bendecidos. Y cuando mujeres angelicales vienen a bendecirnos nos
sentimos doblemente agraciados. ¿Cómo está Kanva Muni? He pensado en hacer un
peregrinaje: ¿Su ashram está en algún lugar del bosque verdad? ¿Tiene buena
salud?”
Tras esto las mujeres saludaron al rey se inclinaron de nuevo.
Gautami se paró y tomó de la mano a Shakuntala, se acercó al rey.
Gautami dijo, “Mi querido Rey: el humilde
sabio Kanva, nuestro preceptor, te manda sus reverencias humildes y sus
respetos. Lamenta que cuando visitaste y conociste a la dama Shakuntala él se
hubiera ido de peregrinaje. Pero me ha enviado junto con tu esposa y quien
pronto será la madre de tu hijo. Te hemos extrañado mucho. Pero ahora que nos
hemos reunido todos, estamos felices de verte de nuevo. Aquí está tu amada
esposa, Shakuntala.”
El Rey sonrió. “Lo siento muchísimo, pero
no recuerdo haber visitado el ashram de Kanva. ¿Shakuntala? ¿Quién es ella?”
Shakuntala dio un paso hacia adelante,
sonrió, radiante. Al fin estaba parada ante su amado Dushyant.
“Mi Señor” dijo ella. “Ha pasado tanto
desde que nos vimos. Pero el día que nos profesamos amor bajo el árbol de mango
me parece a mí como si fuera ayer. Sé que no es tu culpa. La culpa es toda mía.
Prometiste enviar una carroza para traerme a tu corte. Te escribí muchas
cartas, pero debido a la maldición de Durvasa Muni no haz contestado a ninguna
de ellas. No pude esperar más por tu regreso al ashram a las orillas del río
Ganges. Abandonada y olvidada he venido a rendirme ante ti para que hagas
conmigo lo que desees.”
“¿Maldición? ¿Quién es esta mujer?”
preguntó el rey frunciendo el ceño, con la memoria rota a causa de la maldición
de Durvasa.
“¿No reconoces a tu propia esposa?”
preguntó Gautami, la matrona del ashram, conmocionada e indignada ante la
insensibilidad del rey.
“¿Mi esposa?” dijo el rey, “No estoy seguro
de encontrar graciosos tus comentarios. Mi esposa, la Reina, me espera en sus
aposentos. Por qué habría de reconocerla a ella. ¿Qué significa todo esto?
¿Quién es esta mujer? He dicho. “
“Oh, mi amor ¿No me conoces? Soy yo,
Shakuntala, ¿No recuerdas cuando hablamos y bebimos de la transparente agua del
Ganges en la copa que hiciste con las hojas de loto?”
“No recuerdo nada parecido,” dijo el rey.
“Qué estas insinuando. ¿Estás diciendo que yo conozco a esta chica? ¿Qué yo…?
Escucha hija mía. Eres una joven muy agradable, y muy bonita si he de decirlo,
pero si acepto a todas las mujeres que afirman estar casadas conmigo, tendría
que mantener un harem. Si necesitas una caridad, mi Señor ministro de caridad
estará muy contento de ayudarte. Kanva siempre fue muy honorable hacia mi
padre. Si quiere oro o plata sólo tiene que pedirlo. Pero ¿de qué me acusas?
¿Ser el padre de tu hijo? ¡Esto es demasiado!- Guardias, llévenselas.”
“¿No tienes vergüenza? ¿En dónde está tu
honor? Eres un rey. ¿No vale en nada tu promesa? OH, haz de estar bajo el
hechizo de la maldición. ¡La maldición de Durvasa Muni!”
“¡Maldición!, ¿Te atreves a maldecirme?
¡Guardias!”
Los guardias empezaron a sacarlas de sus
lugares. Se quedaron cerca de Shakuntala para escoltarla fuera de la corte
real.
“¡Esperen!” sollozó Shakuntala. Todos la
miraron. Sacó su mano “¡Miren!” dijo. “Tengo la sortija del sello de Dushyant!
Levantó la mano para que todos pudieran verla. Pero ¡alas! El anillo se había
desvanecido de su mano.
Nota: Espero que estén disfrutando mi
recuento de la historia de Shakuntala. Todo el material lo he recopilado de la
traducción de Ganguli, de la traducción de Arthur Ryder de Kalidas, y el
recuento de mi propio Guru Maharaja, Bhakti Rakshak Shridhar Dev Goswami, tal
como la escuché de el en su ashram en 1982.
En cierto sentido, ella es la propia madre
de India, ya que el nombre apropiado con el que se llama a la India es Bharata.
A los estudiantes de Sánscrito les gusta la poesía de Kalidas, quien escribió
alrededor del siglo V, y quien se tomó algunas libertades a partir de la
versión original del Mahabharata. El propio Shridhar Maharaja citaba pasajes de
memoria, ya que era un gran experto en la lengua Sánscrita. Sin más
justificación por el momento, continuaré con la historia. Michael Dolan, B,V, Mahayogi.
El Anillo
Kunti mantenía cautivados a sus hijos con
la historia. Continuó con la narración.
Shakuntala elevó la mano para mostrar la
sortija del sello real del Rey Dushyant con quien se había casado y a quien
prometiera lealtad. Pero había desaparecido.
“¡El anillo!” Lloró. “¿Dónde está el
anillo?”
El anillo había desaparecido cual magia de
su mano.
Conmocionada mientras mostraba los dedos
desnudos, Shakuntala quedó estupefacta. “¡La maldición!” dijo.
Ya que el rey no tenía idea de a qué se
refería y estando como estaba bajo la maldición de Durvasa Muni, se sentó
perplejo mientras los cortesanos reían.
Se volvió hacia el brahmán de la corte, el
rey preguntó, “Oh sabio, ¿cuál es tu consejo? ¿Qué debemos hacer con esta joven
inocente? Ella cree que soy su esposo y ha perdido la cabeza. Y sin embargo
está bajo la protección de Kanva Muni. Obviamente está embarazada y debe ser
protegida.”
Gautami, la matrona del ashram, cruzó los
brazos. Shakuntala miró al viejo sabio brahmán. La corte estaba en silencio. El
brahmán meditó un momento.
Entonces dijo, “Oh Rey. Debemos tomar el
camino del medio. Tal vez conoces a la muchacha. Con todo respeto hacia su
señoría, eres un guerrero y en ocasiones permaneces en lugares apartados
durante tus aventuras. Tal vez no seas tan inocente como pretendes serlo.
Tal vez haz olvidado a esta chica. Ella es
inocente tal vez su caso sea real. Habremos de conducirnos con precaución. Hay
una prueba. Podemos esperar hasta que para al niño y veremos si el niño tiene
las marcas reales. Todos los niños nacidos en la línea de Puru tienen que nacer
con la marca real de una flor de loto en la palma de sus manos. Podemos acceder
a cuidar de la chica hasta entonces. Puede quedarse en el ashram de la corte
hasta que sea el momento del alumbramiento. Entonces veremos si eres el padre.”
El Rey sonrió. “Sea.” Dijo y se paró,
preparado para abandonar el salón.
Shakuntala, al escuchar esto se disgustó.
Había oído lo suficiente. Conmocionada por la insensibilidad del príncipe, no
pudo soportar más insultos a su pureza.
Huyó de la corte y del palacio. Anasuya y
Priyamvada corrieron tras ella, pero Shakuntala era ligera de pies y corriendo
pasó las puertas del palacio y siguió. Pronto alcanzó el sitio en el río en
donde se bañara antes. Tal vez había perdido el anillo en el río mientras se
bañaban. Todo parecía tan lejano.
Pero cuando miraba las aguas del Río Sachi,
presenció un milagro. Una nave aérea se aproximaba desde el cielo hasta ella.
Una figura angelical apareció en el biman la nave aérea e invitó a Shakuntala a
subir. Una vez a bordo, la nave se llevó a Shakuntala hacia los cielos.
A lo lejos, Priyamvada y Anusuya vieron a
Shakuntala entrar al bosque. Pero quedaron pasmadas al ver que descendía una
nave aérea y como presenciaron el milagro estaban sorprendidas y ofrecieron
oraciones.
El rey en su amnesia regresó a sus
aposentos en donde le aguardaban la Reina y el príncipe.
Gautami, Priyamvada, Anusuya y los otros
seguidores de Kanva, con oraciones en los labios y sorpresa en sus corazones
ante los hechos de los dioses, regresaron a su ashram en el bosque. Shakuntala
había desaparecido.
Continúa la historia de Shakuntala
Después de que Shakuntala partiera de la
corte, el Rey regresó a sus aposentos reales. El ministro de guerra lo venció
hábilmente en el ajedrez. Ordenó a sus cortesanos que se retiren. Miró hacia la
ventana y contempló el horizonte, trataba de recordar. Su mente se nublaba.
¿Será posible? ¿Esta muchacha del ashram de Kanva era su esposa?” Pero por más
que intentaba, no podía recordar nada. Esa noche no pudo dormir.
Shakuntala en el exilio.
La luna vino y se fue. Pero la mente del
Rey Dushyant se abstrajo más y más. Ya no participaba en el consejo de guerra.
Podía pasar horas viendo el horizonte a través de la ventana. Intentaba recordar
algo, sin lograr nada.
Con el paso del tiempo, el Rey Dusyant se
hizo más y más inseguro. Noche tras noche pasaba sin dormir. ¿Quién era
Shakuntala? ¿Se había equivocado? ¿Cuál era la maldición de Durvasa? ¿Cuál el
significado del anillo? Conocía muy bien el sitio de donde ella viniera y sin
embargo cuando trataba de reunir sus recuerdos eran como fragmentos de un vaso
roto. Su confusión le hería en lo profundo pero sin importar cuánto intentara,
no podía recordarla.
En esos días en un mercado cercano al
palacio, un pescador llegó con una importante pesca. Los mercaderes se
acercaron a escuchar lo que el pescador empezó a relatar acerca del gran pez
dorado que atrapó. No sólo era un pez dorado, sino que había encontrado un
anillo de oro fino en su abdomen. Los mercaderes se rieron de él, pero al
mostrar el anillo callaron.
Uno de los hombres del rey estaba en el
mercado y se dio cuenta del escándalo.
“Oh pescador, deja que vea ese anillo de
oro,” dijo el hombre del rey.
Con esto, el pescador mostró el anillo que
conservaba en una bosa de seda.
“¡Sólo ver!” dijo, riendo de alegría ante
su buena suerte. “¿Quién comprará este anillo?”
El hombre del rey dijo. “Este anillo vale
mucho dinero. ¿Dónde lo has comprado?”
“Como te dije,” dijo el pescador, “lo encontré
adentro del pescado.”
“Qué casualidad,” dijo el hombre del rey.
“Estas arrestado. Este es el anillo del sello real. Vendrás conmigo.” Los
guardias detuvieron al pobre pescador.
El hombre del rey se lo llevó y lo
encarceló en las profundas mazmorras del corazón del palacio, a esperar
justicia de mano del rey.
Pero mientras el rey meditaba en el anillo
perdido y el pescador languidecía en las
mazmorras del palacio real de Hastinapura, ¿qué le había ocurrido a la hermosa
Shakuntala?
Entretanto, Shakuntala había sido
transportada en una aeronave por una ninfa angelical del bosque del Señor Shiva
que se encuentra en la montaña dorada de Kailash en lo alto de los Himalayas.
Su madre, Menaka, la apsara más hermosa de
toda la corte del reino celestial de Indra había tenido compasión de su hija,
Fue Menaka quien envió la aeronave para rescatar a Shakuntala del cruel
Dushyant. Y ahora estaba bajo los cuidados de Sanumi, una de las siervas
principales de Menaka.
Ahí en la montaña dorada Shakuntala tuvo a
su hijo y le llamó Bharata. Bharata era un niño que no conocía el temor de
cabellos dorados y que reía libremente, bailaba y jugaba con los leones y los
elefantes, era feliz en los brazos de su madre la hermosa e inocente
Shakuntala. Bharata se convertiría después en el más grande rey de todas las
Indias.
Y así pasaba el tiempo en la morada de
Shiva, en las elevadas montañas, acompañada de Menaka su madre apsara y las
bailarinas del cielo quienes cuidaban excelentemente a su hijo, el joven
Bharata.
El misterioso anillo de oro
Un día, sucedió que el pescador fue llamado
a enfrentar la justicia por el robo del anillo de oro. El Rey Dushyant, quien
estaba ahora más afectado que nunca por la maldición de Durvasa, había
escuchado en la corte el cuento del pescador y el anillo misterioso. Mandó a
sus hombres a la mazmorra en busca del pescador. Quien apareció con los
guardias y se inclinó humildemente ante el rey.
“¿De qué se le acusa a este hombre?”
preguntó al magistrado.
El viejo magistrado, estaba sentado en un
asiento de seda púrpura, tosió y dijo. “Robo del tesoro real, señor. Estaba en
posesión del anillo de oro con el sello real. Creemos que es el anillo del
sello real de su señoría.
“¿Puedo ver el anillo?” dijo el rey. Tras
esto el magistrado hizo un gesto con la mano y un asistente trajo al el anillo
al rey en una pequeña caja. Dushyant se rascó la cabeza. No recordaba acerca
del anillo, a causa de la maldición de Durvasa. Pero cuando el asistente puso
la cajita en su mano, la abrió y al ver el anillo real que le diera hace mucho
tiempo a Shakuntala en el bosquecillo de mangos junto a los árboles de
tamarindo, al abrir el rey la pequeña
caja de madera que contenía el anillo. Al instante de ver el anillo, toda
niebla se esfumó de su memoria. La vista del anillo devolvió los recuerdos de
la joven Shakuntala y de cómo sorbieron juntos el agua del Ganges de una copa
hecha por él de hojas de loto bajo el árbol de mango en el bosquecillo junto a
los olorosos tamarindos. Recordó su sonrisa, su risa, su aroma, su roce.
Su corazón estaba ahora lleno de abandono y
remordimientos ante lo cruel que fue. Entendió de inmediato la desesperación de
Shakuntala, la maldición de Durvasa, su propia locura, y la injusticia que
estaba pagando el pescador.
Miró intensamente hacia las cadenas del
pescador, dijo, “¿Cómo te hiciste del anillo?”
“Un día mientras pescaba en el río Sachi,
atrapé un enorme pez. Al abrirlo encontré el anillo en su interior. No he hecho
nada malo. Por favor perdona cualquier ofensa.”
“Liberen a este hombre,” dijo el rey al
magistrado. “Y denle el equivalente al anillo en oro.” Sonrió hacia el
pescador, le dijo, “No, eres tú quien haz de perdonarme. Ve y regresa a tu
río.” Diciendo esto, recompensó al inocente pescador con una bolsa de oro y le
despidió.
La melancolía del rey
El rey pasaba sus días melancólico y
arrepentido. Dushyant se atormentaba con los recuerdos de sus palabras ásperas
y arrogantes. Recordó su desdén hacia Shakuntala y cómo la envió al exilio. Sus
recuerdos empeoraban su insomnio.
Lo
que antes fuera un esfuerzo para reavivar su memoria, era ahora una maldición.
Añoraba los días de su memoria perdida.
Nada le consolaba. Trato de hacer todo lo
que le gustaba, cazar, carreras de elefantes, estar con la Reina, buscar el
afecto de su hijo el príncipe, jugar ajedrez, pero todo fue en vano. Intentó
incluso olvidar, nada podía borrar de su memoria a la hermosa, dulce
Shakuntala, quien regaba las papayas en el bosquecillo de mango y sonreía, y
sus dientes que parecían una línea de finas perlas.
El rey estaba tan perturbado que comisionó
a un artista a pintar el retrato de Shakuntala a partir de su memoria. Cuando
lograban el parecido, lo llevaba con él a todas partes y contemplaba por horas
la pintura. Estaba solo y melancólico.
Nada le podía hacer feliz salvo su bufón,
el payaso que le contara bromas y bailaba y reía y jugaba con el instrumento de
una cuerda. Su bufón, quien le daba sabios consejos y le siguió hacia el bosque
cuando se enamoró de Shakuntala. El tonto que tenía un brillante sentido del
humor. Con sus trucos apaciguaba el corazón del rey.
Con su olvido, el rey fue negligente en
mantener los asuntos militares. Pero ahora los problemas de Dushyant se harían
peores. En el bosque que rodea a Hastinapura había una banda de Rakshasas
merodeando. Eran conocidos por desmembrar a los hombres y comérselos. Estos
caníbales aterrorizaban los corazones y mentes de los habitantes de
Hastinapura. Parecía que a diario alguien cayera víctima de sus actos
criminales.
Por último el bufón fue tomado por los
Rakshasas. Los demonios llegaron como si de una partida de caza se tratara,
mataron inocentes, violaron doncellas, escarbaron en la comida. Atraparon al
bufón que caminaba en el bosque y se lo llevaron. Se rumoreaba que los
terribles monstruos se transportaban en una aeronave hacia el país de la colina
que se hallaba por encima de Hastinapura.
Algunos decían que el amigo de Dushyant
había sido hecho prisionero en el cielo para pedir recompensa en oro al rey.
Ahora hasta Indra, el señor del cielo,
padre de Arjuna, sintió pena al ver toda la desgracia del desolado Dushyant,
padre de Bharata rey de la India. Cuando
el bufón fue secuestrado por la raza de gigantes, el propio Indra descendió en
su carroza alada para asistir a Dushyant en la batalla.
Shakuntala Segunda Parte: Dushyant.
Cuando el bufón fue secuestrado por una
raza de rekshasas caníbales gigantes, el propio Indra descendió en un carro
alado para luchar en defensa de Dushyant y ayudarlo en la batalla.
Batalla en los Cielos
Entonces Dushyant ascendió hacia los cielos
en un carruaje alado guiado por Matali para asistir al dios de la lluvia en
contra de los poderosos demonios que secuestraron a su antiguo bufón.
Matali dijo ‘mi señor el dios de la lluvia
no tiene poderes contra este adversario y espera sometas a estos demonios con
tus filosas flechas. Cuando oscuresca, el astro de la noche ascenderá y guiará
nuestro camino. Preparémonos para la victoria, Oh Rey. Cabalguemos en las
nubes, hasta que huyan. Y moviéndose a través de las nubes liquidaron a las hordas
demoniacas, las crías invencibles de Kalanemi. El demonio vampiro fue forzado a
liberar al bufón del rey y a jurar lealtad al dios de la lluvia. El Rey
Dushyant recobró a su querido payaso en la batalla mientras que Indra se
alegraba de ver huir a los demonios, gritaban mientras abandonaban la batalla.
Concluida la batalla volaron en sus
carrozas aladas hacia la morada celestial de Indra, donde Dushyant se entretuvo
en compañía del señor de los cielos. Sentó a Dushyant junto a él en el trono de
oro martillado y sonrió. Entonces el señor del trueno Indra colocó alrededor de
su cuello aún oloroso a pasta de sándalo, la corona celestial de flores. Laudó al Rey Dushyant por su heroísmo en
batalla contra los poderosos guerreros rakshasas.
Dushyant se inclinó ante India y dijo,
“Todo sirviente debe su éxito a honrar apropiadamente a sus maestros antes de
que las cosas se hagan. El alba vence a las tinieblas mientras descansa en el
carro del sol.”
A lo que Indra respondió, “¡Oh Rey
terrestre! Me haz complacido, al rey de los dioses. Y por ello, tu gloria es
aún mayor pues ha sido proclamada en los cielos por los dioses con colores que
han usado las apsaras para hacer que brille su belleza. Tus hechos valientes
han sido escritos en las nubes, las cuales aún ahora enrojecen ante ti.”
Y siguiendo la orden de Indra de marcharse,
el Rey Dushyant, junto con su bufón de la corte, abordó la nave aérea de
Matali, la carroza de los dioses y empezó el largo descenso hacia su reino
terrenal. Poco a poco llegaron a una
montaña mística cubierta de oro puro.
Y Dushyant dijo, “Cuando pasamos antes por
este camino, luchábamos contra los demonios come-hombres en sus máquinas
voladoras. Estaba tan concentrado en lanzar lluvias de flechas sobre esos
diablos que no noté esta tierra mágica. ¿Qué senda de viento hemos tomado?”
Y Matali contestó, “Cuando el Señor Visnu
apareció como Vamana, abarcó los tres mundos con tres zancadas. Aquí puso el
pie de su segunda pisada. Este es un paraíso en la tierra en donde las
creaturas viven libres de pasión y en paz permanente y armonía.”
“Aún ahora,” dijo Dushyant, “Siento que una
peculiar serenidad posee mi cuerpo y mi mente.”
“Debemos aterrizar un tiempo ahí.” Dijo
Matali, el auriga de Indra el dios de la lluvia. Y al decir esto, comenzó a
guiar la aeronave en su descenso a través de las nubes.
“Qué raro es descender del cielo en tu
aeronave.” Dijo el rey. “En lo alto sobre nosotros veo a los halcones volverse
y girar, y muy hacia abajo puedo ver las llanuras que se acercan. Un cordón
plateado que se raya entre el verde se convierte en un río rugiente que corre
entre el trigo. Y mientras bajamos las redes del nido se aclaran, aparecen los
pequeños manantiales. Los puntos verdes se convierten en árboles inmensos. El
valle de oro líquido se ha transformado en un campo de flores salvajes color
ocre.
Y al aterrizar la nave, Dushyant dijo, “Qué
peculiar es este sitio. Nos rodean montañas cubiertas de nieve, sólo riscos de
piedra en el paisaje nos dan la bienvenida. Pero aquí la cálida briza arrastra
por los campos flores de jazmín. Las águilas vuelan desde sus cuevas en las
alturas, muy por encima de nosotros.
Pero aquí abajo este valle tiene una quietud bendita.”
Matali dijo, “Esta cima dorada era la
morada del Rey Kuvera, el dios de las criaturas del bosque, el señor de los
yakshas, rey de la opulencia. Aquí en estas colinas, Kashyapa, el progenitor de
los dioses reside y lleva a cabo penitencias.”
El rey dijo, “Guía la carroza aérea hacia
el sitio en que reside Kashyapa. Hagamos peregrinación hacia ese lugar sagrado.
Aquí el gran ermitaño obtuvo sus poderes místicos absorto en los secretos del
yoga. Vayamos a visitarle.”
Y Matali dijo, “Vale la pena lo que
piensas. Sea.”
Y planeó en su carroza alada unos cuantos
palmos arriba del suelo. La aeronave se deslizó en el viento hasta que hallaron
el ashram del gran santo Kashyapa, el hijo de Marichi.
Y desde la distancia, Matali, el auriga de
Indra apuntó a una cueva en los oscuros bosques y dijo, “¡Mira!”
“A través de esos árboles. Ahí está parado
el mismísimo ermitaño, de barba larga, cuerpo austero. Mira cómo las vides
estrangulan y ahogan su forma marchita. Se halla medio enterrado en la colina
de hormigas que le rodea. Se mantiene quieto como un poste de madera, mira
hacia el sol con ojos incansables. Una piel seca de cobra adorna su pecho. Ha
permanecido tanto tiempo inmóvil que los pájaros han anidado en su enmarañada
cabellera. Aquí tienes a Kashyapa Muni, el hijo de Marichi, progenitor de los
dioses.
Shakuntala: Segunda Parte Cont.
Queridos Lectores: aquí está la
continuación de mi versión de la segunda parte de la historia de Shakuntala de
la dramatización de Kalidasa, el poeta Sánscrito más grande de India, la someto
a su aprobación.
Las Aventuras del Rey Dushyant en las
Montañas Doradas de Kailash
En nuestro último episodio, atestiguamos la
naturaleza heroica del Rey Dushyant. Al concluir la batalla volaron en sus
carrozas aladas hacia la montaña dorada mística, la morada del Rey Kuvera, el
dios de la opulencia, en donde Kashyapa lleva a cabo penitencias. Matali, el
auriga de los dioses, le dio reverencias al Señor Kashyapa. Su carroza se
deslizó por los aires hasta que hallaron el ashram del gran santo. Al llegar
encontraron piscinas llenas de néctar y bosquecillos sagrados en medio de un
paisaje selvático conocido por las generaciones futuras como Shangrila. http://es.wikipedia.org/wiki/Shangri-La
“Hemos llegado a nuestro destino.” Dijo
Matali, el auriga de los dioses. “Nuestras ruedas casi tocan el suelo.” Y de
hecho las ruedas de la carroza estaban a un pelo del suelo. “No golpearemos la
frágil hierba con nuestras ruedas, pero hemos llegado a la ermita del sabio. Su
esposa, Aditi atiende los árboles de coral.”
“Todo el honor a Kayshapa,” dijo Dushyant,
“quien mortifica su carne terriblemente.”
“Desciende, Oh Rey.”
“¿Y tú mi amigo?”
“Descenderé contigo y dejaré nuestra
aeronave, la cual sigue las órdenes de mi voz. Iré también.”
Y mientras caminaban a través de los
bosquecillos en donde santos ermitaños llevaban una vida de auto abnegación, se
maravillaban ante los lugares sagrados que allí había. El aire estaba
enriquecido, el oxígeno que respiraban parecía estar impregnado de hierbas y
minerales vitales.
Algunos creían que los ancestrales yoguis
sobrevivían del agua sagrada y el aire.
Dushyant dijo, “En mis viajes como rey
nunca contemplé maravillas tales o tierras tan hermosas como estas. A menos que
vuelva la memoria hacia el ashram de Kanva, en donde vivía Shakuntala.
Su cabello negro como un abejorro, sus ojos
azules como dos lagos gemelos del Himalaya. Pero aquí se bañan religiosamente
en estanques en los que florecen lotos rosados y dorados. Sus humildes moradas
estaban adornadas con joyas brillantes cuya luz ilumina la noche cuando no
brilla la luna son emblema de su castidad y paz. Mira ahí entre esos árboles
florecientes en donde vagan desvergonzadas las ninfas del cielo. Ellos
mortifican el deseo y el pecado con castidad y armonía y paz espiritual. Oh
Matali, auriga de los dioses, ¿Qué es este lugar?”
Matali respondió, “Es un sitio de ideales
elevados. Las almas más grandes tienen aspiraciones más elevadas. Y aquí no hay
sentido de explotación, sino que todos aquí meditan y rezan. Sus vidas simples
de devoción son ejemplares para todos nosotros. Incluso Indra en el cielo desea
venir a este lugar sagrado de paz. A dejar atrás las preocupaciones y
aflicciones de los reyes.”
Caminaron hasta que llegaron junto al
anciano, Shakalya. Matali se le acercó y dijo, “Oh sabio, hemos llegado desde
lejos en una peregrinación para ver al sabio santo Kashyapa, ¿Está recibiendo
visitantes, buen hombre?”
Y Shakalya dijo, “Aditi le está preguntando
acerca de la naturaleza de la realidad y la metafísica, ética y los deberes de
una esposa fiel. Tienen que esperar el momento propicio para visitarle.”
Matali dijo, “Gracias por tu amabilidad.” Y
volviéndose hacia el rey, le dijo, “Espera aquí Dushyant, Veré acerca de la
visita al abuelo de mi señor Indra, el sabio Kashyapa.” Y Matali se fue con
Shakalya, hacia lo profundo del bosque, para acordar la hora.
Así que Dushyant se hallaba solo bajo la
sombra de un árbol ashoka. Y le dijo al árbol, “Que extraño; Siento que mi
brazo palpita, es un presagio de bienvenida. La buena fortuna caerá sobre mí.”
Y refugiado en el bosquecillo de árboles de
ashoka, escuchó una voz. Era un niño, jugaba.
El niño dijo, “¡Ven acá! Eso es. ¡No!
Regresa. Buen chico. Ahora ¡abajo! ¡Abajo dije!
Dushyant no pudo contener la curiosidad.
¿Qué jugarán los niños en estos bosques verdes? Espió alrededor de un árbol y
vio al niño. Jugaba con sus mascotas, dos cachorros de león. Frotaba sus
cuellos y les arrastraba por las colas. Luchaba en el suelo con ellos y les
sermoneaba. ¡Vengan aquí! Buena chica.”
El niño hacia toda clase de trucos a los leoncillos quienes gruñían
mostrando los dientes. Dos nodrizas aparecieron del bosque jadeando, como si
persiguieran al niño. Mantuvieron la distancia de los cachorros por respeto,
pero se acercaron al unísono al niño, preocupadas por sus jueguitos con los
feroces gatos.
El niño que sostenía las fauces del
cachorro mayor intentaba abrirlas con sus manos, “Abre la boca, quiero contar
tus dientes.” El león lo pateó.
Este niño no podía tener más de cinco o
seis años.
¿Tanto tiempo había pasado sin Shakuntala?
La campaña de guerra en las nubes se calculaba de acuerdo al tiempo de los
dioses. No podía asegurar cuánto tiempo había estado lejos de su hogar. Pero la
voz de este niño tensaba las cuerdas de su corazón.
“Niño travieso” dijo una de las niñeras.
“Espera a que le cuente a tu madre. Ya verás qué gusto le va a dar.”
Pero había algo acerca del niño que
estrujaba el corazón del rey.
“Y si no dejas ir a ese cachorro pequeño,
su madre leona ciertamente te perseguirá. Brincará sobre ti y te comerá.”
“¡Qué miedo tengo!” dijo el pequeño niño de
cabello dorado, y le sacó la lengua a su niñera.
“Deja que se vaya,” le dijo ella, “Y te
daré una pelota brillante. Pero esta es para niños mayores. Sólo los niños
pequeños juegan con las mascotas.”
“¿Dónde está? ¡Deja que la vea!” dijo el
niño, mientras sostenía la cola del león en su mano izquierda extendió la palma de la derecha.
En su curiosidad Dushyan fijó la vista en
la palma del niño. Lo que vio le sorprendió. “¡Sólo observa!” Se dijo a sí
mismo el rey, “Un loto que florece al sol de la mañana es un signo de realeza
que sella la palma del infante. Este niño no es el hijo de humildes sabios. ¡Es
el heredero al trono de India!”
Las mujeres discutían cómo dominar al niño.
“¡Dónde está mi pelota!” Dijo y entendió su juego. Mientras tanto el cachorro
de león había liberado su cola y corría a encontrarse con su madre en los
bosques. “¿Dónde está mi pelota?” exigía
el niño dorado que lloraba de nuevo. Y las niñeras le daban razones en lo que
iban por unos juguetes.
“Este niño toca las cuerdas de mi corazón
como un juglar experto toca la vina.” Pensó el rey, “Que extraño que niños de
voces groseras puedan conjurar música semejante. Los padres se encantan aún con
sus pies sucios.” Y aprovechando que el niño estaba solo, Dushyant salió de su
escondite.
“¡Niño!” le dijo. “Soy el Rey Dushyant.
Llegué a través de estos bosques y escuché ( en el original dice: I was coming
through these words here and…) que le gritabas a tu nana. Creo que haz de ser
el hijo de un sabio o un hombre santo. A tu edad ya deberías comportarte mejor
que eso. ¿Qué diría tu padre?”
Justo entonces regresaron las niñeras y
vieron al rey. “¿Su padre? Pero él no es hijo de ningún ermitaño de aquí.”
“Así parece,” dijo el rey. “Estoy
sorprendido con su conducta.”
Las niñeras se le quedaron viendo.
“Disculpen. ¿Me escucharon, muchachas?”
“Claro,” dijo la mayor de las dos. “Pero me
sorprende el parecido.”
“¿Parecido?”
“Sí, por supuesto. El niño se le parece en
todo.”
“¿Qué es su familia?”
“Bueno, dicen que viene del linaje de
Puru.”
“Pero ese es mi linaje. Desciendo del gran
Rey Puru.”
“Eso es correcto, señor, del linaje de
Puru. Su padre era un gran rey que fue a la guerra y lo dejó cuando era sólo un
niño. Y su madre…”
“¿Su madre?”
Ante esto, el niño se lanzó en un abrazo
hacia la fuerte pierna de la niñera. “¿Dónde está mi madre?” lloró.
“Espera,” dijo la nana. “Tu otra nana fue a
por tu madre. Ahora regresa.”
“Correcto, señor. Su madre es la hija de
una ninfa y parió aquí a su hijo en el santuario sagrado de los dioses.”
Dushyan sonrió, una chispa en sus ojos. “Y
¿cuál era el nombre de este rey, el que se fue a la guerra?”
“Estoy segura de que todos han olvidado
cómo se pronuncia. Y en todo caso ¿Por qué alguien querría vibrar su nombre?
Abandonó y rechazó a su verdadera esposa. Aquí viene la nana con su juguete.”
Kunti continuó, “Tras esto, llegó la nana
atravesando el bosquecillo de ashoka traía un pájaro de juguete.
Era una pequeña réplica de la especie de
pájaros que atendieron a Shakuntala cuando era una indefensa infanta,
abandonado en los bosques por su madre la apsara Menaka, hacía mucho tiempo.
Y cuando la nana llegó a través de los
árboles ashoka, dijo: “Aquí está niño. Te traje tu juguete, tu pájaro
shakunta. Aquí niño, ven a jugar con el
pájarito.” Y le mostró el pájaro de barro pintado de brillantes colores.
Pero el niño sólo escuchó la palabra,
“shakunta.”
“¡Madre!” dijo. “¿En dónde está mi madre?”
lloró, corrió hacia su nana.
Dushyant palideció. La sangre se esfumó de
sus mejillas. “La palabra, shakunt,” pensó. “¿Podría ser que este niño tuviera
alguna conexión con su amor hacía mucho perdido. La niña inocente que conociera
en el bosque de mangos hacía tanto tiempo en el ashram del sabio Kanva? ¿Qué
retorcimiento cruel habría guiado al destino hasta este momento?”
Y entonces el niño tomó el pájaro de las
manos de la niñera y corrió entre los árboles de ashoka. Cuando el sol arrojaba
sombras vetadas en el suelo corrió descalzo, despeinado, agitaba el pájaro en
círculos como si volara de verdad.
Y mientras corría agitando los brazos, la
niñera pudo ver que le faltaba al niño un amuleto en la muñeca.
“Niño, ¿dónde está tu brazalete?” dijo.
Pero el niño simplemente corría en la
persecución imaginaria del pájaro que volaba desde su mano.
“Su brazalete se cayó cuando jugaba con los
leoncillos,” dijo el rey, apuntando hacia un objeto que brillaba en el suelo.
Y hacia donde miró había un brazalete
dorado incrustado de piedras preciosas, que brillaba sobre la arena dorada del
bosquecillo de ashoka.
“Permítame.” Y se estiró para recogerlo.
“¡No!” dijo la nana, deteniendo la mano del
rey antes de que pudiera tocar el amuleto. Pero el rey se sacudió de ella y
tomó el objeto brillante, lo sostuvo frente a la luz para inspeccionarlo. ¡Cómo
brillaba al sol de la mañana! Sería una joya divina, elaborado a partir de los
dioses. El rey sonrió hacia la nana, admiraba el brazalete “¿Por qué no?”
“Su majestad. Puedo ver que eres un rey
noble. Pero estas en una tierra de milagros extraños. Este niño no es nada
ordinario. Cuando nació aquí en este sagrado sitio de peregrinaje, el propio
Kashyapa, hijo de Marichi, le dio este brazalete al infante al momento de la
ceremonia de nacimiento.
Cargado con poderes mágicos el amuleto está
encantado. Si cae al suelo nadie debe tocarlo excepto el propio niño o sus
padres. Ese brazalete que sostienes es místico.”
“Y qué sucede si alguien más toca el
amuleto, alguien aparte del padre o la madre del niño.”
La niñera le miró a los ojos. “Es un
amuleto de protección. Se transforma en cobra y le pica, o a cualquiera que
moleste al muchacho. Qué singular que haya perdido sus poderes. Normalmente ya
estaría retorciéndose de dolor por la picadura de la serpiente. Quizá se ha
roto al caerse.”
“¿Ha visto pasar eso tan terrible antes?”
dijo el rey.
“Más de una vez,” dijo la sirvienta.
Con esto el muchacho terminó de retozar,
corrió de nuevo hacia la niñera y el rey quien le devolvió su amuleto. Lo fijó
de nuevo en su muñeca, el niño miró de nuevo hacia el rey como si lo viera por
primera vez. Frunció el ceño y dijo “¿Dónde está mi madre?”
Dushyant sonrió y puso su mano en los
hombros del niño. “Justo ahora vamos a encontrarnos con ella,” dijo él. “La
verás en sólo un minuto.”
El niño intentó sacudir la mano del extraño
de su hombro. “Déjame ir.”
Pero la mano de Dushyant de afecto paternal estaba firme
en los hombros del niño.
“Ten paciencia hijo mío, le dijo. “Veremos
a tu madre en sólo un momento más.”
“Déjame ir,” dijo el niño, “suéltame. No me
llames hijo. ‘Tú no eres mi padre’”
“Ya lo veremos enseguida.”
“¡Suéltame! ¡Quiero ir a ver a mi madre!”
dijo el niño, y se liberó.
Reunión
Cuando Kunti terminaba su historia de
Dushyant y Shakuntala un nuevo día amanecía. Pronto caminarían por los campos
de muertos en donde miles de hombres fueron asesinados, sangre roja que
manchaba la verde tierra. Los fuegos cercanos al río ardían mansos, el humo
acre se mezclaba con la niebla. Yudhiṣthira se sentó paciente, sus ojos verdes
estaban atentos a la historia de sus antiguo ancestro, el gran rey Bharat.
Kunti continuó, “El rey levantó la cabeza y
vio que algo se movía entre los árboles ashoka. Una vestimenta blanca, una mano
como de flor de loto. Escuchó el sonido de pies delicados que aplastaban la
hierba tierna. Entonces una voz dulce como la de cualquier apsara, dijo,
“¿dónde está mi hijo?”
“Ahí en el campo con un rey extraño que ha
venido a visitarnos, mi señora,” dijo la nana.
“Llévame hacia él.” Dijo la voz
El rey miró de nuevo cómo ella pasaba a
través del bosquecillo de ashokan. Vio el vestido rústico, simple, desgastado,
la cara de una joven sencilla, de pelo negro como los abejorros tejido en una trenza detrás de su cuello de
alabastro. Era ella. No había duda. Parada frente a él con una sonrisa
angelical estaba la chica que conociera en las arboledas de mango del ashram de
Kanva hacía mucho tiempo. Era Shakuntala.
Y Shakuntala miró hacia su hijo que
permanecía junto a su padre y dijo. “Quien es este hombre que retiene a mi hijo
con su abrazo? Su amuleto debiera protegerlo.”
Y el niño dijo, “Madre, este hombre me ha
llamado hijo. ¿Quién es él?”
Dushyant caminó hacia adelante, puso una
rodilla en tierra y dijo, “Perdóname. Mi memoria estaba maldita. Y con la
memoria perdida, te desdeñé. Hice algo muy cruel. Pero no estaba en sí. Por
favor perdóname. Y ahora la memoria perdida es la tuya. ¿No me reconoces?”
“Soy yo, el rey Dushyant. Una vez descubrimos
juntos el goce del amor. Hace mucho en los bosquecillos de mango junto al río
cercano al ashram de Kanva ¿no me conoces? Soy el padre de este niño. Soy tu
esposo. Soy yo Dushyant. La oscura locura se ha ido, mi memoria se ha
restaurado. Veo ante mis ojos a mi único amor. Justo antes del vuelo de Rahu
cuando el eclipse se va los demonios de la duda son destruidos y la luz
continúa, para que las amorosas estrellas se acerquen a la luna y le den su
luz.
Shakuntala se sonrojó. Dio un paso hacia
adelante. Ahora podía ver su cara. Era de hecho el rey, su esposo. Su amargura
se fue, el pesar tomó su lugar, luego el amor. “Es él,” pensó.
El niño Bharata miró hacia el hombre
arrodillado frente a su madre y que la hizo ruborizar. “¿Quién es madre?” preguntó
el niño. Shakuntala se cubrió el rostro con sus manos de loto y derramó
lágrimas de dicha y vergüenza. “Pregúntale al destino, hijo mío,” dijo ella y
lloró.
Y Dushyan arrodillado dijo, “Mi amada y
leal esposa haz de perdonar las cosas que hice en mi locura. Desvanece la pena,
deja que se desvanezca el pecado; todo fue una locura. La ceguera trabaja para
sacudir el gozo del amor. En ocasiones confundimos una guirnalda con una
serpiente. Por favor no me castigues por mi ignorancia. He venido a hacer las cosas
bien, a corregir el error que en mi locura causé.”
Shakuntala se recuperó y dijo, “Levántate
esposo mío. No ha sido tu culpa. Fue tal vez algo en las estrellas… pero deja
ya que pase.”
Con esto, el Rey Dushyant se levantó. Se
abrazaron de nuevo como sólo lo hacen los amantes perdidos. Dushyant enjugó una
lágrima de los ojos de loto de Shakuntala.
“¿Cómo me has encontrado?” le dijo ella.
“¿Qué trajo a tu memoria a tu esposa que sufría, si, como has dicho me habías
olvidado, cómo pudiste recordarme?”
Dushyant elevó el anillo y sonrió, “Un
milagro me restauró la memoria.”
“Ah sí, el anillo” dijo ella. “Lo perdí
cuando cruzábamos el río. Que totas fuimos.”
“Úsalo tú,” dijo el rey. “Después de todo,
yo te lo entregue a ti.”
“No tengo fe en los anillos,” le contestó
ella. “Úsalo tú.”
“Sea entonces,” dijo el rey y la atrajo en
un cercano abrazo mientras el niño pequeño sonreía.
Justo entonces se abrieron los cielos y la
carroza de viento de Matali apareció como por magia. Su aeronave planeaba a un
palmo por encima de la tierra.
“Felicidades” dijo el auriga de Indra,
sonrió mientras se acariciaba el bigote. ¡Que reencuentro más apropiado. Ya
tengo el permiso del sabio Kashyapa Muni. El gran sabio, el hijo de Marichi y
progenitor de los dioses, el austero muni cuya cueva visitamos está listo para
verte. Kashyapa Muni y su querida Aditi te recibirán. Están ansiosos por dar
sus bendiciones a vuestra reunión.”
Shakuntala Final
“Ven” dijo Matali, “”debemos zarpar hacia
la ermita de Kashyapa Muni. El hijo austero de Aditi le otorgará bendiciones a
su matrimonio.”
Y sosteniendo muy cerca a su niño,
Shakuntala dijo. “No estoy lista. Necesitamos hablar, Hay tanto que tienes que
saber. ¿Cómo podemos presentarnos ante
grandes almas como Kashyapa y Aditi?”
Pero Dushyant sonrió, la tomó de la mano, y
la ayudó a entrar a la carroza. “No debemos hacer esperar al gran sabio.”
Entonces se sentaron en la aeronave de Matali, el auriga de los dioses y
volaron en el viento hacia el ashram del gran Kashyapa Muni.
Y cuando llegaron, Kashyapa Muni se levantó
y les dio reverencias, dijo. “Eres bienvenido aquí a este Ashram Rey Dushyant,
eres un gran héroe. Gobiernas la tierra con tus poderosos brazos y tu ingenio
sagaz. Tu arco hace ver al de Indra como el pájaro Shakunta de juguete que este
niño lleva en la mano.”
“Si sólo supieras la historia del pájaro
Shakunta,” dijo el rey en voz baja.
Y Aditi, la esposa casta del mejor de los
sabios sonrió y dijo, “Veo en su comportamiento el brillo de su valor.”
Matali sonrió desde su carroza y se
retorció el bigote. “Estos son los padres de los dioses, rey mío. Eres
afortunado de que te hayan visto con tanta benevolencia.”
“Agradezco tus bendiciones,” dijo el rey.
Dushyant es un sirviente de Vishnu e Indra y se inclina ante ti.” Y diciendo
esto, hizo una reverencia ante Kashyapa Muni.
Kashyapa, de pie, se aproximó a Dushyant,
para que no se inclinara tanto, y dijo. “Hijo mío. Ve con mi hija y gobierna el
mundo en paz.”
Y Aditi también los bendijo, dijo, “Y sé
invencible.” Abrazó a Shakuntala con todo el afecto de una madre, la acercó
hacia sí y olisqueó su cabello. Entonces, viéndola a los ojos le dijo, “Hija mía, tu esposo es tan
grande como Indra, el rey del cielo y tu hijo es como su hijo, no necesito
darte más bendiciones que esta: ve con tu rey y sé su reina. Mantén el favor de
tu esposo y sé casta y leal hacia él. Y este niño encantador, Bharata será
algún día un gran rey y gobernará todas las Indias.”
Kashyapa dijo, “Te bendigo joven rey y te
deseo lo mejor. Que tengas tesoros, fe, y la realización del conocimiento más
elevado. Ven. Siéntate un momento con nosotros. Pues como puedo ver todo en mis
meditaciones, sé que has sufrido mucho por tu amor hacia la blanca Shakuntala.
Descansa un poco.”
Y con un movimiento de su mano, aparecieron
bebidas frescas para la feliz pareja que se sentó en las alfombrillas de pasto
kusha ante el gran ermitaño y su casta esposa.
Y mientras se sentaban apacibles, sintieron
el silencio y vieron la atmósfera quieta del ashram de Kashyapa en la montaña
paradisiaca. Con bosques de ashokan, limpios estanques de flores de loto, y los
pájaros koki que cantan himnos en Sánscrito, árboles que dan sombra cubiertos
con enredaderas de jazmín era en verdad un paraíso en la tierra.
Dushyant miró a Shakuntala para ver si no
había desaparecido y bebió su dulzura con los ojos. Y se volvió hacia el santo que le había dado
todo, dijo- “Oh santo, tu misericordia no tiene límites. Todos tus deseos son
satisfechos con aproximarse a la frontera de tu ashram. Aún antes de que nos
llames ante tu presencia nuestros grandes deseos son otorgados. El sufrimiento
por lo general llega antes que el gozo. Las espinas surgen antes que las rosas
más rojas. Y las burdas flores, antes que las dulces frutas. Las nubes aparecen antes que la fría lluvia. El efecto
sigue a la causa. Pero tú das antes. El cuento termina. Shakuntala es mía.”
“El error fue mío también, Oh sabio. Me
casé con ella por propia cuenta, como Gandharvas, con un sencillo intercambio
de guirnaldas de flores bajo los árboles de mango en el ashram de Kanva hace
mucho tiempo. Y cuando ella vino hacia mí en la corte real, con arrogancia la
rechacé y escarnecí. Pequé contra mi esposa y contra el sabio Kanva y contra ti
que eres el maestro espiritual y mentor de Kanva.”
Los ojos de Dusyant estaban inundados de
lágrimas. Tendió su mano hacia el santo de piel curtida y barba blanca. El
santo entrecerró los ojos para ver la joya de su mano. Claramente pudo ver el
anillo del sello real. “Pero extrañamente, al ver este anillo mi memoria fue
restaurada. Pude ver que mi memoria había sido enceguecida de algún modo.”
El viejo sabio sonrió, “Sí hijo mío, claro.
La niña fue maldecida por Durvasa Muni por ser negligente en su servicio y
vagar con la mente ausente en la agonía de amor de juventud. Tu olvido fue el
resultado de esta maldición. Pero cuando la ninfa Menaka descendió en su
aeronave a encontrar a Shakuntala quien corría de tu corte se la trajo a mi
esposa, la casta Aditi. Por mi visión divina, pude ver todo.
“¿Estoy libre ahora de esa maldición?”
“Por supuesto hijo mío. Tus tribulaciones
han terminado. Tú y tu esposa se han reunido y tu hijo gobernará India.”
Shakuntala dijo, “¡Entonces mi rey no me
olvidó! Su mente se perdió a causa de la maldición de Durvasa. Nunca me olvidó.
Su memoria se nubló debido a alguna magia.”
“Ahora sabes la verdad,” dijo Kashyapa. “No
estés molesta con el rey, tu esposo. Recuerda que la maldición fue hecha bajo
la ira. Todas las cosas que se hacen por ira traen penalidades. Cada acción tiene
una reacción igual y opuesta. Recuerda las leyes del karma y del dharma. La ira
empaña el espejo de tu alma, mantén limpio el espejo. El reflejo no puede verse
en un espejo empolvado. Limpia el espejo de tu alma con el santo nombre.”
“Te agradecemos,” Oh santo, “por tu
consejo.” Dijo el Rey.
Y Kashyapa se volvió hacia el niño sentado
en el regazo de su madre quien deshacía la trenza de su cabello negro como
abejorro y que caía por su cuello de alabastro. Kashyapa dijo. “Haz de tratar a
este niño con gran respeto. Yo mismo llevé a cabo su ceremonia de nacimiento.
Le otorgué su amuleto mágico y le di el
nombre de Bharata. Más tarde la nación que gobiernas será gobernada por él.
Será conocida como Bharata.”
Dushyant rió y tocó la barbilla del niño y
dijo, “Sí , veo el parecido. Es igual a mí. Será la esperanza de toda India.”
Kashyapa sontió, sus ojos antiguos
penetraron en lo profundo del alma de Dushyant: “Sí. Su valentía y fuerza le
harán emperador de toda la tierra y su aeronave viajará por las siete islas de
la tierra. Todo se inclinará ante sus poderosas aras. Domará a las bestias
salvajes tal como juega con los cachorros del león y su descendencia le
recordará como Bharata, el gobernante de todas las Indias.
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