महाभरत
recontado por
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
y traducido en español por Teresa Loret de Mola, Tapanandini DD
Origen de los Pāṇḍavas
Kunti dijo,
“Y fue así que viví como princesa de
Panchala en el palacio del Rey Kunti-bhoja.
Un día, sucedió que un maestro erudito en
los Vedas, Durvasa Muni se llamaba, llegó a refugiarse con mi padre.
Estaba de camino hacia los sitios sagrados,
una peregrinación hacia tierras lejanas.
Venía desde lejos y necesitaba descansar un
poco. A cambio de comida y hospedaje, se quedó como nuestro huésped durante
algunas quincenas, e instruyó en los Vedas a los niños de la casa. Yo fui una de
sus alumnas más brillantes y entre mis deberes, le serví de comer y beber a
Durvasa Muni.
Ahora bien Durvasa Muni un gran hombre
santo que entendía los Vedas a profundidad era conocido por tener un
temperamento ardiente. Todo el tiempo que se alojó con el rey, yo serví a ese
gran maestro preparando sus comidas y velando por su hospedaje. Él siempre
estaba absorto en leer las escrituras y en escribir comentarios que
posteriormente entregaba a sus estudiantes. Cuando estaba absorto en sus
escritos y meditaciones, se enojaba ante la mínima molestia.
Durvasa Muni |
De hecho, me enteré personalmente de
situaciones en las que el gran sabio incluso maldijo a alguien. Así que le
servía en silencio, humildemente y sin pretensiones, incluso si estaba enojado
y me hablaba de manera áspera.
“¡Niña!” decía, “Trae agua.”
[¡Niña! Trae agua.[ |
Y de nuevo, “¡Niña! Trae arroz.”
Yo admiraba mucho y respetaba al erudito
Durvasa, y toleraba sus malas maneras. Yo le contestaba, “Sí mi señor. No, mi
señor. Como guste, mi señor. Enseguida, mi señor” Y de este modo, mientras pasó algún tiempo en el palacio de
mi padre, estuvo contento conmigo, Un día, justo antes de abandonarnos, me
llamo, dijo, “¡Niña! Ven aquí.”
Y fui hacia él.
“¿Qué es lo que más te agrada, niña?”
“Pues tener un buen esposo y buenos hijos
que continuaran la dinastía. Entonces podría vivir en un hermoso palacio,
incluso mayor al de mi padre- y que mi padre estuviera complacido.”
“Y así será niña mía,” dijo el erudito
Durvasa Muni, fijando en mí su mirada. “Escucha.” Y habló palabras en una
lengua extraña. Me gustó el sonido de las palabras. Me sonaban a poesía pero no
podía entender el significado.
“Ahora repite cada palabra cuando te la
diga.” Dijo, de nuevo entonó palabras extrañas. Y así, pensando que era un
juego, reí y repetí cada palabra tal como me la iba diciendo.
“Estas palabras son un mantra, niña. Sonido
divino. Lanzan un hechizo al que ni los dioses pueden resistirse.”
“¿Por qué me estás diciendo esto a mí, mi
señor? Pregunté.
“Me has servido bien, niña, y estoy
complacido. Este es mi regalo para ti. Cuando necesites ayuda para encontrar a un buen esposo, tienes que
decir este mantra. El dios al que llames aparecerá ante ti para satisfacer tu
deseo.”
En mi infancia escuché muchas historias
acerca de deseos satisfechos y bendiciones dadas. Conocía los Vedas y muchas
historias de los libros ancestrales. Pensé que tal vez todo esto eran cuentos
populares, o la mitología de mi abuela; pero los ojos de Durvasa Muni
traspasaron mi alma. Era un hombre de
gran poder. Yo estaba hipnotizada con él. Era imposible no creerle a este
extraño joven, tan iracundo y tan erudito que se sentaba ante mí a enseñarme el
mantra.
“¿Has memorizado el mantra?” me preguntó.
Sonreí y dije. “Sí, mi señor.”
“Bien, entonces,” dijo. “Ahora ve por
agua.”
Fui al río Ganges y traje agua en un pote,
pero cuando regresé, el erudito Durvasa Muni había partido. Cuando consulté a
mi padre, me dijo únicamente que Durvasa Muni se había ido que nunca estaba
mucho tiempo en el mismo sitio.
“Estaba complacido con tu servicio,” dijo
mi padre.
“Durvasa Muni te ha bendecido,” dijo,
riendo. No presté más atención al asunto, era una dulce jovencita en este
mundo.
Pronto empecé a extrañar al joven erudito
de temperamento agudo. La luna llena vino y se fue. Escuché que se había ido
hacia las montañas en algún lugar en el Este.
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