El Romance de Shakuntala
Una Historia Increible de Amor y Aventuras
Adaptado de Mahabharata,
Shakuntalabhijana de Kalidasa y otros fuentes por
Michael Dolan-- B.V. Mahayogi
y traducido en español por Teresa Loret de Mola, Tapanandini D.D.
Continuacion:
La Madre de La India
En el ashram del bosque del sabio Kanva,
las muchachas murumuraban.
“¿Brahmacharya?”
Menaka y Vishvamitra Muni |
“Si, tonta, había renunciado a las mujeres.
En fin, él estaba en las orillas del Ganges practicando yoga y los dioses
decidieron romper su voto.”
“¿Por qué harían tal cosa?”
Vishvamitra se había hecho demasiado
poderoso. Si no hubieran roto su voto se hubiera hecho tan poderoso como los
dioses.”
Indra |
“Enviaron a la más hermosa de todas las
ninfas del río, la delicada Menaka. Su belleza era reconocida entre los dioses.
Ningún hombre podría resistírsele. Vishvamitra estaba sentado practicando yoga.
Para entorpecer su concentración, Menaka la ninfa del agua llegó a las orillas
del Ganges y empezó a bañarse en un delicado sari de seda, sonriendo siempre
hacia el sabio.”
“¿Qué pasó, Priyamvada? ¿Qué ocurrió
entonces?
Shakuntala y sus amigas |
Justo cuando Priyamvada estaba a punto de
terminar la historia acerca de la madre de Shakuntala, apareció la propia
Shakunta, apareció entre los mangos llevando un pote de barro lleno de agua
sobre su cabeza. Sus pies descalzos apenas tocaban el suelo cuando caminaba, de
tan delicada que era, tan bella y graciosa como la primera flor de loto de la
primavera.
Cuando se reunió con sus amigas, Shakuntala
dijo, “¿Interrumpo algo?” Sonrió, su cabello negro como un abejorro brillaba al
sol de la tarde.
Sus queridas amigas y compañeras íntimas
del ashram, Anasuya y Priyamvada sonrieron nerviosas. “No, sólo estamos
hablando,”
Y con alegría primaveral, fueron a realizar
sus deberes, regando las plantas de papaya.
Dushyant el descendiente de Puru estaba
observándolas a través de las hojas verdes de los árboles de tamarindo. Sonrió
para sí bajo la sombra del árbol de mango. El ashram de Kanva era el sitio
ideal para la contemplación de la paz y la armonía del universo. Ahora, era el
momento de que él hiciera su entrada.
Hizo un gran ruido como si apenas llegase a
través de los árboles de tamarindo. El Rey Dushyant caminó por el sendero hacia
el claro a través del bosquecillo de mangos. Las flores de jazmín hacían denso
el aire con su fragancia. Se movía con un vaivén de realeza exuberante y llamó.
“¡Hola! ¿Hay alguien ahí?, ¡Oh Kanva! ¿Es el ashram del gran santo Kanva?”
"Es el Ashrama de Kanva?" preguntó el rey Dushyant |
“Kanva no está aquí,” respondieron las
mujeres. “Ha salido a peregrinar. ¿Quién anda ahí?”
No quiso revelarse como el rey como viajaba incognito en el bosque. Dushyant contestó. “Soy un humilde oficial del rey. Él rey estaba
cazando y tuvo a tiro un cervatillo del ashram, un ciervo pinto. Pero perdonó
su vida y detuvo sus flechas voraces y me envió aquí a saludar al gran santo.
De todos modos si Kanva no está aquí…”
"Kanva se fue |
“Eres bienvenido,” dijo Priyamvada. “Si haz
protegido la vida de nuestro ciervo, entonces eres bienvenido como cualquier
otro santo. Por favor quédate y honra el prasadam. Es humilde pero te bendecirá
con una vida larga, ya que la comida de aquí es sagrada.”
“Estoy de acuerdo. Les agradezco y les
saludo a todos. ¿Cuándo regresará el sabio Kanva?”
“Esperamos que regrese antes de la
ceremonia de mañana. Quédate con nosotros un tiempo y permite que te ofrezcamos
nuestra hospitalidad,” dijo Anasuya, sonriendo. Mientras las abejas liban la
miel de las orquídeas amarillas que están cerca del árbol de mango, el Rey
Dushyant notó a la joven elegante quien tímidamente regaba las plantas de
papaya y se mantenía a la distancia. Siguiendo su mirada, Priyamvada sonrió y
dijo. “Permite que te presente a Shakuntala. Shakuntala, no hagas esperar a
nuestro visitante, trae agua para él y un asiento de delicada hierba kusha.”
Shakuntala y venado |
La pálida y tímida Shakuntala no levantó la
mirada ni miró directamente al rey. Fue a buscar más agua con su pote de barro
que sostuvo sobre la cabeza. Sus caderas se balanceaban suavemente mientras iba
hacia el río por los escalones del baño sagrado.
La timida shakuntala |
“Shakuntala es tímida” dijo Priyamvada. “Dínos,
¿dónde está nuestro ciervo? ¿Lo espantaste? El Rey Dushyant contó la historia
de la cacería, pero se cambió por el lugar del auriga.
“¿Dónde está nuestro rey? Le preguntó
ansiosa.
“El Rey regresó a su séquito que está más
allá en el bosque. Dejé la carroza y los caballos no muy lejos de aquí, para
que descansen y beban agua. Pronto he de regresar. Den mis respeto al santo
quien cuida tan bien de este ashram.”
En pocos minutos Shakuntala regresó con
agua y asientos para todos.
El sol había empezado su ascenso hacia los
cielos y el calor del día se incrementó. Así que se sentaron bajo la sobra
placentera de los árboles de mango y tamarindo junto al jardín de papayas
mientras las abejas se ocupaban en una danza entre las flores champak y los
pájaros koel daban su concierto de medio día.
Dushyant con Shakuntala |
Ahí en la agradable sombra
Khakuntala, Priyamvada y Anasuya tomaron bebidas de agua de rosas y menta con
el rey y describían ellas la misión de Kanva y sus enseñanzas.
Dushyant con Shakuntala |
Cuando el sol calentó aún más y el tiempo
continuó su paso. Priyamvada y Anasurya detectaron que había un cierto afecto
entre el rey y Shakuntala. Sonriendo para sí, Priyamvada dijo, “Ha de
disculparnos ahora, tenemos muchos deberes que realizar y el sol empieza a
declinar en el horizonte. Vamos Anasuya, Dejemos que la blanca Shakuntala
explique los preceptos de nuestro guía Kanva al oficial del rey.”
Dushyant con Shakuntala |
“Yo también tengo muchos deberes qué
hacer,” protestó Shakuntala, su cara se enrojeció como una rosa.
“No debemos violar los principios de la
hospitalidad,” dijo Priyamvada, con una firme sonrisa. “Quédate aquí con el
oficial del rey y explica la naturaleza sagrada de este refugio en el bosque,.
Regresaremos enseguida.”
Así que se sentaron juntos, Shakuntala y el
Rey Dushyant y mientras el sol descendía rieron y hablaron de todo.
El rey estaba perdido en su compañía y
sentía que nunca antes había estado tan fascinado como cuando vio los ojos
profundos y el cabello negro como abejorro de la tímida pero encantadora
Shakuntala. Cuando el sol concluyó su arco glorioso, apareció la primera
estrella en el horizonte. Los pájaros Koel retomaron el canto que dejaran en la
mañana e iniciaron su concierto vespertino.
Justo cuando Dushyant y Shakuntala se acercaban más en pensamiento y
sentimiento, escucharon un ruido tremendo. Algo se aporreaba a través de la
selva, perturbaba árboles y animales. Un trompeteo aterrador alarmó a los pájaros que volaron. Un elefante
macho enfurecido iba en tropel a través de la arboleda. Había perdido a su
pareja. Priyamvada y Anasuya llegaron corriendo de regreso al sitio en el que
estaban sentados Shakuntala y Dushyant.
Elefante loco |
Estaban aterrorizadas. Gautami estaba
con ellas. La matrona del ashram. “¡El elefante está loco! Puede atacar en cualquier
instante,” dijo Gautami. “Debemos correr o resguardarnos. Tal vez destruya la
choza de bambú de Kanva, ¡Apúrense!”
Todos temían al gran elefante que arrasaba
a través del bosque tumbando los árboles. El rey se puso de pie, el gran Rey
Dushyant tocó el filo de su espada en su cadera izquierda con su mano derecha y calmó a las mujeres.
“Con el poder de mi mano derecha, las defenderé a ustedes y al ashram de Kanva.
Esperen tras esos árboles.” Dijo.
“Las mujeres se escondieron tras el alto
mango y oraron a Vishnu por protección de la bestia que corría a través del
bosque.
El rey se dirigió a los bosques a
encontrarse con el furioso elefante. Era un enorme elefante macho, más alto que
un árbol.
Arrancaba árboles de bambú con su trompa y
barría el suelo del bosque ante él con el pedazo de bambú, barritaba y gritaba
combinando la agonía con la rabia. Dushyant se acercó lento, levantando algunos
mangos que se cayeran al suelo y los envolvió en su capa. Rodeó por un lado al
elefante que era alto como un muro.
Era alto como un muro |
Descubrió los mangos que tenía en la capa,
empezó a invocar a Ganesh con unos mantras especiales que aprendiera de su
propio entrenador real de elefantes, el Señor de los Elefantes, diciendo, “ओं गं गनपत्ययः नमः oṁ gaṁ
ganapatyayaḥ namaḥ.”
oṁ gaṁ ganapatyayaḥ namaḥ |
Al escuchar esto el elefante soltó el
bambú. Vaciló y se volvió directamente hacia el Rey Dushyant. Dushyant le
ofreció un manojo de mangos. El elefante acepto la fruta ansioso ya estaba
exhausto, estaba hambriento y cansado. Tal como un domador de elefantes
experto, el Rey Dushyant pacificó al elefante, quien rápidamente olvidó su
rabia y empezó a masticar las cañas de azúcar que crecían cerca del río. Había tranquilizado
al elefante furioso y se dio cuenta de que había pasado el tiempo, Dushyant
regresó a través del bosque hacia el claro en el que dejara su carroza, su
auriga y los caballos en la mañana. Caía la noche.
“Regresemos con el séquito real,” dijo el
rey a su auriga, “Haremos un campamento ahí, más allá en el bosque.” Así fue
como regresó el rey a acampar con su séquito. Al día siguiente el Rey Dushyant
hizo preparaciones para regresar a su palacio en donde su Reina había
organizado una celebración por el cumpleaños del príncipe. Y cuando ya se iba se
topó con unos sabios del bosque que detuvieron sus caballos y carroza y le
dijeron, “Oh Rey ¡Ayúdanos! Un demonio terrible nos impide llevar a cabo la
ceremonia del sacrificio Védico.”
Ancient battle, bas relief, India |
El rey decidió que sería lo mejor ir en
auxilio de los sabios del bosque y ayudarlos con su sacrificio, envió al
séquito real a celebrar el cumpleaños del príncipe. Se dispuso a sofocar los
disturbios del bosque. Usó sus poderes de rey, castigo al demonio responsable
de interrumpir la ceremonia.
Fuego sacrificial |
Mientras tanto, Shakuntala, sin saber qué
le había pasado a su huésped, se preocupó. Cuando consultó con sus amigas, se
dio cuenta de que no estaba preocupada, que lo que le pinchaba en el corazón
como una flecha era el amor. Estaba encantada con el invitado.
Ardía de amor por el atractivo extraño que
entró al bosque y habló tan dulcemente y que con valentía tranquilizara al
elefante loco.
Ardia de amor... |
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