Mahābharata
महाभरत
recontado por
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
y traducido en español por Teresa Loret de Mola, Tapanandini DD
Mahābharata
महाभरत
recontado por
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
y traducido en español por Teresa Loret de Mola, Tapanandini DD
Amigos serán Adversarios
महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Drupada y Droṇa: amigos serán adversarios
El rey miró hacia abajo desde su trono, Se
había levantado junto con el sol, temprano y practicó sus artes marciales con
su maestro de espadas. El maestro de espadas le superó de nuevo. Aún le ardía
el brazo por el corte de la hoja de la espada. Miró al hombre que yacía
postrado ante él. Otro mendigo. Paño burdo, pelo enmarañado, pies sucios. Desde
que regresara de su última campaña en el
este de Panchala pareciera que el flujo de mendigos no cesaba. Venían desde
todas las direcciones pidiendo arroz, leche, una vaca, un trabajo. La
generosidad de Drupada no fallaba: siempre estaba dispuesto a ayudar a los
menos afortunados.
Pero se le ocurrió que no necesitaba la
caridad; él nunca le había pedido a nadie nada. Aunque era cierto que era el
hijo del rey, Pishada le había dejado apenas un principado; la fuerza de su
potente brazo derecho lo había convertido en un reino con ciudades
florecientes.
Se cosechaba trigo, las vacas estaban
protegidas, la gente vivía en armonía. Lo que uno deseara podía hallarlo en el
mercado. Pero siempre había algunos, mayormente brahmanes que se negaban a
trabajar.
Tenían la esperanza de vivir de acuerdo con
sus enseñanzas. Pero las enseñanzas no bastaban para vivir. Los brahmanes
siempre eran pobres y al final acababan yendo a él por caridad. ¿Por qué no
podían ser más productivos?
El flujo de mendicantes se estaba
convirtiendo recientemente en un río. Parecía que no dejaban de llegar a
mendigar. Y ahora otro. ¿Por qué hacía una reverencia tan postrada?
“¡Levántate!” dijo el rey. “¿Qué quieres?”
El mendigo se puso de pie, ayudado por los guaridas. Le pareció familiar, pero
entonces todos los mendigos tenían un aire profético que los rodeaba. Este no
era distinto: flaco, con barba y en harapos, con ojos ardientes.
“¿No me reconoces? ¿Drupada? ¡Soy yo!”
gritó el mendigo, casi histérico.
“Pues, sí por supuesto,” dijo el joven y
orgulloso gobernante de Panchala. “Eres un brahmán humilde que viene a mendigar
limosna de Drupada.”
“Soy yo, Droṇa”.
“¿Qué necesitas? ¿Una bolsa de arroz para
pasar el invierno? ¿Una vaca? Entiendo que los brahmanes son sabios. ¿Por qué
son siempre tan pobres? En cualquier caso, ¿por qué vienes a mí? ¿Están
cerradas las cocinas hoy? Si en verdad necesitas una vaca, puedes hacer tu
petición en el Go-shala. ¿Por qué la constante necesidad de donaciones? ¿No se
supone que los brahmanes han de ser humildes acerca de pedir caridad? ¿Por qué
irrumpir en las cámaras reales de éste modo?” Dijo el hombre.
“Soy yo, Drupada, Droṇa, Tu amigo del
ashram de Bharadwaja. ¿Seguro no te habrás olvidado?”
Drupada miró de cerca al hombre en harapos. Le parecía familiar. El
Ashram de Bharadwaja. Eso ocurrió hace tanto tiempo. Desde que abandonó la
escuela se había convertido en hombre. Había conquistado territorios, se había
casado con princesas, había asumido el gobierno de un reino. Su padre, el gran
Pishta, se había ido. Ahora presidía sobre ejércitos, elefantes, soldados,
ministros. Drupada se rascó la cabeza. Este hombre no le parecía familiar en lo
absoluto.
“Tal vez habremos ido juntos a la escuela.
¿Y qué con eso? Los alumnos están en una misma clase juntos y parecen iguales.
Pero uno se destaca y el otro se queda atrás. Ellos pueden unirse en amistad en
la escuela primaria. Comparten maestro, el mismo libro. Comen y juegan juntos.
Pero uno presta atención a la lección, otro pierde el tiempo en ensoñaciones.
Un estudiante se aplica y va hacia la grandeza. Otro olvida su lección y se
duerme en clases. El buen estudiante triunfa, el estudiante pobre fracasa. Años
después uno es rey, el otro un mendigo.”
“¿Me miras y qué ves? ¿Un estudiante o un
rey? No ves a un compañero de juegos, sino al Rey Drupada, Señor de Panchala.
¿Yo te contemplo y qué veo? A un hombre harapiento vestido en harapos
suplicando por arroz. Hablas de lecciones. ¿Cuál es tu lección del día de hoy?
La grandeza viene del trabajo arduo. Ahora vete. Encuentra una ocupación que
valga la pena para que no tengas que pedir dinero como un mendigo. Recuerda
esto: Solo quienes son iguales pueden ser amigos. Alguna vez habrás sido mi
igual cuando éramos niños indefensos. No más. Ahora eres un mendigo que nada
vale que suplica por arroz y yo soy un poderoso rey que puedo enviarte a la
muerte con una palabra implacable. Vete y abandona mi corte. Mis hombres te
darán algo de comer.”
Las palabras de su viejo amigo cercenaron
el corazón de Droṇa como el hierro afilado. Droṇa gritó al arrogante joven rey
sentado en su trono de oro en el palacio real,
“¡Drupada! ¿No me reconoces? Soy yo.
Ahórrate el discurso. Soy tu amigo. Soy Droṇa. He venido desde muy lejos a
visitarte.”
Al escuchar esto, Drupada, el Rey de
Panchala frunció el ceño desde su trono, sus ojos rojos de rabia. “¡Inclínate
ante tu Rey! Dijo, mientras los guardias empujaban a Droṇa hacia el suelo.
”Ofrece tus respetos al trono de Panchala.” El imperial Drupada se levantó de
su trono y vio por primera vez a su amigo de infancia en años.
Rió. “Tonto. No has estado escuchando.
Crees que eres sabio. Pero no has prestado atención a la lección. Sé muy bien
quién eres, el hijo de Bharadwaja. Te consideras un gran brahmán y te
enorgulleces de tu conocimiento. Y ahora, te crees que eres mi igual. Tú y yo nunca
seremos iguales. Haz de considerar la sabiduría de llamar al rey, tú señor, un
amigo o un igual. Te crees sabio, pero eres un tonto. Solo quienes son iguales
pueden ser amigos. Ricos y pobres nunca serán amigos. Sabios y tontos nunca
serán amigos.”
El héroe y el cobarde nunca podrán ser
amigos. Si fuimos amigos como niños ese tiempo ha pasado ya. No soy un niño.
Soy tanto hombre como monarca. Si vienes a mí como hombre y brahmán pobre te
daré caridad. Puesto que soy un Rey grande y generoso.”
Arrodíllate y pide caridad, tonto, no
amistad. Ahora mendiga. Si quieres te daré una vaca, para que tu desgraciada
familia tenga leche para beber. ¡Mendiga! ¡Arrodíllate y mendiga!” exigió.
Pero Droṇa no mendigó. Se levantó y se
sacudió de los guardias. Mientras se reían del infeliz mendigo que se hacía
amigo del rey, Droṇa abandonó la corte del rey de Panchala. Sus risas resonaban
en los pasillos y quemaban sus oídos.
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