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Saturday, June 27, 2015

Drona y Drupada: Amigos y Enemigos...

Mahābharata

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महाभरत
recontado por

Michael Dolan, B.V. Mahāyogi

y traducido en español por Teresa Loret de Mola, Tapanandini DD


Amigos serán Adversarios
महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Drupada y Droṇa: amigos serán adversarios


El rey miró hacia abajo desde su trono, Se había levantado junto con el sol, temprano y practicó sus artes marciales con su maestro de espadas. El maestro de espadas le superó de nuevo. Aún le ardía el brazo por el corte de la hoja de la espada. Miró al hombre que yacía postrado ante él. Otro mendigo. Paño burdo, pelo enmarañado, pies sucios. Desde que regresara de su última campaña  en el este de Panchala pareciera que el flujo de mendigos no cesaba. Venían desde todas las direcciones pidiendo arroz, leche, una vaca, un trabajo. La generosidad de Drupada no fallaba: siempre estaba dispuesto a ayudar a los menos afortunados.

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Pero se le ocurrió que no necesitaba la caridad; él nunca le había pedido a nadie nada. Aunque era cierto que era el hijo del rey, Pishada le había dejado apenas un principado; la fuerza de su potente brazo derecho lo había convertido en un reino con ciudades florecientes.
Se cosechaba trigo, las vacas estaban protegidas, la gente vivía en armonía. Lo que uno deseara podía hallarlo en el mercado. Pero siempre había algunos, mayormente brahmanes que se negaban a trabajar.
Tenían la esperanza de vivir de acuerdo con sus enseñanzas. Pero las enseñanzas no bastaban para vivir. Los brahmanes siempre eran pobres y al final acababan yendo a él por caridad. ¿Por qué no podían ser más productivos?
El flujo de mendicantes se estaba convirtiendo recientemente en un río. Parecía que no dejaban de llegar a mendigar. Y ahora otro. ¿Por qué hacía una reverencia tan postrada?
“¡Levántate!” dijo el rey. “¿Qué quieres?” El mendigo se puso de pie, ayudado por los guaridas. Le pareció familiar, pero entonces todos los mendigos tenían un aire profético que los rodeaba. Este no era distinto: flaco, con barba y en harapos, con ojos ardientes.

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“¿No me reconoces? ¿Drupada? ¡Soy yo!” gritó el mendigo, casi histérico.
“Pues, sí por supuesto,” dijo el joven y orgulloso gobernante de Panchala. “Eres un brahmán humilde que viene a mendigar limosna de Drupada.”
“Soy yo, Droṇa”.
“¿Qué necesitas? ¿Una bolsa de arroz para pasar el invierno? ¿Una vaca? Entiendo que los brahmanes son sabios. ¿Por qué son siempre tan pobres? En cualquier caso, ¿por qué vienes a mí? ¿Están cerradas las cocinas hoy? Si en verdad necesitas una vaca, puedes hacer tu petición en el Go-shala. ¿Por qué la constante necesidad de donaciones? ¿No se supone que los brahmanes han de ser humildes acerca de pedir caridad? ¿Por qué irrumpir en las cámaras reales de éste modo?” Dijo el hombre.
“Soy yo, Drupada, Droṇa, Tu amigo del ashram de Bharadwaja. ¿Seguro no te habrás olvidado?”
Drupada miró de cerca al  hombre en harapos. Le parecía familiar. El Ashram de Bharadwaja. Eso ocurrió hace tanto tiempo. Desde que abandonó la escuela se había convertido en hombre. Había conquistado territorios, se había casado con princesas, había asumido el gobierno de un reino. Su padre, el gran Pishta, se había ido. Ahora presidía sobre ejércitos, elefantes, soldados, ministros. Drupada se rascó la cabeza. Este hombre no le parecía familiar en lo absoluto.
“Tal vez habremos ido juntos a la escuela. ¿Y qué con eso? Los alumnos están en una misma clase juntos y parecen iguales. Pero uno se destaca y el otro se queda atrás. Ellos pueden unirse en amistad en la escuela primaria. Comparten maestro, el mismo libro. Comen y juegan juntos. Pero uno presta atención a la lección, otro pierde el tiempo en ensoñaciones. Un estudiante se aplica y va hacia la grandeza. Otro olvida su lección y se duerme en clases. El buen estudiante triunfa, el estudiante pobre fracasa. Años después uno es rey, el otro un mendigo.”
“¿Me miras y qué ves? ¿Un estudiante o un rey? No ves a un compañero de juegos, sino al Rey Drupada, Señor de Panchala. ¿Yo te contemplo y qué veo? A un hombre harapiento vestido en harapos suplicando por arroz. Hablas de lecciones. ¿Cuál es tu lección del día de hoy? La grandeza viene del trabajo arduo. Ahora vete. Encuentra una ocupación que valga la pena para que no tengas que pedir dinero como un mendigo. Recuerda esto: Solo quienes son iguales pueden ser amigos. Alguna vez habrás sido mi igual cuando éramos niños indefensos. No más. Ahora eres un mendigo que nada vale que suplica por arroz y yo soy un poderoso rey que puedo enviarte a la muerte con una palabra implacable. Vete y abandona mi corte. Mis hombres te darán algo de comer.”
Las palabras de su viejo amigo cercenaron el corazón de Droṇa como el hierro afilado. Droṇa gritó al arrogante joven rey sentado en su trono de oro en el palacio real,
“¡Drupada! ¿No me reconoces? Soy yo. Ahórrate el discurso. Soy tu amigo. Soy Droṇa. He venido desde muy lejos a visitarte.”

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Al escuchar esto, Drupada, el Rey de Panchala frunció el ceño desde su trono, sus ojos rojos de rabia. “¡Inclínate ante tu Rey! Dijo, mientras los guardias empujaban a Droṇa hacia el suelo. ”Ofrece tus respetos al trono de Panchala.” El imperial Drupada se levantó de su trono y vio por primera vez a su amigo de infancia en años.
Rió. “Tonto. No has estado escuchando. Crees que eres sabio. Pero no has prestado atención a la lección. Sé muy bien quién eres, el hijo de Bharadwaja. Te consideras un gran brahmán y te enorgulleces de tu conocimiento. Y ahora, te crees que eres mi igual. Tú y yo nunca seremos iguales. Haz de considerar la sabiduría de llamar al rey, tú señor, un amigo o un igual. Te crees sabio, pero eres un tonto. Solo quienes son iguales pueden ser amigos. Ricos y pobres nunca serán amigos. Sabios y tontos nunca serán amigos.”
El héroe y el cobarde nunca podrán ser amigos. Si fuimos amigos como niños ese tiempo ha pasado ya. No soy un niño. Soy tanto hombre como monarca. Si vienes a mí como hombre y brahmán pobre te daré caridad. Puesto que soy un Rey grande y generoso.”
Arrodíllate y pide caridad, tonto, no amistad. Ahora mendiga. Si quieres te daré una vaca, para que tu desgraciada familia tenga leche para beber. ¡Mendiga! ¡Arrodíllate y mendiga!” exigió.

Pero Droṇa no mendigó. Se levantó y se sacudió de los guardias. Mientras se reían del infeliz mendigo que se hacía amigo del rey, Droṇa abandonó la corte del rey de Panchala. Sus risas resonaban en los pasillos y quemaban sus oídos.

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