La Sabiduría de Bhiṣma: Evita el habla
cruel
नारायणं नमस्कृत्य नरं चैव नरोत्तमम्
देवीं सरस्वतीं चैव ततो जयम् उदीरयेत्
महाभरत
Mahābharata
Una versión de
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
Para entonces muchos grandes santos y
rishis se habían reunido en el sitio en donde el general anciano disertaba
acerca de las causas de la guerra de Kurukṣetra. Ahí estaban Dhaumya y Narada y
otros junto con los Pāṇḍavas y Yudhiṣthira.
Bhiṣma tosió sangre. Miró hacia Yudhiṣthira
y le clavó la mirada.
“El deseo de Droṇa por venganza era
insaciable. Puedo contarte la historia de su vida, pues fuimos amigos. Con el
tiempo se convirtió en el favorito de la corte en Hastinapura. Era mi amigo, tu
guru, el maestro de todos los Kurus. Pero su necesidad de venganza infundía sus
enseñanzas, nos infectaba a todos. En parte la devastación de esta batalla fue
obra suya. Tenía que vengarse de Drupada. Como guru militar de Hastinapura,
sirvió como comandante de los Kauravas y llevó a muchos jóvenes ante la corte de
Yamaraja. Me he cansado con esta plática acerca de la venganza. ¿No hemos visto
suficiente de ella? Mira a tú alrededor. Te diría como conoció al gran
Parashurama, pero mi tiempo se acorta. El sol se mueve hacia el norte. ¿No
tienes otras preguntas?”
El sol de hecho se movía hacia el norte. La
tierra se teñía de rojo con la sangre del gran comandante, el hijo del Ganges,
quien había visto tanta batalla. Y sin embargo, aunque muchos guerreros estaban
obsesionados con la venganza, Bhiṣma siempre había actuado partiendo del deber.
El deber hacia su padre Shantanu le obligó a tomar un gran voto de renunciación
que le diera nombre, Devarata. Por deber renunció a su reino y sirvió a sus
hermanos. Y a pesar de su amor por los cinco hermanos Pāṇḍavas, encabezados por
Yudhiṣthira, su deber hacia Dhritarasthra y Duryodhana lo llamó a pelear en el
otro bando. Bhiṣma no sólo era un gran guerrero; su voto de renunciación le dio
una profunda visión de la realidad divina, y su extensa vida le permitió
hacerse sabio mientras que generaciones de guerreros entusiastas se unieron a
las filas de los soldados de la corte del rey Yamaraja, señor de la muerte.
“Oh el mejor de los descendientes de
Bharata,” dijo Yudhiṣthira. “Háblanos de sabiduría. No tengamos más pláticas de
venganza. Las llanuras de Kurukṣetra se han manchado con la sangre de los
héroes. Oh gigante entre los guerreros, antes de que partas de este mundo,
háblanos de la verdad. ¿Y qué es mejor? El auto-control, la verdad, el perdón,
o la sabiduría. Ciertamente el auto-control es una virtud, pero demasiada
renunciación lo hace a uno de corazón duro. La verdad siempre es una virtud,
pero lo es también la dulzura al hablar. Se nos ha dicho que hablemos con
dulzura y evitemos el habla cruel. La verdad a veces es áspera. ¿Siempre es
virtud el hablar con dulzura o es mejor el auto-control? ¿Y qué hay del perdón?
Si perdonamos a nuestros enemigos, ellos podrían abusar injustamente. Si
olvidamos la deshonestidad entonces las mentiras predominarán y prevalecerá la
ignorancia. ¿Pueden coexistir la verdad y el perdón? ¿Y qué hay con la
sabiduría? ¿Es sabiduría el alcanzar el equilibrio entre el auto control, la
verdad, y el perdón? Oh ancestro, antes de partir de este mundo y mientras
tengas la fuerza de compartir tu sabiduría, por favor ilumínanos.”
Y Bhiṣma sonrió. La plática de la rivalidad
de Droṇa y Drupada le habían dejado un mal sabor de boca. Pero la curiosidad de
Yudhiṣthira le devolvió la vida.
“Hijo mío,” comenzó, “Tú entre todos los
guerreros me has mostrado paciencia al escuchar mi historia. Tu pregunta no es
nueva, sino que ha sido pensada y discutida por generaciones.
Tu pregunta ha sido considerada por seres
conocidos como sadhyas. Como mis hermanos, los Vasus con los que me reuniré
cuando el sol se mueva más hacia el norte, los sadhyas son seres divinos. Esas
almas, habiendo bebido el néctar divino llamado soma, practicaron una forma
profunda de meditación ahora perdida para nosotros. Algunos los llaman dioses
de los poderes elementales. Nacieron después de Aditi y vinieron en el linaje
de la dinastía de la luna. Los Sadhyas eran una clase de gana-devatas o seres
divinos conocidos como jnana-devas o dioses de sabiduría quienes habitaban en
el mundo elevado de Bhuvar-loka, por encima de la esfera de los dioses. Sus ancestros
lunares eran seres muy elevados. Eran llamados Manas, Mantri, Prana, Nara,
Pana, Vinirbhaya, Naya, Dansa, Narayana, Vrisha, y Trabhu. No eran solamente
intelectualmente elevados y profundamente filosóficos, sino que los sadhyas
siempre estaban absortos en la meditación.”
Bhiṣma continuó, “Los sadhyas vagaban en la
profundidad del bosque en busca de iluminación y descansaban a orillas del río
sagrado. En ese entonces, vieron una luz brillante y se acercaron. Casualmente
el divino no nacido había tomado la forma de un cisne dorado. Este cisne vagaba
a través de los tres mundos, impartía iluminación a las almas sinceras y
nobles.”
Cuando los sadhyas llegaron junto al cisne
dorado, se acercaron, dijeron ‘Oh Cisne, podemos ver que eres un ser divino que
llevas un mensaje trascendental. Queremos preguntarte acerca de la liberación
del mundo material. Ya qué tú eres el propio símbolo de la iluminación,
confiamos en que puedes contestar a nuestras preguntas. Hemos escuchado que
eres tanto elocuente como sabio. Por ello, por favor acéptanos como tus
discípulos y permítenos preguntarte.’
El cisne sonrió graciosamente y flotó sobre
las aguas del río que no tenía corriente sino que estaba quieto como el
cristal. El cisne escuchó.
“¿Cuál es la meta más elevada? Ciertamente
tú eres un ser iluminado, Oh uno que pareces un cisne. ¿Qué le da placer a las
almas que son como cisnes? ¿Cuál es la mejor manera de actuar? ¿Cuál la forma
correcta de vida, o la vida apropiada? Por favor dinos cuál es el mejor modo de
vivir, Oh ser divino en la forma de un cisne. ¿Y cómo puede uno alcanzar la
liberación de las ataduras de este mundo material?”
El cisne se movió haciendo un círculo sobre
las aguas quietas. Y con voz dorada el cisne dijo, “Oh ustedes hijos del
néctar, han tomado el amrita inmortal de los dioses, se ha dicho que el
auto-dominio, las penitencias, la verdad, el control de la mente constituyen la
vida correcta. A través del perdón, se desatan los nudos de tu corazón. Hazte apacible
tanto entre aguas tranquilas como entre turbulentas. No hieras a otros con
violencia. Evita el discurso cruel. Nunca escuches la lectura de las escrituras
de quien es de espíritu ruin. Las palabras pueden hacer tanto daño como las
armas. Evita el habla que hiera a otros o les cause arder en miseria. Las
palabras afiladas son como flechas que parten el corazón y queman la vitalidad.
Un hombre erudito ha de evitar apuntar con palabras afiladas hacia otros. Un
hombre sabio, atravesado por tales palabras, adopta la paz y no da lugar a la
ira. Quien cede a la ira pierde todo su mérito. Un alma justa, que está llena
de gozo y liberada de malicia, subyuga la ira y evita hablar mal de otros.”
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