Mahābharata
महाभरत
recontado por
Michael Dolan, B.V. Mahāyogi
y traducido en español por Teresa Loret de Mola, Tapanandini DD
La historia de Shikhandi: Shikhandi: Némesis de Bhisma
“Drupada prometió amistad, pero juro
venganza contra su rival, Drona…”
Bhiṣma continuó, “Drupada empezó la
adoración a Shankarana, el Señor de la destrucción, oraba por mi destrucción y
por los de mi linaje. Empezó a practicar severas penitencias y austeridades. Su
esposa no tenía hijos y Drupada oró por un hijo que pudiera destruirme, ya que
después de todo, permití a Droṇa entrar en la corte de Hastinapura. Un tiempo
después Shiva lo bendijo diciendo, “Tendrás un hijo que será tanto un niño como
una niña. Es el destino.”
“Todo esto lo supe después a través de mis
espías”, dijo el moribundo Bhiṣma y continuó. “la reina de Drupada también
trataba al infante como a un niño, para que nadie en el reino supiera el
secreto. Así que el infante fue llamado Sikhandi.
“Supe la verdad de mis espías que se
hallaban en la corte de la reina, pues muchas de las damas de la reina durante
la espera me favorecían.
Bhiṣma dijo “Sólo yo supe que finalmente
Amba había nacido de nuevo como descendiente del rival de Droṇa, Drupada, quien
había jurado matarme. De este modo sembraron la semilla de la venganza que
sería posteriormente mi destrucción y que al final me ha dejado aquí, atravesado
de flechas de la cabeza a los pies tal cual me ven ahora.
“Drupada era un gran maestro y le enseñó a
su hija a escribir, pintar y todas las artes. Más tarde fue enviada, vestida
como joven príncipe a aprender el arte de la guerra del mismísimo Droṇa, quien
se consideraba un gran amigo del hombre que ardía por vengarse de él. . Al
final cuando Sikhandi, llegó a cierta edad, otros reyes y princesas empezaron a
pensar en darle a sus hijas en matrimonio, consideraban a Sikhandi un apuesto y
calificado joven.
Drupada frecuentemente se preguntaba acerca
de las palabras de Shiva. Estaba perplejo y le dijo a su esposa, “Ahora nuestra
hija está en edad de casarse. Debemos casar a Sikhandi. El Señor Shiva
profetizó que nuestro hijo aunque nacería como hembra más tarde se convertiría
en hombre. No entiendo. ¿Por qué Shiva nos mentiría? ¿Por qué Sikhandi no se ha
convertido en hombre? Si casamos a Sikhandi con la hija de otro rey, habrá un
enorme escándalo cuando se descubra la verdadera naturaleza de Shikhandi.”
La reina le afirmaba, “Shiva nunca miente.
Sikhandi se convertirá en hombre. Podemos continuar con su matrimonio. Estoy
segura de que la transformación se llevará a cabo antes de la noche de bodas.
Debemos confiar en Shiva.” Drupada cedió ante las palabras de su esposa. “Ellos
iniciaron las negociaciones del matrimonio con el rey de Dasarnakas, Hiranyavarman,
quien ofreció a su hija como esposa a Shikhandi. La boda se realizó, pero
Sikhandi aún no se transformaba.
Y sucedió que la esposa de Shikhandi se dio
cuenta de que él era una mujer, ya que el lecho nupcial no tiene secretos.
Sorprendida y escandalizada, regresó a su padre, el rey de Dasarnakas. Era
demasiado tímida para quejarse de la verdadera naturaleza de Shikhandi, pero su
madre y las damas de la corte pronto descubrieron la verdad y se quejaron ante
el rey.
El rey se llenó de ira pues su hija se
había casado con un impostor y decidió entrar en guerra con Drupada. Envió
mensajeros privados a Drupada pidiendo explicaciones por este insulto. Drupada
envió mensajeros al rey y dijo que todo era un malentendido, que era imposible
confiar en la palabra de una jovencita, que tal vez la hija del rey jugaba a
hacerles una broma. Hirayavarman sin embargo preparó sus tropas para la guerra.
Estaba decidido a saber la verdad acerca de Sikhandi. Si Drupada le había
mentido estaba listo para marchar en contra suya, arrastrarlo fuera de la
ciudad e instalar otro rey sobre los Panchalas; después de ejecutar a Drupada
por ser un mentiroso y a Sikhandi por ser un fraude.
“Yo, por supuesto, estaba listo a entrar en
alianza con Hirayavaraman a sabiendas de que Sikhandi sería mi perdición si no
la detenía.”
“Ahora bien Drupada no era de naturaleza
valiente y por mucho tiempo se llenó de un gran temor. Fue hacia la reina en
busca de consejo. La reina dijo, “Toma refugio en los dioses. No hay otro
remedio.”
Ante esto, la propia Sikhandi dijo, “Todo
esto es mi culpa. Es mi culpa que estén sufriendo tanto. Perdónenme.” Tras
decirlo, Sikhandi huyó hacia el bosque, decidida a terminar con su vida y con
toda la aflicción que causara a su padre.
Sikhandi entró al bosque oscuro y solitario
llamad Sthunakarma el cual era asolado por un espíritu poderoso llamado Sthuna,
un Yaksha. Por temor a este Yaksha nadie entraba nunca a este bosque. En lo
profundo del bosque había un castillo misterioso de muros elevados y rejas de
hierro.
“Cuando caía la noche, y al no encontrar
refugio alguno en el oscuro bosque, Shikandi se dirigió hacia el castillo
sombrío. Abrió las puertas y penetró en el interior de los muros del castillo,
sin encontrar a nadie. Estaba abandonado. Pasó algunos días ahí, ayunando, sin
beber agua y deseando desaparecer de este mundo matándose de hambre. Estaba
profundamente desesperada.
Entonces Stunha el Yaksha que habitaba el
castillo llegó a estar frente a ella. Al ver la triste situación se compadeció
y le dijo, “¿Por qué te estás matando de hambre? ¿Por qué has venido a morir a este
oscuro castillo en este bosque peligroso?” La muchacha dijo, “No hay nada que
puedas hacer por mí. Mi situación es tan desesperada” A lo cual el Yaksha
respondió, “Ninguna situación es demasiado desesperada para mí. Debe haber
alguna forma en que pueda ayudarte. Mi magia es poderosa y tengo grandes
tesoros. Puedo otorgar favores. Pide y se te concederá.” Finalmente la
angustiada hija de Drupada contó su historia, concluyó diciendo, “Ahora me
mataran y destruirán a mi padre. Oh, ¿qué puedo hacer? Ayúdame si puedes o
espíritu del bosque.”
Sthuna el Yaksha, entendiendo que las
palabras de Shiva han de volverse realidad dijo, “Sea. Es mi destino,
Escúchame. Puedo ayudarte pero hay una condición. Por un corto tiempo te daré
mi masculinidad y tomare tu femineidad. Me trasformaré en una joven muchacha y
tú serás un joven, tal cual Shiva lo ha profetizado. Pero haz de saber que
tienes que regresar aquí después de un tiempo y devolverme mi masculinidad.”
Sikhandi dijo, “De ser verdad, haré lo que
deseas. Toma mi femineidad y dame tu virilidad y haré lo que te plazca. Oh
maravilla de la noche. Permíteme demostrar mi hombría a la hija del rey de los
Dasarnakas, para complacer a esa chica. Deja que le dé la noticia a su padre y
entonces se pacificara el rey cruel que quiere asesinar a mi padre. Cuando
regrese a la ciudad, me convertiré de nuevo en una doncella y tú volverás a ser
un hombre. “
Bhiṣma continuó, “Al decir esto Sthuna el
Yaksha y Sikhandi hicieron un pacto y a través del poder místico del espíritu
del bosque ellos cambiaron. Sikhandi se trasformó en un joven, perdió su
femineidad, y el espíritu del bosque dejó de ser un varón. Sikhandi prometió
regresar al bosque cuando el peligro pasara y cada quien tomó por su camino.
Fue así como Sikhandi del linaje de los
Panchala, regresó del bosque habiendo obtenido virilidad. Cuando entró en la ciudad,
todos se regocijaron porque pensaron que se había ido a meditar y a ofrecer
oblaciones a Shiva para prepararse para la guerra y defender el honor de su
padre. Cuando llegó a la corte del rey de Panchala le contó al rey lo que había
pasado. El rey estaba muy aliviado pues Hiranyavarman justo había llegado y
estaba listo para arrancar la cabeza del rey de sus hombros por ser un fraude.
El poderoso Hiranyavarnam vestido con una
cota de malla de oro y preparado para arrancar la cabeza de Drupada de sus
hombros llegó a la corte, temblando de ira.
“Oh el más tonto de todos los engañadores.”
Dijo: “Prepárate para encontrarte con tu destino.” Desenfundó su espada.
La historia de Shikhandi parte III
El poderoso Hiranyavarnam vestido con una
cota de malla de oro y preparado para arrancar la cabeza de Drupada de sus
hombros llegó a la corte, temblando de ira.
“Oh el más tonto de todos los engañadores.”
Dijo: “Prepárate para encontrarte con tu destino.” Desenfundó su espada.
En ese momento Drupada lo pacificó con
palabras dulces, dijo, “Hemos sido víctimas de una cruel burla, mi Señor. Mi
hijo no es un fraude.”
El rey Hirnyavarnam tras escuchar a Drupada
no creyó en sus palabras- pero impulsado a probar el reclamo. Levantó su espada.
“Lo veremos enseguida,” dijo. Si es un
hombre, tendrá que probarse.”
“¿Una prueba de armas? Shikhandi puede
pasar cualquier prueba con espada o con arco.”
“Algo más práctico,” dijo Hiranyavarman.
“Encontrémonos en la tarde.” Y ordenando a sus soldados retirarse, mandó a
buscar al pueblo a una docena de delicadas y jóvenes bailarinas.
Esa noche, en los aposentos reales, se
encontró con Drupada y convino en que las mejores de todas esas exóticas
cortesanas fueran a un cuarto privado
con Sikhandi a probar su virilidad.
Poco tiempo después regresaron, habían
descubierto la verdad y alegremente afirmaban que Sikhandi sin duda era un
hombre y bastante bien dotado, y que todas ellas estaban personalmente muy
satisfechas y deleitadas con su virilidad.
Estas encantadoras jóvenes curiosas de todo
el asunto, se presentaron ante Drupada el Rey Hiranyavarman y dijeron,
“Afirmamos con gran placer, sus señorías que Sikhandi es sin duda una persona
poderosa, y muy hombre con todos sus miembros intactos. Tenemos conocimiento
personal de esto. Quienquiera que diga lo contrario es un mentiroso.”
Tras escuchar esto, el rey de Dasarnakas
estuvo feliz hizo a un lado su espada. Aceptó la hospitalidad de Drupada y
entonces se hicieron grandes amigos y aliados y pasaron muchos días juntos y
felices.
El rey Hiranyavarman de los Dasarnakas
recompensó a Sikhandi con elefantes y tesoros, caballos y terneros y lo aceptó
como hijo. Entonces el rey regañó a su hija por sus mentiras e infamia y la
hizo jurar fidelidad a su nuevo esposo, Sikhandi sin ninguna clase de trucos.
Mientras tanto, el Yaksha vivía en el
castillo del bosque como mujer, esperaba el regreso de Shikhandini. Había sido
demasiado generoso con su caridad. Había ofrecido un favor; pero lo que la
doncella le pidiera era una petición extraña y poco usual. Renunciar a su
sexualidad: transformarse en mujer para que la joven princesa pudiera evitar el
escándalo. Pero él confiaba en su palabra y sabía que ella pronto regresaría. Intercambiarían
de nuevo y el príncipe se convertiría en princesa una vez más. Para entonces,
en el fondo, el Yakshasa disfrutaba siendo una mujer.
Pero un día el amo del Yaksha vino de
visita. Todos los Yaksas son gobernados por el Señor Kuvera, el dios de la
abundancia. Kuvera gobierna la plata en las montañas y el oro bajo el suelo.
Kuvera es el amo del dinero y el bosque. Un dios humanoide grotesco y gordo,
Kuvera cabalga en las espaldas de cuatro hombres que son su carroza, sus
esclavos y guardias.
Sus esclavos y guardias condujeron al obeso
dios del dinero, a través del bosque oscuro hasta llegar al castillo de Sthuna.
Quien, por supuesto, no estaba en condiciones de encontrarse con el rey de los
Yakshas. Sthuna esperaba el regreso de Shikhandi.
Ahora mientras Kuvera se aproximaba, vio
que el otrora oscuro, deprimente castillo con puertas de hierro había sido
transformado. La mazmorra húmeda y tenebrosa ahora brillaba y festejaba, Uno
pudiera decir, hasta un poco amanerada. Estaba ahora bien pintada y
brillantemente decorada, adornada con flores frescas exuberantes. La hierba
crecida se había transformado en un adorable jardín con cenefas y jazmines en
flor, banderas coloridas y banderines ondeaban con la brisa fresca. La hermosa
morada del Yaksha estaba decorada con joyas y gemas y perfumada con olorosas
hierbas e inciensos perfumados.
Las plantas del jardín estaban regadas y
florecían, las losas estaban bien barridas, daban a toda la morada un aire de
dignidad y de buen cuidado. Kuvera recordaba qué tan lúgubre estaba el
castillo. Mientras miraba el jardín encantador con sus flores de jazmín, se
rascó la cabeza. Se quitó el delicado pañuelo de seda y se limpió la frente,
miró a través del sol.
“¡Alto!” les dijo a los esclavos humanos
que lo transportaban. “Deténganse aquí.”
“Sí, amo,” dijeron ellos y se sentaron.
Aliviados de la carga, los esclavos se sentaron a la sombra del hermoso árbol
de mango que había sido enlistado con banderines de papel del color del
arcoíris.
“Debemos aproximarnos con cuidado,” dijo
Kuvera. “¡Espadas preparadas!”
Los cuatro esclavos guardianes se pararon
atentos, sus cascos de oro brillaban con el sol del mediodía, el sudor de los
músculos de sus espaldas brillaba. Intercambiaron miradas. Esta era la morada
de Sthuna el antiguo amigo de su amo. ¿Qué razón había para alarmarse? ¿Quién
podría ser el nuevo dueño?
Se aproximaron lentamente, espadas listas,
atravesaron las puertas abiertas.
En el interior del palacio, los pisos que
una vez Kuvera encontrara llenos de polvo, eran ahora pisos de mármol fresco y
recién barrido. Las flores estaban cuidadosamente arregladas en lindos
floreros. Cortinas encantadoras estaban
colgadas pulcramente en las ventanas, las cuales estaban abiertas para dejar
entrar la luz del sol y la brisa refrescante para alegrar la oscuridad del
castillo.
Fue entonces que Kuvera, el rey de la
fortuna y Señor de los Yakshas entró al castillo y buscó a su viejo amigo y
siervo Sthuna el Yaksha.
“¿Hola?” dijo.
Los cuatro guardias le rodeaban, formaban
una barrera protectora con sus afiladas espadas.
“¿Sthuna?”
No hubo respuesta. Al final Kuvera el rey
de los Yakshas se irritó.
“Sé que estás ahí,” dijo. “¿No tienes
modales? Soy yo Kuvera, el señor de la riqueza. Puedo ver que has estado
ocultando dinero de mí. Dices que eres pobre, pero esta casa ha sido
redecorada, me has estado robando dinero. Eso es insulto suficiente, ¿pero ni
siquiera tienes modales para venir ante mí y saludarme?”
“¡Sthuna! Esto es ridículo. ¿En dónde
estás?” rugió. “Me escuchaste entrar, ¿pero no sientes respeto para darme la
bienvenida? ¿Qué es esto?”
Sthuna por supuesto estaba en su
habitación. Se había estado probando vestidos
que Shikhandi le dejara. Se miraba en el espejo y se depilaba. Verdaderamente
no tenía nada que ponerse para encontrarse con Kuvera.
Lentamente Kuvera se aproximó a los
aposentos de la dama rodeado de sus guardias armados. Alcanzó la puerta.
“¡Sthuna! Sé que estás ahí. Abre o mis
hombres romperán la puerta.”
Finalmente la dama Sthuna, quien se
terminaba de polvear la nariz habló desde el interior, dijo, “Mi querido
Kuvera: Por qué tan molesto. Dame un momento. Es sólo que me avergüenza un poco
verte en este momento.”
Ante esto los guardias esclavos reales de
Kuvera colocaron sus espaldas contra la puerta y la rompieron. Sorprendieron al
Yaksha Sthua quien se estaba probando un par de zapatillas de seda.
Ante lo cual el rey Yaksha, Kuvera replicó,
“¿Quién eres? ¿Qué has hecho con Sthuna?”
Los guardias se acercaron, se prepararon
para atacar blandiendo sus espadas. Sthuna empezó a llorar, su maquillaje se manchó.
Kuvera se aproximó, “¡Deténganse!” gritó,
al igual que los guardias ya estaba listo para cortar la cabeza de Sthuna.
“¡Esperen les digo!” Los guardias retuvieron sus armas. Se
calmaron. Kuvera se sorprendió al ver a la persona que tenía ante sí.
“¿Eres tú? ¿Sthuna?”
El una vez terrible Yaksha que había
sembrado el miedo en el corazón de los hombres era ahora una sencilla chica del
campo en un sari blanco, un poco fea si se ha de decir la verdad.
Ella dijo, “Oh, Kuvera, por favor
perdóname, pero como puedes ver me he transformado en una chica. Estoy
esperando el regreso de Sikhandi para que venga a reclamar su femineidad de mí.
Hasta entonces me estoy escondiendo. Por ello no me presenté.”
Los hombres rieron, también ellos
reconocieron al viejo amigo de su amo, transformado en una chica casera del
campo. Miraron de reojo hacia su amo, recuperaron la compostura y se quedaron
en silencio.
Pero Kuvera, el rey de los Yakshas, no
estaba contento. Sus hombres se reían de él. Había sido burlado por un Yaksha.
Continuaba irritado.
“Bueno, deberías aprender modales mejor,”
dijo. “Quieres jugar a ser una chica. Bien. Disfrútalo. ¡Sé una mujer! La
doncella que vino no era cobarde. Ella quiere cabalgar en una batalla y matar
al más grande de todos los guerreros, al mismísimo Bhishma. Pero mírate a ti.
Eres un cobarde. No eres para nada un hombre. Bien. Digo que te quedes como
estás. Digo que Shikhandi es más hombre de lo que tú nunca lo serás. Disfruta
de tus flores y tus cortinas. De verdad habrías de aprender modales; tu falta
de hospitalidad me ofende bastante. De verdad debes aprender de tu grave error.
Con mi poder como dios de la fortuna te maldigo a que tu transformación se haga
permanente.”
“Sikhandi nunca regresará. Seguirás siendo
una mujer y ella continuará siendo un hombre. Ella irá hacia la gloria y la
fama y tú seguirás siendo lo que eres, un Yaksha cobarde.”
Kuvera se volvió para retirarse. Chasqueó
los dedos, A su vez, los cuatro esclavos guardianes envainaron sus espadas.
Tomaron una hermosa silla de oro del palacio de Sthuna y sentaron a su señor.
Una vez que se sentó elevaron a Kuvera sobre sus hombros y se le llevaron.
Sthuna estaba horrorizada. Mientras se iba,
el alma elevada del rey de los Yakshas se suavizó un poco, al ver los efectos
de la maldición en su viejo amigo. Dijo, “Mitigaré mi maldición, a causa de la
lealtad. La valiente Shikhandi no vivirá mucho, pero morirá en el campo de
batalla. Después de la muerte de Shikhandi, podrás recuperar tu forma original
y volver a ser un hombre, si así lo deseas.” Al final Sthuna el Yaksha supo que
las palabras de Shiva habían sido satisfechas; ya que era su destino jugar este
papel.
Al terminar la historia de la
transformación de Shikhandi, Bhiṣma dijo, “Todo esto lo supe a través de mis
espías quienes vagaban disfrazados de mendigos, locos y tontos del pueblo en la
corte de Drupada. Así me enteré de sus planes de venganza, y del renacimiento
de Shikhandi quien había jurado destruirme. ¿Cómo pasó esto en la batalla de Kurukṣetra,
lo contaré más tarde.”
“El cómo ocurrió, lo relataré después…”
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